No es solo en La Habana que Miami puede ser una maldición. En Moscú también, después que este miércoles al presidente Vladimir Putin se le ocurrió decir que sus compatriotas que viven en el sur de Florida son unos “traidores”.
El mandatario, que ha arreciado la retórica política en la última semana, acusó a un número no determinado de ciudadanos rusos que viven en el exterior, la mayoría oligarcas o nuevos millonarios resultado de la corrupción interna del país, de fomentar una quinta columna a favor de Ucrania para sacarlo del Kremlin.
Putin arremetió contra los rusos “traidores nacionales, que ganan dinero aquí, con nosotros, pero viven allá (…) dispuestos a vender a su propia madre”, simpatizantes de Occidente porque están “mentalmente situados precisamente allí, y no aquí, no con nuestro pueblo, no con Rusia”.
“No juzgo en absoluto a los que tienen una villa en Miami o en la Riviera Francesa, que no pueden prescindir del foie gras, de las ostras o de las llamadas libertades de género. Esto es lo que consideran un signo de pertenencia a una casta superior, a una raza superior”, dijo el presidente ruso en una reunión con líderes regionales sobre las consecuencias económicas de la crisis provocada por la guerra y las sanciones contra Moscú derivadas de ella.
Miami cuenta con una de las mayores comunidades rusas de los Estados Unidos, concentrada en la franja costera de Sunny Isles y el exclusivo enclave de Fisher Island, en el área metropolitana. También ha sido identificada, junto con Manhattan, como uno de los dos mayores focos de inversión inmobiliaria ilícita en el país norteamericano.
La referencia a la Riviera francesa por parte de Putin no deja de ser irónica, porque el mandatario ha sido acusado por la oposición de mantener a nombre de su exyerno una mansión en Biarritz, al sur de Francia, valorada en varios millones de dólares. El mandatario también frecuenta otra mansión en región de Krasnodar, en el Mar Negro, valorada en 1.300 millones de dólares, la cual fue descubierta por el disidente ruso, ahora en prisión, Alexey Navalny.
En su discurso, Putin también mencionó la necesidad de “purificar” la sociedad rusa de malos elementos, lo cual recordó tiempos pasados de la extinta Unión Soviética, cuando el entonces líder bolchevique Joseph Stalin lanzó una campaña de colectivización forzosa, que provocó una gran hambruna y causó millones de muertos.
“El pueblo ruso siempre podrá distinguir a los verdaderos patriotas de la escoria y los traidores y simplemente escupirlos como una mosca que accidentalmente voló a sus bocas”, dijo Putin. “Estoy convencido de que una autopurificación tan natural y necesaria de la sociedad solo fortalecerá a nuestro país, nuestra solidaridad, cohesión y disposición para responder a cualquier desafío”, agregó.
Al respecto, Tatiana Stanovaya, fundadora de la firma de análisis político, R. Politik, comentó que Putin estaba indicando a las autoridades policiales de Rusia que deberían apuntar a “todas las esferas de la sociedad que muestran alguna simpatía por el estilo de vida occidental”.
“Este discurso fue, en parte, una sanción informal e indirecta de la represión masiva. Su discurso fue aterrador, muy aterrador”, enfatizó Stanovaya al The New York Times.
Putin insistió en que las tácticas militares de Rusia en Ucrania se habían “justificado por completo”. Pero incluso los analistas afines al Kremlin consideran que Moscú se está atascando en un conflicto más sangriento y demorado de lo previsto, porque aparentemente Putin creía que muchos soldados ucranianos dejarían las armas en lugar de luchar.
“La operación militar es, sin duda, más dura de lo que se esperaba”, dijo Sergey Markov, un comentarista pro-Kremlin que aparece con frecuencia en la televisión estatal. “Se esperaba que del 30 al 50% de las Fuerzas Armadas de Ucrania se pasaran al lado de Rusia. (Pero) nadie ha cambiado de bando”.