Más de medio año después de que el huracán Harvey inundase el corredor de plantas energéticas y petroquímicas más grande de los Estados Unidos, se sabe que el impacto de la tormenta en el medio ambiente fue más grave y amplio que lo que las autoridades reconocieron inicialmente.
En base a datos oficiales de condados, estados y federales, la Associated Press y el Houston Chronicle catalogaron más de 100 emanaciones tóxicas en el área metropolitana de Houston, la cuarta ciudad más grande del país.
La mayoría nunca fueron publicitadas. Y solo unas pocas fueron investigadas por reguladores federales. Las autoridades estatales afirman que investigaron 89 incidentes, pero no anunciaron medida alguna.
El corredor incluye unas 500 plantas químicas, diez refinerías y más de 10,700 kilómetros (6,670 millas) de tuberías de petróleo, gas y sustancias químicas. Una sola de estas plantas despidió casi 1,9 millones de litros de agua de la tormenta mezclada con desechos industriales.
Las decenas de toneladas de sustancias químicas que la propia industria dijo haber perdido incluyen carcinógenos comprobados como cloruro de benceno y de vinilo. Muchas de las plantas afectadas tienen un historial de infracciones.
La búsqueda de contaminantes se limitó mayormente a sitios que ya habían sido identificados de antemano como lugares potencialmente contaminantes. Los controles de la calidad del aire fueron más amplios, pero las autoridades dieron pocos detalles y garantizaron en reiteradas ocasiones que la contaminación derivada del paso de Harvey no era un riesgo para la salud.
El funcionario que encabezaba la oficina regional de la Agencia de Protección Ambiental por entonces, Samuel Coleman, dice ahora que esas evaluaciones no reflejaban la existencia de sitios que representaban un peligro para la gente.
La prioridad más inmediata tras el paso de Harvey fue “enfrentar cualquier daño ambiental lo más rápidamente posible, a diferencia de hacer anuncios sobre cuál era el problema”, señaló Coleman.
En retrospectiva, agregó, tal vez no hubiera sido una mala idea informar al público sobre las peores de “decenas de emisiones”.
Las autoridades locales dicen que la respuesta a nivel estatal y federal complicó los esfuerzos de la municipalidad de Houston y del condado de Harris por demandar a las empresas y obligarlas a hacer limpiezas.
“El público tal vez jamás se entere de la magnitud de lo sucedido con el medio ambiente después de Harvey. Pero las empresas individuales por supuesto que lo saben”, sostuvo Rock Owens, abogado de cuestiones del medio ambiente del condado de Harris, donde viven 4,7 millones de personas.
Los reguladores alertaron al público acerca de los peligros de solo dos desastres tóxicos muy publicitados: el de la planta química de Arkema, al noreste de Houston, que explotó y se quemó durante varios días, y un sitio vecino lleno de dioxinas cuya compuerta protectora fue dañada por la crecida del río San Jacinto.
El director de la Comisión de Calidad Ambiental de Texas Bryan Shaw dijo durante una audiencia legislativa de enero que no podía discutir esas emisiones o posibles sanciones mientras se seguía investigando el tema. El estado dice que tiene “varias investigaciones en marcha”, pero no dio detalles.
El hecho de que no se hayan hecho más exámenes del medio ambiente después de Harvey es “inadmisible”, afirmó el sociólogo especializado en asuntos ambientales Scott Frickel, de la Brown University, sobre todo comparado con lo que se hizo después de dos huracanes previos en la Costa del Golfo.
Después del paso de Ike en el 2008 los reguladores estatales recogieron 85 muestras de tierra. Se identificaron más de una docena de infracciones y se hicieron limpiezas, según los archivos estatales.
Y tras el paso de Katrina que dejó a Nueva Orleáns bajo el agua en el 2005, la Agencia de Protección Ambiental (conocida como EPA, sus siglas en inglés) y las autoridades de Louisiana examinaron 1,800 muestras de tierra, de acuerdo con archivos de esa dependencia.
Los científicos creen que el diluvio –cayeron un metro y medio (cinco pies) de agua en algunos sectores– tuvo un efecto nefasto en la tierra y que los contaminantes probablemente migraron.
“Esa tierra fue a parar a algún lado”, manifestó Hanadi Rifai, director del programa de ingeniaría ambiental de la Universidad de Houston. ”El resultado final en la Bahía de Galvestone va a ser catastrófico”.
Una de las nueve muestras de tierra recogidas en septiembre por investigadores de la Rice University en un barrio el este del centro de Houston contenía un conocido carcinógeno, a niveles apenas por encima de lo que la Agencia de Protección del Ambiente considera un peligro de cáncer, de acuerdo con un análisis químico independiente costeado por AP y el Chronicle.
Muestras tomadas en octubre en un popular parque de Houston contenían elevados niveles de dioxinas, policlorobifenilos (PCB) y otras sustancias químicas peligrosas generalmente asociadas con la quema de petróleo, carbón o gas, indicó Jennifer Horney, profesora de epidemiología de Texas A&M, que hizo exámenes para la municipalidad. Pero los niveles estaban por debajo de lo que la EPA considera peligroso.
“Nadie nos dijo nada” sobre la contaminación, expresó Claudia Méndez, activista comunitaria de 42 años que vive a un kilómetro y medio (una milla) de Galena Park, donde hubo un derrame de 2 millones de litros de gasolina y se evacuó una planta de Magellan Midstream Partners por temor a una explosión. Dijo que se enteraron del derrame una semana después.
El portavoz de Magellan Bruce Heine dijo que la empresa informó de inmediato a las autoridades estatales y federales.
AP / OnCuba