“Las acciones del GRU [siglas de la central de inteligencia militar rusa] son una amenaza para nuestros aliados y para nuestros ciudadanos”, dijo la premier británica, Theresa May. Y agregó: “Reino Unido no está en desacuerdo con el pueblo ruso, pero no podemos permitir acciones bárbaras como la ocurrida en Salisbury”. La líder inglesa evitó, sin embargo, responsabilizar a Vladimir Putin del hecho.
May ya había insinuado que Moscú estaba detrás del envenenamiento de Sergei Skripal y su hija con Novichok, una famosa sustancia que no se utilizaba desde la Segunda Guerra Mundial. Esa disputa implicó, por ejemplo, un boicot parcial de Inglaterra al Mundial de fútbol organizado en Rusia.
Esta vez, la primera ministra, le puso nombres propios a los responsables. Dijo que su fuente fue un informe de diversos servicios de inteligencia oficiales que trabajaron juntos en el caso.
A pesar de las acusaciones, no hubo pedido de extradición. Una solicitud formal era “inútil”, según May, “porque Rusia se ha negado reiteradamente a permitir que sus ciudadanos sean sometidos a juicio en el extranjero, citando un impedimento a la extradición en su constitución”. Pero juró: “Si alguna vez estas personas vuelven a viajar fuera de Rusia, tomaremos todos los pasos posibles para detenerlos, extraditarlos y llevarlos a la justicia aquí en el Reino Unido”.
Sergei Skripal sirvió en el GRU durante más de una década antes de pasar secretos al MI6 inglés que ayudaron a desenmascarar espías rusos encubiertos en Europa. Vivía en Inglaterra tras haber sido condenado en Rusia a 13 años de prisión por traición y espionaje en 2006, pero liberado cuatro años más tarde como parte de un intercambio de espías de alto perfil y llevado a Gran Bretaña.
Theresa May vive un momento de bajísima popularidad, tras la salida de Johnson y el avance del Brexit. Apenas cuenta, según los últimos sondeos, con poco más del 20 por ciento de aprobación. Casi una tercera parte del apoyo con el que contaba tan solo un año atrás. Su nombre se hizo viral en todo el mundo la semana pasada por intentar bailar, sola y sin demasiado ritmo, durante un encuentro en Sudáfrica.