Se acabó la guerra de Afganistán. Pero con certeza de que no ha terminado la guerra en Afganistán.
A las 3:29 de la tarde de este lunes despegó del aeropuerto de Kabul el último avión con personal militar estadounidense, algunos colaboradores afganos y otros ciudadanos que corrían peligro inminente si quedaban atrás, anunció el Pentágono.
Por la diferencia horaria, en la capital afgana ya era el martes 31 de agosto, día que el presidente Joe Biden trazó para la salida de Estados Unidos de una guerra que comenzó hace 20 años como consecuencia del atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.
Pero la retirada de las fuerzas internacionales, coordinadas por Estados Unidos, no deja un ambiente sólido de seguridad. Los talibanes controlan el país y el aeropuerto, pero durante los últimos días los tambores de la guerra han resurgido con el atentado perpetrado por la rama afgana de ISIS, el temible estado islámico, enemigos jurados de los talibanes. Dejó 13 soldados estadounidenses y 170 muertos civiles. Los dirigentes de los talibanes juraron combatir a los miembros del ISIS-K, que se mueven por las regiones fronterizas con Pakistán.
“Estoy aquí para anunciar el fin de nuestra retirada de Afganistán y de la misión militar para evacuar a ciudadanos estadounidenses, ciudadanos de terceros países y afganos vulnerables”, dijo el jefe del Comando Centro, el general Frank McKenzie, en una improvisada rueda de prensa en el Pentágono cuando el último C-17 despegó. El Comando Centro se encuentra a cargo de las operaciones en el Medio Oriente y parte de Asia.
“La retirada de esta noche (hora afgana) significa tanto el final del componente militar de la evacuación como el de la misión de casi 20 años que comenzó en Afganistán poco después del 11 de septiembre de 2001”, enfatizó. Fue, subrayó, “una misión que llevó a Osama bin Laden a un final justo, junto con muchos de sus co-conspiradores de al-Qaeda. Y no fue una misión barata. El costo fue de 2 461 militares y civiles estadounidenses muertos y más de 20 000 que resultaron heridos”.
“No sacamos a todos los que queríamos”, dijo McKenzie, pero señaló que todos los militares y funcionarios del gobierno de Estados Unidos fueron evacuados “con un 100% de certeza”. Aún así, quedaron “unos pocos cientos” de ciudadanos estadounidenses, la mayoría de origen afgano, que no pudieron alcanzar el aeropuerto.
McKenzie dijo que si bien la evacuación militar ha concluido, “la misión diplomática para garantizar más ciudadanos estadounidenses y afganos elegibles que quieran irse continúa”.
Esto fue confirmado al final de la tarde en Washington por el secretario de Estado, Anthony Blinken, en un discurso televisado sin preguntas de la prensa. “La embajada se ha cerrado y hemos decidido trasladar las operaciones relacionadas con Afganistán a la embajada en Doha, Catar, donde se procesarán las visas para afganos y se lanzarán las comunicaciones con las nuevas autoridades”, anunció sin precisar si la jugada implica o no un corte de relaciones diplomáticas con los nuevos amos de Kabul, donde los talibanes no han logrado aún formar un gobierno.
Blinken dijo que la diplomacia estadounidense parte del principio de que los talibanes serán lo suficientemente pragmáticos como para cumplir los acuerdos alcanzados con Washington en las negociaciones efectuadas durante las últimas semana en Doha. Pero, dijo, “estaremos observando todo lo que hagan y pidiendo explicaciones”.
Antes del discurso del Secretario, el principal enviado de Estados Unidos para las conversaciones de paz en Afganistán, Zalmay Khalilzad, tuiteó: “Los afganos se enfrentan a un momento de decisión y oportunidad. El futuro de su país está en sus manos. Elegirán su camino con total soberanía. Esta es la oportunidad de poner fin a su guerra también”.
El presidente Joe Biden hablará mañana en un discurso al país a la 1 de la tarde, hora del Este.