La conservación de la fauna nativa se ha convertido en un problema para Latinoamérica desde que el comercio ilegal cobró fuerza en la región. Perú, en especial su Amazonía, es uno de los países más afectados por el tráfico de especies nativas. Entre las variedades más afectadas por el comercio indiscriminado sobresalen las vizcachas, los osos hormigueros, quirquinchos, ranas, monos, tortugas, reptiles, alkamaris, halcones, zarigüeyas, loros y felinos.
Según varios reportes de prensa, el destino de la mayoría de estos animales es la domesticación, la venta de sus pieles, caparazones y dientes para uso en ritos religiosos o el consumo humano. Esta última práctica, además de un crimen ambiental que amenaza la supervivencia de algunas especies nativas, representa un peligro para la salud humana debido a la alta patogenicidad de algunas de las carnes que se comercializan ilegalmente.
A pesar de los esfuerzos de la Policía Forestal y Medio Ambiente (Pofoma) de Perú y de varios grupos de rescate, el tráfico sigue fortalecido en la Amazonía y se ha ramificado incluso a través de varias plataformas online, donde también son comercializadas algunas especies. Uno de los pasos dados por Perú en dirección al combate de estas prácticas fue la clasificación del tráfico de flora y fauna nativos como crimen organizado. No obstante, las imágenes recientes que llegan desde mercado de Iquitos, uno de los principales centros de comericialización de especies nativas, muestran el largo camino que aún queda por recorrer para combatir este crimen ambiental.