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Estamos concluyendo 2025. Durante todo este año tenso y difícil, han ocurrido muchos acontecimientos importantes, acompañados también por análisis, reportes, debates y publicaciones que, desde la academia, tratan de contribuir a una mejor comprensión y a proponer alternativas. Estas buscan contribuir a salir de la difícil situación en la que se encuentran la economía y la sociedad cubana, aun cuando estos con frecuencia no son tomados en consideración.
A la luz de este tiempo y de los análisis sucesivos que se han ido presentando, me parece útil preguntarnos, muy sintéticamente, qué queda y qué ha llegado a la economía cubana después de estos últimos doce meses.
Lo que queda:
- Recesión que no cede, un producto que estará a más de 12 puntos por debajo del que se obtuviera en 2019, seis años después.
- Notables desequilibrios macroeconómicos con algún alivio cuantitativo, pero no cualitativo.
- Insuficiente producción de alimentos; algunos rubros crecieron, otros decrecieron y la industria alimenticia muy por debajo (entre un 30 y un 45 %) del plan que se fijó para este año que termina. Se mantiene la fuerte dependencia de la importación en este sector.
- Profundas crisis sectoriales (energía, agua, sanidad, infraestructura, salud, etc.)
- Mayor participación en las ventas minoristas del emergente sector privado (con mayor oferta relativa y también mayores precios).
- Baja eficiencia y rentabilidad del sector estatal, aunque del total de 2741 empresas estatales. Hubo una reducción de las 308 que estaban en pérdida el año pasado a 264 en septiembre de este año. Más del 31 % mantiene una rentabilidad de moderada a baja, muchas veces explicada más por aumento de precios que por aumento de ventas físicas. De enero a mayo de este año, solo 29 empresas, el 1,1 % del total, obtuvieron ganancias considerables, por encima de los 500 millones de CUP. El empleo promedio en ese periodo bajó un 6,3 % y la productividad del trabajo tuvo un ligero incremento del 1,5 %.
- Estancamiento de las exportaciones (calculada en un decrecimiento de 7 % en comparación con el año anterior) que se explica por la recesión en la producción de bienes y servicios, debido a factores internos de falta de eficiencia, productividad y energía, combinados con fuertes estrangulamientos externos (en primer lugar, la acrecentada agresión norteamericana y la situación de la economía internacional).
- Mercado monetario con diversidad de tasas de cambio y sin capacidad de regulación por parte del banco central, lo cual deja espacios al impacto de tasas paralelas con un notable componente especulativo, situación que altera toda la operación de la economía en sus diversos sectores.
- Banca con serios problemas en su funcionamiento, que se mantiene como un fuerte obstáculo al curso de la bancarización.
- Política fiscal de impacto regresivo e importante nivel de evasión, que, entre otros factores, no utiliza efectivamente un documento fundamental de base como la emisión obligatoria de facturas. El futuro y posible introducción del IVA debería tomar en cuenta estas consideraciones en un artículo publicado recientemente nos referimos en extenso a este punto específico.
- Política de inversiones que no responde adecuadamente a las prioridades del país, a pesar de su reciente modificación a favor del sector energético, pero aún insuficiente y sin los necesarios incrementos al sector agropecuario.
- Crisis demográfica que pesa sobre la reducción y el envejecimiento de la población, baja tasa de natalidad y numerosa migración al exterior. Esto último, fundamentalmente de jóvenes y muchos de ellos calificados. Todo esto plantea un serio límite a la economía y al desarrollo.
- Erosión notable de la confianza en las instituciones.
- Crisis social, con incremento de la pobreza, que las actuales políticas sociales no logran compensar.

Qué hay de nuevo:
- Cambio en la estructura de las inversiones que responde a la emergencia energética: la inversión en el sector se ha elevado a un 10 % debido no solo al esfuerzo de mantenimiento a plantas termoeléctricas que están en muy mal estado, sino también a la amplia instalación de paneles solares, lo cual es importante, aunque por el momento solo aportan sobre el 7 % de la energía disponible (el sector energético tiene afectada su capacidad de generación en un 43 %).
- Por esta razón, la inversión en turismo ha disminuido de más del 30 a cerca de un 20 %, pero la correspondiente a la agricultura continúa entrampada en cerca del 3 %.
- Hay una reducción relativa del déficit presupuestario. La última cifra disponible lo colocaba en un 6 % del PIB, aún alto, pero notablemente más bajo en comparación con los niveles que alcanzó recientemente, de cerca del 18 %, lo cual se debe no solo a una mejor gestión fiscal, sino también a que quedaron partidas del presupuesto sin ejecutar: unos 14 mil millones de pesos.
- Esta reducción del déficit es importante en relación con la recuperación relativa de los equilibrios macroeconómicos y el control de la inflación, pero en rigor la reducción del déficit presupuestario no es un fin en sí mismo. Uno de los grandes desafíos de la economía es reducir el déficit y a la vez neutralizar o reducir su potencial efecto recesivo, lo cual solo es posible si se acompaña con medidas por el lado de la oferta. Quiere decir: incentivos efectivos a la producción y a la exportación, articulados con la secuencia correcta, y esto significa transformaciones profundas en la estructura del sector productivo y en el modelo económico.
- Hay una disminución del nivel de la inflación interanual, pero el efecto cualitativo de esta sobre la población y la economía continúa siendo muy fuerte y riesgoso. El anclaje de los salarios y las pensiones para contener la presión de la demanda sobre los precios recargan el costo del ajuste en amplios sectores de la población, con fuertes efectos sociales como el crecimiento de la pobreza.
- Renegociación parcial de deuda externa que ha permitido básicamente reprogramar pagos y posibles operaciones de swaps con España, pero esto no es garantía de la apertura de nuevos créditos y líneas de financiamiento.
- Nuevas y positivas medidas para la inversión extranjera, anunciadas recientemente en la feria de La Habana. Sin embargo, de nuevo, el posible efecto positivo de esto en materia de inversión sería probablemente anulado sin otros cambios simultáneos y secuenciales en el modelo económico.
- Expansión de la llamada dolarización parcial de la economía, aún insuficientemente explicada en sus alcances, límites y objetivos. La dolarización es siempre un camino de alto riesgo, sobre todo si no está claramente integrada a un proceso de transformaciones sistémicas y profundas que permitan en plazos razonables una ruta de salida.
- Mayor presencia de Cuba en importantes espacios emergentes como los BRICS, pero desde una economía en crisis y de baja eficiencia, lo que limita las oportunidades que allí se abren. No se puede olvidar que las relaciones económicas basadas fundamentalmente en acuerdos políticos son cosa del pasado.
- Fortísimo impacto del huracán Melissa en las provincias orientales, lo cual le plantea presiones adicionales a la economía y a la sociedad.
- Fuerte impacto de varias epidemias transmitidas por vectores fuera de control, con un gran daño social y económico y un sistema de salud rebasado.
- Mayor tensión en la crisis geopolítica global, cuyo conflicto se ha acercado peligrosamente a las fronteras del país, con el fuerte despliegue naval de EE.UU. en el Caribe e injustificadas operaciones de máxima agresividad, que parecieran inscribirse en la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de ese país. Según la letra de este documento, el hemisferio occidental se convierte en foco central de la estrategia estadounidense, reforzando la pretensión de una hegemonía no compartida en esta área. Los riesgos para Cuba son obvios y deben ser tomados en serio.
- Presentación y convocatoria al debate de un Programa de Gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía. Esto último es, sin dudas, un paso importante que se autopropone actuar sobre los nudos que han de desatarse en la economía para ponerla en camino de superar la crisis estructural que la afecta. Como está sometido a debate, se supone que es aún un borrador.
Ahora bien, la pregunta es que si, como lo conocemos, este Programa está en condiciones de lograr su objetivo, nuestra respuesta es que no, porque, aunque tiene elementos positivos, es incompleto, desarticulado, confuso y omiso en cuestiones fundamentales.
La economía cubana hoy sigue esencialmente basada (a pesar de los importantes cambios que ha tenido) en un modelo de planificación burocrática y baja eficiencia, bloqueada, con fuertes restricciones externas, falta de financiamiento y sin sectores dinámicos que venzan la resistencia para el despegue.
El turismo, que ha concentrado la inmensa mayoría de la inversión en los últimos años, cerca y aún más del 30 %, con una reducción a cerca de un 20 % este año 2025, debido a los recursos que ha demandado la muy fuerte crisis energética, se mantiene en contracción y con un uso de la capacidad habitacional durante este 2025 de menos del 20 %. Este es un sector que, además de sus problemas en la calidad del servicio, es muy sensible a la agresión externa.
El sector azucarero no es la sombra de lo que fue. Las zafras no llegan a 200 mil toneladas. El níquel y el cobalto están afectados por los precios internacionales y el cierre de mercados. El tabaco sí ha crecido respondiendo a algunas políticas innovadoras y nuevos incentivos en el sector. Los productos biofarmacéuticos se siguen desarrollando, pero con dificultades de acceso a los mercados internacionales, y los servicios médicos al exterior continúan, aunque bajo una fuerte presión de esta administración norteamericana.

Síntesis y conclusión
La contracción de la economía explica la imposibilidad de que crezca la producción de bienes y servicios, lo cual deprime el consumo y las exportaciones. Los desequilibrios macroeconómicos y el mercado cambiario sin control limitan la efectividad de las políticas económicas.
La falta de un mercado cambiario flexible, debidamente regulado, operativo y sostenido, impide el funcionamiento articulado del sistema productivo en todos sus sectores y actores económicos, este no es un asunto menor, es esencial.
El problema más complicado es la pérdida de capacidad de crecimiento de la economía, sin sectores dinámicos, combinada con la presencia de un modelo de planificación burocrática y baja eficiencia. Además de la persistencia de claras urgencias como el déficit alimentario, energético, de sanidad, la incapacidad de pago, etc., que demandan respuestas inmediatas y prioritarias, pero que a la vez no impidan una solución de conexión con las reformas estructurales profundas. Las partes deben articular con el todo, aun cuando sea necesario establecer prioridades. Sacrificar la integralidad del proceso, en los plazos y con la secuencia adecuada, sería un suicidio.
La única solución posible es una reforma integral y profunda y este documento ahora sometido a debate no la contiene. En primer lugar, una reforma que responda desde la recuperación de los equilibrios macroeconómicos, la atención a las urgencias y la conexión de todo esto con los cambios estructurales más profundos.
Los principales son: la reforma de la empresa estatal, no para que deje de ser pública, sino para que deje de ser ineficiente, acompañada de una mejor articulación e impulso al sector privado y cooperativo, y la transformación profunda del subsistema de producción agropecuaria. Ninguna de ellas está claramente definida en el Programa de Gobierno.
Un programa para la transformación integral de la economía debe identificar de manera precisa los objetivos de política económica y las herramientas para alcanzarlos. No se trata de listar aspiraciones sin definir adecuadamente cómo alcanzarlas, establecer etapas, áreas de acción, secuencias correctas, indicadores fundamentados, no generales, fuentes alternativas de financiamiento y, sobre todo, un horizonte estratégico acerca de a qué tipo de economía y de sociedad se aspira a llegar. La arquitectura y el sentido estratégico de la transformación es esencial.
Hay bastante similitud entre este documento nuevo y los Lineamientos que se aprobaron hace 14 años, cuando es preciso y perentorio ir mucho más allá.
Con frecuencia se abusa de expresiones como “actualizar”, “perfeccionar”, “impulsar”. Debemos preguntarnos: ¿actualizar qué, perfeccionar qué, impulsar qué y cuándo? De lo que se trata es de transformar de manera integral y profunda. Aquí cabe lo de “cambiar todo lo que deba ser cambiado y con mucha urgencia”.
Nota del autor: Todas las estadísticas corresponden a informes de la ONEI y a Reportes del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana.
*Este texto fue publicado originalmente en el perfil de Facebook de su autor. Se reproduce con su expreso consentimiento.











