Debido al impacto ocasionado por la aparición en la alta política de los Estados Unidos de John F. Kennedy y de su no menos carismático hermano Robert, la revista estadounidense Esquire encargó a Norman Mailer que acompañara al candidato durante el tramo final de la campaña electoral para que, mediante un ensayo largo, contara lo que vio.
En 1960, impresionado por la personalidad de John F. Kennedy, Norman Mailer que, a los 37 años (seis menos que Kennedy) era ya un consagrado periodista y escritor, creó una preciosa metáfora: “Supermán va al supermercado”.
Leí el ensayo unos diez años después de que fuera publicado en noviembre de 1960 por la revista Esquire y todavía hoy me impresiona y me motiva. Presenciando el debate entre Kamala Harris y Donald Trump, recordé el ensayo y, otra vez, me pregunté ¿a qué fue Kennedy, comparado con Supermán al supermercado? ¡A lo que van todos!
Van a buscar lo que necesitan y saben dónde encontrarlo. En este caso, tal como lo interpreté, el supermercado es el país donde se encuentran las reservas para superar la crisis a la que ha sido conducido.
Entre los momentos que más impresionaron al reportero, figuró el debate presidencial protagonizado entre Kennedy y Richard Nixon, el primero cara a cara y transmitido por televisión en los Estados Unidos, presenciado por unos 40 millones de espectadores y ganado por el joven aspirante.
Según algunos analistas, el debate y el modo en que Mailer lo reportó fueron decisivos en la victoria electoral de Kennedy que hizo historia, no sólo como el presidente más joven y el primero católico, sino como un aspirante que logró “despertar a la nación del sopor y del conformismo imperante durante el gobierno de Eisenhower”, ofreciéndole, no solo una promesa, sino la persona capaz de realizarla.
Los Estados Unidos de entonces no eran los Kennedy, sino su espejo y la imagen de una joven aristocracia que ofreció a las generaciones emergentes una solución al dilema de: “No preguntes qué puede hacer por ti el país, sino qué vas a hacer tú por él y lo llevó a la Luna, una tarea que emprendió no porque fuera fácil sino porque era difícil”. Según Mailer: “Un tiempo para la grandeza”.
En el debate, Kamala Harris evidenció que puede ser capaz de operar la política para salvar al país del estado de confusión al que ha sido conducido, una coyuntura en la cual es más fácil citar las carencias que los éxitos.
Al evitar escalar la fallida aventura de bahía de Cochinos, un nefasto legado de Eisenhower y de reconocer la derrota, lidiar con Jrushchov en la Crisis de los misiles, proponer la Alianza para el Progreso, conquistar la Luna y enviar un emisario para iniciar lo que pudo ser un diálogo con Fidel Castro, Kennedy honró el precoz retrato dibujado por Mailer.
Comparar a Kennedy con Supermán, pudo ser una exageración, pero colocarlo de compras en un supermercado, una atinada metáfora de los poderes que asisten al país para emprender un viaje por nuevos derroteros, con la acción de quienes todos los días cumplen la faena de acopiar lo que la vida necesita y sabe dónde encontrarlo.
El debate puede pasar a la historia no porque marque el debut de una aspirante, sino el inicio de otro mito, una categoría que la política necesita y que ahora aparece en su mejor versión: vestida de mujer.
El debate es pasado, falta ahora el veredicto. No hace falta pasar a nadie por las armas, basta con pasarlo por las urnas. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diaro ¡Por esto! Se reproduce con la autorización expresa de su autor.