Una vida llena de emociones, trabajo, amistad y amor, es lo que se le suele suponer a Celia Cruz, la gran salsera cubana que marcó una época y murió en Nueva Jersey a los 78 años.
Un rasgo menos conocido de su persona ha sido reflejado en un reporte del diario El País de España. Celia Cruz tenía una cierta obsesión por conservar organizadamente cada papel, cada rastro de su vida en este mundo. Como si quisiera dejar constancia de todo.
Todo ese arsenal, un verdadero tesoro de la memoria, está bajo la custodia de su albacea y último manager, Omer Pardillo, quien asegura atesorar: “Contratos, cartas, periódicos, fotografías, carteles. Tenía en casa unas cajas de plástico y cuando llegaba de un viaje metía los papeles que se había traído”.
La costumbre de guardar documentos ya la tenía en Cuba, mucho antes de dejar de vivir en la Isla.
Por ejemplo, El País tuvo acceso a su primer pasaporte, de 1947, año en que Celia Cruz hizo sus primeras grabaciones en Caracas. También el reportero pudo ver su carné de empleada del espectáculo El Caribe del hotel Habana Hilton, hoy Habana Libre.
La cantante, que salió de Cuba en julio de 1960 conservó un documento de octubre de 1959 expedido por la nueva Policía Nacional Revolucionaria que la autorizaba a “abandonar el territorio nacional a su entera libertad”.
El País publicó una fotografía de la nota original firmada del pésame que Celia Cruz enviara en mayo de 1995 a la familia de la artista española, Lola Flores.
“Pedro y yo estamos sumamente afectados con la desaparición de nuestra adorada Lola, por tal motivo nos unimos a vuestro dolor y al dolor de toda España y la clase artística mundial”, escribió Celia.
La Reina de la Salsa actuó más de una vez sobre el escenario con La Faraona. Juntas hicieron una versión muy especial de la tan conocida “Burundanga”.
“Celia lo guardaba todo”, bromea Pardillo. En los archivos se encuentran las cosas más disímiles, papeles personales y profesionales:
♦ un certificado de vacunación cubano de 1959
♦ una foto de carné dedicada en 1961 por Celia a su marido Pedro: “A mi Adonis negro, tu muñeca que te adora”.
♦ contratos para conciertos; uno de 1971 estipula que en el anuncio su nombre figurará “un 100% mayor que el de los otros artistas”
♦ un aviso a la dueña de un teatro de Ciudad de México de que llegará cinco días antes “para aclimatarme a la altura”.
♦ el recibo de un pago de 260 dólares por 40 clases de inglés que recibió en Nueva York en 1972.
♦ el préstamo de un banco de EE UU por 37,000 dólares
♦ los resultados de un análisis de laboratorio de Pedro
♦ la garantía de un Rolex
♦ una reseña de un concierto suyo publicado en The New York Times…
Todo está archivado. Se trata de mucho material para sus biógrafos quienes tendrán con ello un compromiso mayor de no equivocarse en la narración de una vida tan intensa como fue la de Celia Cruz.