Según Joaquín Sabina, Pablo Milanés le retrató en un verso donde le relaciona con la mentira: “tengo un amigo lejano y mentiroso”. La mentira es el arte, la poesía, la otra cara de la verdad, dice: “Yo no soporto la mentira en el comportamiento de la gente, pero en la literatura es lo único que quiero”, fue de sus respuestas a Javier Menéndez para el libro Sabina en Carne viva (2006).
Mentira es también una palabra reiterada de forma implícita o explícita en muchas de sus mejores canciones. Un rápido repaso por la obra del ubetense nos lleva por versos memorables como: ya sé que no me amas, ni yo a ti/¿para qué me lo vas a repetir? (“Quédate a dormir”), pasando por el ruido mentiroso de “Ruido” hasta el más de cien palabras, más de cien motivos/ para no cortarse de un tajo las venas… de “Más de cien mentiras”.
Pero, ya en 1990 Sabina contaba con un disco donde la palabra mentira se había ido a la tapa gracias al título de una de las canciones. “Mentiras piadosas” es la quinta del álbum con igual nombre, y cuyo estribillo recordarán conmigo:
Yo le quería decir la verdad
por amarga que fuera,
contarle que el universo era más
ancho que sus caderas,
le dibujaba un mundo real, no uno color de rosa,
pero ella prefería escuchar
mentiras piadosas.
Este noveno disco de Joaquín Sabina, que tal vez nos recuerde un momento de nuestras vidas, porque en conjunto, o alguna de sus doce canciones nos acompañaron como suelen hacerlo los temas musicales lo suficiente como para no sentirnos solos, fue producido por Areola Eurodisc durante aquellos días confusos de finales de un siglo feliz.
Ahora llega a un aniversario cerrado y vuelve uno a recordarlo de principio a fin. En lo concerniente a Sabina, salió al mercado el mismo año en que nació su primera hija, Carmela, y después de haber realizado algunas presentaciones por Argentina, México y Venezuela.
En la grabación pueden sentirse armonías o referentes literarios de estas regiones; voces, estilos, ritmos que Sabina conocía desde antes, aunque tal vez comience a subrayar a partir de este disco de “transición”, como lo llama él mismo, teniendo en cuenta que se encuentra entre dos trabajos donde se advierte su evolución sonora y estilística: El hombre del traje gris (1988) y Física y química (1992).
Para componerlo, según cuenta Pancho Varona a Julio Valdeón en su libro Sabina. Sol y Sombra (2017), el cantautor, cantante, poeta o como quiera que queramos etiquetarlo, lo arrastró a Buenos Aires en busca de inspiración. Aun no era famoso allí y estuvo veinte días disfrutando libremente de la noche porteña.
Habían llegado con una sola canción lista, “Eclipse de mar”, firmada en el disco junto a Luis Eduardo Aute. A su regreso, no había material nuevo más que ese. Del tiempo en América del Sur solo daban testimonios la memoria y el cuerpo.
Sin embargo, tal como lo cuenta el guitarrista que estaba junto a Sabina desde 1982, a los pocos días del regreso a Madrid emergió lo necesario para empezar a generar canciones: “Medias Negras”, “Con la frente marchita”, “Con un par” y “El muro de Berlín” fueron las primeras.
En su canal de YouTube y en la sección Lo que nadie sabe de las canciones que todo sabemos, recuerda Pancho Varona cómo Sabina le entregó la letra de “Y si amanece por fin” y él, junto al baterista Sergio Castillo, se encargaron de ponerle música.
El tema es el tercero del disco, que abre con “Eclipse de Mar” y sigue con “Pobre Cristina”: Y si amanece por fin/ y el sol incendia el capó de los coches/ baja las persianas/ de ti depende y de mí/ que entre los dos siga siendo ayer noche/ hoy por la mañana..
“No está mucho en el repertorio, no sé por qué”, es el estilo que me gusta a mí componiendo, triste, medio tiempo…, dice Pancho Varona, quien también ha sido mano derecha e izquierda del cantante, como ha dicho él: “Tato Gómez hizo los bajos. Nos dio unos bajos que nunca ha habido bajos como esos”.
Fue grabado en los estudios Eurosonic y para lograr la sonoridad a la cual aspiraban se hicieron acompañar por una buena cantidad de instrumentistas que ya habían triunfado desde Rock and Ríos, el undécimo trabajo de Miguel Ríos y el disco más vendido del rock español.
De ese modo, Sabina logró sumar al bajista Tato Gómez y al baterista Sergio Castillo; también tuvo las guitarras de John Parsons y de Antonio García de Diego, quien se quedaría con él hasta el sol de hoy.
“No creo mucho en la creación colectiva, de hecho no creo casi nada, pero sí creo en las paradojas. Y me atrevo a decir que, Panchito, Antonio y yo somos un grupo infinitamente más grupo que todos los grupos que en el mundo han sido”, dijo Sabina para uno de estos libros citados.
Varona, García de Diego y Castillo fueron los productores; siete de las 12 canciones están firmadas por más de una persona y solo dos corresponden íntegramente a Sabina; la que da título al álbum y “Medias negras”, el tema número 10 al cual preceden ejemplares como “El Muro de Berlín”, “Con un par” o “Corre dijo la tortuga”, una de las preferidas de Sabina, al menos hace unos años.
La historia de “Medias Negras” es la que sigue: cuando estaban grabando el disco Sabina llegó con la letra y García de Diego y Varona le pusieron una música que a Sabina no le gustó para nada. Prefería algo diferente a la propuesta. Pero, la melodía compuesta en aquel primer intento fue aprovechada en el siguiente trabajo que sería editado dos años más tarde. Así la letra de “Los cuentos que yo cuento” lleva hoy la música primera de la canción que muchos cubanos conocimos en voz de Willy Chirino.
En la actualidad tanto la letra como el ritmo con el que suelen interpretar esta canción en sus conciertos han variado bastante. Después de conocida la versión de Chirino, Sabina optó, como homenaje al cubano, por darle un tono más movido, y de esa forma suelen interpretarla.
Al final, también fue Sabina quien acabó por ponerle la música definitiva a esa historia que, para la inclusión en el disco, al decir de Varona, cuenta con unos estupendos solos de John Persons: La vi en un paso cebra/ toreando con un bolso a un autobús/ llevaba medias negras/ bufanda a cuadros, minifalda azul.
Aunque a su regreso de Argentina, a donde había llegado en busca de inspiración para el disco, no tuvo canción ni letra hasta pasadas unas semanas, uno de los temas nacidos de esta experiencia marcaría su relación con la tierra de Borges, Cortázar, Fito y Charly García.
“Con la frente marchita”, el octavo tema, sigue siendo un himno donde se mezcla una historia de amor con recuerdos de los miedos y odios de un país siempre agitado; eso ha calado en los argentinos de manera tan profunda que lloran cuando se enfrentan a Sabina interpretando la canción en el Luna Park. Algunos siguen versionando esa letra, como lo hizo Adriana Varela en 2003 para el disco Entre todas las mujeres, donde se incluye otro tema del disco en cuestión: Corre dijo la tortuga, interpretado con maestría por Julieta Venegas.
“Cuando estábamos haciendo las maquetas —cuenta García de Diego— yo salía llorando del estudio. No te exagero. Me ha pasado otras veces con Joaquín, que llega con una canción, con una maqueta, y se me caen los lagrimones porque me emociono”. Sentados en corro/ merendábamos besos y porros/ y las horas pasaban de prisa/ entre el humo y la risa…
A la larga, esa canción le abrió las puertas definitivas de Argentina, donde hoy Sabina y sus músicos tienen millones de seguidores que los idolatran. A esa situación también ayudó la interpretación de uno de los temas de este disco que Juan Carlos Baglietto ya cantaba en el mismo 1990.
Mentiras piadosas es un disco memorable, querible, ajustado, al menos en mi caso, al recuerdo de la época en que comenzaba a familiarizarme con la música de Joaquín Sabina. No es el mejor, pero está lleno de historias que ponen de manifiesto su genio y recuerdan su relación con el periodismo (como es el caso de los retratos de Cristina Onassis o Dionisio Rodríguez, El Dioni), con la política y, claro está, con la mentira, que es también la literatura pura, la poesía pura y un modo personal de pagarle a la sociedad.
Como dijera Francisco Umbral, escritor admirado por Sabina y por mí: “El mundo no se merece la verdad, la gente no se merece la verdad, nadie se merece la verdad”. Lo cual, dicho de otra forma, puede ser interpretado como que la única salvación del mundo y su humanidad radica en el arte y la poesía.
A ti que te lo haces/ de baile de disfraces cada día/ a ti que te lo montas/ de niña tonta en medio de una orgía…
Excelente artículo. Gracias.