Las personas que enferman de COVID-19 y que sufren una mayor afectación respiratoria presentan después más problemas neurológicos, según estudio realizado por la Fundación de Investigación HM Hospitales, publicado en la revista Journal of Behavioral and Brain Science.
La investigación ha analizado a 250 pacientes atendidos en el hospital HM Delfos de Barcelona y en el Consorcio Sanitario de Terrassa (noreste) y ha demostrado que el 61,4 % de ellos sufrieron una alteración neurológica durante la fase aguda de la enfermedad y mantuvieron alguna manifestación clínica de estos trastornos hasta un mínimo de seis meses después del alta.
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Las complicaciones más habituales fueron trastornos de atención, falta de gusto y olfato, migrañas y síndrome postraumático, cuyos síntomas como la ansiedad, el miedo o la depresión se alargaron más tiempo.
El trabajo, liderado por el neurólogo Gabriel Salazar, ha confirmado que la mayoría de pacientes se recuperan una vez superado el medio año tras la infección, por lo que no afectaría directamente al sistema nervioso central.
Según ha explicado Salazar, “hemos apreciado que la mayoría de los pacientes que en la revisión neurológica del medio año aún muestran manifestaciones clínicas, que son consecuencia de la infección, son quienes estuvieron ingresados en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) con menos de 90 % de saturación del oxígeno o con alteraciones de los parámetros de los gases arteriales”.
De estas complicaciones, las más habituales son los trastornos de atención (57,3 %) como la dificultad para prestar atención a las instrucciones, mantenerse al día con las asignaciones, problemas de conducta o de interacción social.
La falta de gusto y olfato (45,3 %); migrañas (34,6 %) y el síndrome postraumático, cuyos síntomas como la ansiedad, el miedo o la depresión pueden alargarse durante más tiempo, son otras de las afectaciones detectadas en el estudio.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, estos trastornos desaparecen cuando se superan los seis meses, por lo que “todos los resultados indican que la COVID-19 no afectaría al sistema nervioso central ni periférico”, según Salazar.
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El neurólogo ha admitido que tendrán que seguir trabajando “para conocer más y mejor la enfermedad, por ejemplo, en estudios anatomopatológicos de pacientes infectados o en biomarcadores más sensibles y específicos de la PCR en líquido cefalorraquídeo”.
“Otro campo en el que hay que seguir profundizando es en el de la respuesta del sistema inmunológico, ya que creemos que es crucial en la complicación que sufren algunos pacientes. Hemos observado que la entrada del virus produce una tormenta de citoquinas, por lo que pensamos que debemos precisar mejor en la inhibición o inmunomodulación selectiva para evitar la salida masiva de estas citoquinas”, ha detallado.