El papa Francisco denunció hoy sábado el “mal” de las armas nucleares a su llegada a Japón para una visita de tres días con la que cumple su sueño de ser misionero en una tierra con un rico pero sangriento pasado cristiano.
El avión papal aterrizó en medio de la lluvia en Tokio y Francisco recibió una pequeña bienvenida en el aeropuerto antes de dirigirse a la residencia del Vaticano para reunirse con obispos japoneses. En las calles próximas a la nunciatura, fieles esperaban sonrientes con paraguas y un cartel con la frase “¡Gracias! Te amamos”.
Tras una completa visita de tres días a Tailandia, Francisco tendrá una agenda aún más completa en Japón. El domingo volará a Nagasaki e Hiroshima para abogar por el desarme nuclear total, y el lunes se reunirá con víctimas del desastre nuclear de Fukushima de 2011.
Estas reuniones vendrán antes que las que mantendrá con el emperador Naruhito y el primer ministro, Shinzo Abe, en un indicio de sus prioridades para este viaje.
A su llegada a la capital nipona, Francisco dijo a los obispos que quería rendir homenaje a las víctimas de las bombas atómicas y conocer a los sobrevivientes, “aquellos que siguen llevando las heridas de este trágico episodio de la historia de la humanidad”.
“El mal no tiene preferencias, no le importan los antecedentes ni la identidad de las personas”, señaló el pontífice. “Simplemente irrumpe con su fuerza destructiva”.
Francisco se ha implicado más que cualquier otro de sus predecesores señalando que no solo el uso, sino también la mera posesión de armas nucleares, debe “ser condenada”.
Se espera que repita este mensaje el domingo, que ha sido bien recibido por los japoneses con edad suficiente para recordar los bombardeos.
“Espero que ofrezca el mensaje de paz verdadera para Japón y para el mundo”, dijo Ryohei Sakamoto, un católico de 71 años que espera al pontífice en el exterior de la nunciatura el sábado. “Y espero que el mundo lo escuche a él y su mensaje. Eso es lo que deseo que pueda conseguir esta visita”.
Francisco contó a los obispos que cuando era un joven jesuita en Argentina había deseado ser misionero en Japón siguiendo los pasos de San Francisco Jabier, el jesuita que llevó el cristianismo al archipiélago en 1549.
Aunque por motivos de salud no pudo cumplir su sueño, cultivó un afecto especial por Japón y se sintió inspirado por los cristianos que, desde el siglo XVI, sufrieron más de 200 años de persecución.
“Ese autosacrificio por mantener viva la fe en medio de la persecución ayudó a la pequeña comunidad cristiana a desarrollarse, a fortalecerse y a dar frutos”, apuntó el pontífice.
Uno de los momentos destacados del viaje se producirá el domingo, cuando Francisco rece en el monumento a los 26 mártires de Nagasaki, que fueron crucificados en 1597 al inicio de la sangrienta ola de anticristianismo de las autoridades niponas.
Además, saludará a descendientes de los “cristianos ocultos”, que perseveraron en su fe durante generaciones pese a las amenazas de muerte y la ausencia de curas.
Otro de los objetivos clave de la visita de Francisco a Japón es acercarse a la pequeña comunidad católica del país, que en los últimos años ganó en diversidad por el influjo de los trabajadores extranjeros. Hoy en día, esos trabajadores temporales suponen más de la mitad de los 440.000 católicos del país, según el centro internacional de la archidiócesis de Tokio.
En total, los católicos son menos del 0,5% de los 127 millones de habitantes del país, la mayoría de los cuales están afiliados al budismo, al sintoísmo o con a ambos.