En lugar de las risas de los niños, ahora se escucha el canto de los pájaros o, tal vez, un auto solitario que circula por la calle. También llegan sus gritos o voces, pero ellos no están a la vista, sino dentro de sus departamentos, en los balcones.
Como las calles, cafeterías o, sobre todo las escuelas, los parques infantiles de todo el mundo se han quedado en silencio y abandonados por la pandemia del coronavirus.
Desde Moscú a Mumbai, desde Nueva York a Buenos Aires en las barras de juegos y los cajones de arena ya no hay muchedumbres infantiles, algunos están precintados, cercas temporales y señales que anuncian su cierre.
En Caracas, Venezuela, un hombre duerme en un banco que en otros tiempos habría estado ocupado por un padre que vigilaba mientras su hijo corría junto a sus amigos.
En Budapest, Hungría, un parque de juegos, rodeado por una cinta de plástico amarillo, está cubierto por una capa de nieve virgen luego de una tormenta de principios de primavera.
Y en Santiago, Chile, los columpios estaban anudados entre sí para impedir su uso. En La Habana, apenas se ve alguno en la calle.
En España, uno de los países más golpeados por la pandemia, los pequeños llevan semanas confinados en sus casas, aunque el gobierno permitirá que salgan a la calle durante breves espacios de tiempo a partir del 27 de abril mientras la nación empieza a salir lentamente de su encierro.
También la Argentina los especialistas y el gobierno empiezan a preguntarse cuán saludable es para un infante permanecer encerrado en un departamento, cuando muchos de ellos no tienen siquiera entrada para la luz del sol.
Tarde o temprano, las medidas comenzarán a flexibilizarse para ellos. Se les permitirán caminatas cortas, periodos al sol, empezará a vérseles lentamente.
Pero, tanto en un país como en el otro, pasará mucho tiempo antes de que los parques infantiles vuelvan a ser escenario de juegos y risas. Nunca las ciudades estuvieron tan tristes por la ausencia de los infantes.
AP/OnCuba