Bienvenidos al Nuevo Mundo

La idea del “Nuevo Mundo” no se refiere precisamente al concepto derivado de la hazaña realizada por Cristóbal Colón siglos atrás. Tampoco de un planeta cercano, habitable, al que una nave espacial internacional está próxima a arribar. ¿De qué va esto pues?

Se ven carteles con la bandera de Estados Unidos y la bandera china afuera de una tienda que vende productos extranjeros en Qingdao, en la provincia oriental de Shandong, el 19 de septiembre de 2018. Foto: AFP/Getty Images

Cuando hablamos del “Nuevo Mundo”, nos referimos solo al fin de la hegemonía unilateral estadounidense a partir de los logros de una potencia que parece determinada a convertirse en la primera del mundo: China. Se trata de una sociedad con economía que combina mercado con planificación, capaz de eliminar las crisis cíclicas, detener y revertir el deterioro ecológico, garantizando el bienestar creciente de una población que participa plena y democráticamente en su dirección, el Estado.

La arremetida revanchista que encabezara el ex presidente estadounidense Donald Trump contra el socialismo, con China a la cabeza, es una postura coherente con la cosmovisión política del “Viejo Mundo” que Trump representa. De aquí nacen justamente sus ideas de que China debía ser detenida y destruida pues tiene a los máximos representantes del capital contra las cuerdas en la competencia económica mundial.

Las tendencias socialistas, socialdemócratas diríamos nosotros, pero más a la izquierda en cualquier caso, dentro de EEUU y en todo el mundo, son de hecho demasiado para el establishment político de ultraderecha de ese país.

Aunque nos metan miedo con relatos sobre las “pretensiones” chinas de dominación, hablamos de una superpotencia cuya esencia no es imperialista, por más que naturalmente desborde sus fronteras con su capital excedente, su liderazgo tecnológico, exportador, en definitiva, económico.

En este “Nuevo Mundo” que habitamos, el Brexit no sería más que la pataleta de dos países por reencontrarse con el dominio cultural, tecnológico y económico anglosajón que va perdiéndose irremediablemente para dar paso a un nuevo orden mundial.

La toma del Capitolio el pasado mes de enero es un síntoma generado por esta reconfiguración global.

Minuto a minuto: manifestantes pro Trump asaltan el Capitolio e interrumpen sesión del Congreso

El traspatio, Nuestra América, en las palabras de Martí, se le va yendo a EEUU de las manos, en buena medida movido por ideas socialistas. Haber intentado frenar esta emancipación latinoamericana con Trump al frente de la presidencia estadounidense parece la evidencia clara de a qué recursos, cercanos al fascismo, llega a acudir el “Viejo Mundo” para sostenerse.

La victoria en EEUU del presidente Joe Biden es también otra señal inequívoca del “Nuevo Mundo”. A pesar de las ataduras que conserva con el gran capital de ese país, el partido que representa es una amalgama que incluye los sectores más progresistas de esa sociedad.

El papel del Estado en un mundo en decadencia

La pandemia de la COVID-19 ha revelado que solo con solidaridad, cooperación y ayuda mutua podremos salvar al mundo de la enfermedad y de buena parte de los otros problemas que lo aquejan.

De la misma forma, la crisis sanitaria derivada de la pandemia ha puesto al descubierto las consecuencias de las políticas que con la excusa de “salvar la economía”, léase “salvar al capital”, hundieron a algunos países en una depresión sin precedentes recientes.

Recuerdo las predicciones de The Economist, allá por marzo del 2020, sobre la prevalencia del modelo liberal occidental para enfrentar la pandemia. En el tiempo que llevamos combatiendo a la COVID-19, los líderes del mundo anglosajón, principalmente EEUU y el Reino Unido, han establecido todos los récords de contagio y muertes por la enfermedad y el primero se acerca, increíblemente, al número de muertos que tuvo por la mal llamada Gripe Española cuando el desarrollo de la medicina era significativamente inferior al que tenemos hoy en día.

Lo anterior contrasta con los resultados del resto de los llamados “países desarrollados” angloparlantes, como Nueva Zelandia y Australia, que, ajenos al complejo de prevalencia mundial, utilizaron al Estado central y a su condición de islas para minimizar los efectos de la pandemia. El papel del Estado en la economía y en la sociedad toda revela las previsiones de Marx y su adecuación por Keynes para salvar al capitalismo luego de la Gran Depresión hace 90 años. Es el socialismo el que frenará ese crecimiento incesante y geométrico de nuestra especie, que amenaza con eliminar a todas con  las que convivimos en la tierra. Es el Nuevo Mundo al que vamos llegando.

Pero ¿sería el Estado el gobierno central?

EEUU arremete contra China en todos los frentes, sobre todo en el económico intentando detenerla. Lo que más le duele es la ausencia de las crisis cíclicas y lo imposible de competir con las producciones chinas. Alegan, muchas veces con razón capitalista, la intervención del Estado como el factor decisivo para el éxito de China, que sería inaceptable para EEUU justamente por la ¨competencia desigual¨ que la mediación de este agente económico, ahora protagonista, le daría a las empresas del país asiático.

No se dan cuenta de que el problema insoluble que tiene la economía estadounidense recae precisamente en la negación de la imprescindible regulación que el Estado puede realizar para lograr los equilibrios necesarios y garantizar los crecimientos racionales del modelo.

A nivel social, la economía está integrada por un sistema central, compuesto por el Estado, gobierno y organizaciones, y uno cuasi automático, hasta donde puede serlo: el mercado.

Pero no siempre fue así, el funcionamiento de la sociedad viene evolucionando con el tiempo. El sistema de dirección de las sociedades socialistas, comenzando por su Estado, incluye todo el entramado de sociedad civil, organizaciones y organismos, empresas y hasta el último ser humano, pues presupone la democracia perfeccionada, genuina, la de “con todos y para el bien de todos” de Martí. Ah, pero una sociedad que incluye al capital con la condición de no ejercer como ¨clase para sí¨.

La toma del poder por los obreros en las sociedades socialistas no es sinónimo de que el Estado sea infalible. Sin dudas la sociedad ha dado un salto cualitativo increíble al permitir a la mayoría acceder al poder, pero esto sólo crea las condiciones objetivas para una mejor dirección de los destinos del hombre. Ejemplos de funcionamiento erróneo no faltan, véase el estalinismo como el más obvio.

Los sistemas capitalistas también manifiestan Estados bien desarrollados, no por su tamaño sobredimensionado por la burocracia rampante, sino por las funciones que desempeña dicha estructura, pero hasta ahí. Su funcionamiento está conscientemente subordinado y limitado al capital y al mercado.

Hace unos 40 años China se zafó del voluntarismo dogmático y emprendió la reforma económica que le permitió liberar las fuerzas productivas para alcanzar un ritmo de crecimiento y desarrollo jamás visto. Pretender decidir qué come cada familia o cada miembro de la sociedad cada día, cada semana y cada mes es, además de absurdo, imposible. Este es justamente el voluntarismo dogmático del que salió China y en el que aún está atascado Cuba, que parece ahora enfrascada en salir de él. Pretender centralizar decisiones, en el actual nivel de desarrollo tecnológico del país, como qué se compra, cómo se invierte, qué se vende, y en qué cantidades, a nivel empresarial, resulta igual de excesivo que el modelo chino dogmático, además de ser voluntarista en esencia.

Superado este modelo, China goza hoy del bienestar anhelado por su pueblo, aun creciente y cada vez más cercano a un modelo de pleno reconocimiento ecológico que detenga el deterioro ambiental y salve al planeta. Como toda obra humana, no es un emprendimiento perfecto y manifiesta problemas en su funcionamiento democrático, pero lo hace con total apego a servir a la clase trabajadora toda: al pueblo chino.

La paradoja más increíble del mundo hoy es que mientras la China socialista es líder contra el proteccionismo comercial, EEUU elige a Trump para defender el proteccionismo. Esto significa que, al menos por ahora, el mercado en dos países socialistas, China y Vietnam, es gestionado de tal forma que presenta mejores resultados que en el capitalismo. Esto parece indicar que cuando el mercado es manejado por intereses no subordinados al gran capital da mejores resultados.

No debemos dudar que también China y Vietnam pueden regresar al capitalismo, pero incluso en ese proceso de reconfiguración habrían logrado lo que defiende el socialismo y lo que sus sociedades pedían a gritos: sacar de la más profunda pobreza a cientos de millones de trabajadores.

También podría ocurrir lo contrario. Puede que ambos países sigan avanzando, consoliden su socialismo y perfeccionen en el camino a sus sociedades, las democraticen profundamente, perfeccionen el papel del Partido y el control de la clase trabajadora sobre los objetivos de la sociedad, logrando consolidar sus fundamentos socialistas. No se es de izquierda sólo por sostener ideas altruistas, por aferrarse a una ortodoxia ideológica, sino, sobre todo, por alcanzar el bienestar de los trabajadores.

El materialismo dialéctico no es una religión, es una concepción viva y en constante movimiento, evolución y revolución, que este “Nuevo Mundo” incipiente parece mostrar. Y no se trata de una coyuntura, aunque sin dudas vendrán vaivenes defendiendo la retrógrada obtención de “ganancias a todo costo”, y el fundamentalismo neoliberal de cero participación del Estado en los asuntos económicos, pero no hay marcha atrás a esta tendencia hacia el modelo económico de mercado con planificación, o planificación con mercado, unidad dialéctica que implica un papel estratégico decisivo del Estado en cualquier país, más allá del concepto de sistema socioeconómico en que lo quieran acomodar.

 

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