La inhabilitación a Trump: el reino dividido

La investigación que se le sigue a Trump no es un espectáculo para el público medio sino para especialistas. Sean políticos o periodistas, cabilderos o banqueros...

Audiencia en el Capitolio, Washington, 21 de noviembre de 2019. (Matt McClain/Pool via AP)

Tras casi dos semanas de interminables discusiones en el Congreso sobre la posibilidad de llevar a juicio para inhabilitar al Presidente de EE.UU., las reacciones han sido diversas. Pero una entre todas sobresale y preocupa: la gente parece estar cansada de política.

En una sociedad que se encuentra fraccionada en extremo, quienes siguen las audiencias de cerca ya tienen una postura definida. Al menos es lo que dicen los canales de televisión en Estados Unidos.

Sin embargo, hay un estamento que mira (si es que mira) el proceso de otra forma. Está sobremanera cansado con lo que parece ser el ingreso del salvajismo en la política. Manejar un Uber día a día es un escenario interesante para constatar el fenómeno.

Las audiencias no son un tema de conversación recurrente. Hay que forzar un poco al pasajero para que dé una opinión, pero la curiosidad es persistente y uno termina por lograrlo.

La primera persona que me dijo sentirse frustrada fue una mujer de clase media que recogí en la puerta de una tienda. A decir verdad, fue ella quien inició la conversación porque en la radio estaban transmitiendo un resumen de la audiencia del día.

“Por favor, cambie de estación, que ya todo esto me tiene cansada”, me dijo. Por supuesto, accedí al pedido pero no sin un precio. “Y ¿por qué la tiene cansada?”, le pregunté. “Es que esa gente no dice nada que valga la pena. No se ponen de acuerdo en nada, solo se insultan y al final no van a llegar a nada. Es una pérdida de tiempo”, me contestó.

Una respuesta intrigante. Porque las audiencias son, en el fondo, un interrogatorio que busca contradicciones, y se dicen muchas cosas que valen la pena. Pero la señora tiene razón: el proceso de inhabilitación puede no conducir a nada porque los republicanos controlan el Senado.

Pero lo interesante de la respuesta es ella es cuando afirma que “no se dice nada”. Le explico que se dicen muchas cosas; tantas, que son importantes para el futuro de todos nosotros. Y que pueden marcar y definir nuestras vidas y comodidades futuras.

Se queda largamente pensando y asiente. “Puede ser, pero la gente no lo entiende así”. Me temo que tiene razón porque otro cliente –esta vez un estudiante universitario–, me admitió abiertamente que no sigue las audiencias, ni le interesan, porque no entiende nada. “Es todo demasiado complicado. Hablan de cosas de las que no tengo conocimiento, no hay grandes evidencias, no es un juicio como lo vemos en la televisión”.

Y esta respuesta me dio la luz. La investigación que se le sigue al presidente Trump no es un espectáculo para el público medio sino para especialistas. Sean políticos o periodistas, cabilderos o banqueros, influencers de alto nivel o estafadores de poca monta. Lo básico: no es un espectáculo.

Se calcula que en cualquier área metropolitana hay más de trescientos canales de televisión a disposición de la gente. ¿Por qué hay que dedicar atención a uno en particular cuando hay otros más entretenidos? Me temo que la causa de esta apatía televisiva tiene que ver con un fenómeno que ha transformado la televisión de nuestros días. Si lo que se ve no es un espectáculo, no vale la pena perder el tiempo.

No fueron solo estos dos clientes los que me dieron su opinión. Muchos otros lo hicieron, no recuerdo ya cuántos. Diez, doce, quizás quince. Pero solo uno me dijo que estaba siguiendo todo el proceso. Y me dio la mejor explicación de todas. “Es que en mi país no hay eso”. Era un inmigrante mexicano. Vino de ese país, al que el presidente Trump quiere cercar y  apartar de una cosa tan sencilla como lo es la palabra “democracia”.

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