François Hollande captó las señales y está buscando acercamiento sin fricciones. “Estamos en la mejor disposición de acompañarlos, siempre bajo el estricto respeto de su modelo e independencia”, dijo el presidente de Francia. Escogió inteligentemente sus palabras, en total sincronía con las directrices que rigen la política exterior de Cuba y su proceso de selección de amistades o socios.
Después de darse un baño de pueblo en una Avenida del Prado abarrotada de cubanos amistosamente curiosos, el presidente de Francia subió hasta el último piso del habanero hotel Sevilla para dejar claro cómo funcionarán las relaciones económicas entre La Habana y París, al menos mientras él gobierne en el Palacio del Eliseo.
Su discurso, pronunciado ante un salón lleno de miembros de un Foro empresarial bilateral, también iba dirigido de cierta forma a los funcionarios cubanos presentes, como Rodrigo Malmierca, ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, encargado a nombre de La Habana de llevar al mundo la actualización del socialismo cubano y su apertura interna y externa.
“Esta visita tiene un carácter político que no escapa a nadie, en un contexto conocido ya por todos” dijo en referencia a la lenta normalización de los vinculos entre La Habana y Washington o a su reconciliación express con la Unión Europea, que en apenas pocos meses enterró buena parte de las diferencias pretéritas.
El discurso de Hollande estuvo cargado de referencias y guiños a la nueva economía cubana, como la mención a la nueva ley de la inversión extranjera aprobada en 2014 y la Zona Especial de Desarrollo del Mariel, futuro laboratorio de la nueva relación entre el capitalismo foráneo insertado en el socialismo caribeño.
Haciendo un repaso de los puntos fuertes y promesas de la inversión francesa en Cuba, el mandatario galo hizo un ejercicio político inusual en La Habana. ¿Quién puede recordar la última vez que un jefe de Estado extranjero viajó a La Habana para hablarle a sus coterráneos inversores acerca de lo que hará por ellos?
“He venido con una parte importante del gobierno francés” en referencia a los ministros que lo acompañaron, responsables de “sectores de contribuyen a los intercambios entre nuestros países.”
“Trataremos de adaptarnos a sus reglas” cedió Hollande a los cubanos, pero “por supuesto queremos que sus reglas sean más flexibles y nuestras empresas puedan entonces administrar mejor sus recursos.”
“Nuestros expertos están aquí presentes” dijo señalando a las mesas del salón “y están también en la mejor disposición de acompañarlos para definir nuevas políticas cubanas que ustedes mismos puedan decidir.”
Francia ofrece, sugiere con cortesía; no trata de imponer ni presionar.
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A Cuba le gusta el respeto y parece privilegiar a las compañías galas en la construcción de su nueva economía, ofreciéndoles participación en proyectos estratégicos para el país, como la migración a las energías renovables o la búsqueda de petróleo en su porción del Golfo de México.
“El taller sobre energías renovables ratificó el interés de Cuba en discutir con las empresas francesas la posibilidad de recibir financiamiento, tecnología e inversión de capital directo en el desarrollo de las fuentes renovables de energía” comentó Rodrigo Malmierca.
“En la producción de petróleo expresamos nuestro interés en la participación del grupo empresarial Total en contratos de administración de exploración a riesgo y producción compartida en las áreas compartidas disponibles en Cuba” declaró.
Incluso, parecen dispuestos a hacer campaña para atraer un sector que la agroindustria estadounidense busca conquistar, al proponer que uno de los propósitos de Cuba es “lograr que empresas de Francia se interesen en realizar inversiones para incrementar la producción de alimentos.”
La visita de Hollande a La Habana prueba que Europa y otros están capitalizando mejor que Estados Unidos la apertura iniciada por Barack Obama en diciembre de 2014. Esa agilidad transatlántica demuestra que los diplomáticos cubanos no están cerrados a una reconciliación rápida, siempre que se satisfagan los requisitos mínimos solicitados: respeto a la independencia y no intervención en los asuntos internos.
55 minutos con Fidel Castro
“Físicamente se le nota deteriorado pero fue una conversación fácil, él habla, desarrolla su idea también escucha y después vuelve a hablar”, dijo Hollande acerca de su encuentro de poco menos de una hora con el ex mandatario cubano durante la tarde del lunes.
“No se ha pronunciado como un presidente. No se ha puesto en un terreno de diplomacia paralela. Quería encontrarme con Fidel Castro…Tenía delante de mí a un hombre que ha hecho la historia.”
El presidente de Francia pasó la mayor parte del día acompañado por algún importante político cubano: Hollande compartió las primeras horas de su agenda en Cuba con el primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel. Primero, en la Aula Magna de la Universidad de La Habana, donde impartió una conferencia magistral; luego en la inauguración de la nueva sede de la Alianza Francesa, en un palacete de principios del siglo XX completamente restaurado.
Díaz-Canel caminó junto a Hollande por la Avenida del Prado, un recorrido fuera de la agenda que demoró la firma de convenios gubernamentales y comerciales en el Hotel Sevilla de La Habana, así como el almuerzo programados con los hombres de negocios franceses asistentes.
Como cierre de su estancia, el presidente de Cuba, Raúl Castro, lo recibió en el Palacio de Revolución. Una nota de prensa indica que conversaron sobre “las amplias potencialidades existentes” y “otros temas de interés de la agenda internacional.”
Javier, leer tus comentarios internacionales es un encanto, tanto por la fina ironía como por la profundidad misma de tus análisis. Siempre los leo. Con los ojos cerrados sé que no será una lectura en vano ni más-de-lo-mismo. Hasta me reí con eso de que Hollande “captó las señales”.