El advenimiento de la Era Moderna, caracterizada por el encuentro de las civilizaciones y el establecimiento entre ellas de relaciones e intercambios estables, marcó el nacimiento de la sociedad internacional y planteó la necesidad de establecer regulaciones a escala global, lo cual, en los últimos 500 años, se ha realizado en tres ocasiones.
El primer orden mundial fue instalado por el Tratado de Westfalia en 1648, un acuerdo entre Francia, Alemania, Países Bajos, España, Suecia, Dinamarca y Suiza, para crear un mecanismo de seguridad colectiva. Así nacieron los estados nacionales y los conceptos de soberanía e integridad territorial y no injerencia en los asuntos de otros. Aunque no se observaron al pie de la letra, los compromisos estuvieron vigentes hasta la Primera Guerra Mundial en 1914.
El segundo acuerdo de esta naturaleza fue promovido en 1914 por el presidente estadounidense Woodrow Wilson, quien proclamó 14 Puntos sobre los cuales se establecería un sistema de seguridad colectiva. El entendimiento fue negociado entre las potencias ganadoras y otros 40 países y dio lugar a la creación de la Sociedad de Naciones (1919) formada por 64 estados. La entidad fracasó al no poder evitar la II Guerra Mundial y en 1946 dejó de existir.
El mejor momento en los esfuerzos por regular conforme a derecho la sociedad internacional se desplegó al calor de la II Guerra Mundial. Ante el avance del fascismo, los líderes de entonces, encabezados por Franklin D. Roosevelt, presidente de los Estados Unidos, Iósiv Stalin, líder de la Unión Soviética y el primer ministro británico, Winston Churchill, se percataron de la necesidad de crear una entidad que abarcara a todo el mundo. De esa convicción nació la ONU.
La Carta de la ONU inequívocamente fija las reglas rectoras de las relaciones internacionales obligatorias basadas en: igualdad soberana de los estados, respeto a la independencia y la soberanía nacional, así como a la integridad territorial y solución negociada de los conflictos. Constituye el documento jurídico y político internacional de mayor jerarquía y la base del sistema político vigente.
No obstante, debido a la evolución de la sociedad internacional y al nacimiento de nuevos estados, organizaciones internacionales y líderes que confrontaron el colonialismo y el neocolonialismo, se ha generado un justificado clima de insatisfacción y descontento por las insuficiencias del orden político y económico internacional vigente.
Desde hace décadas la izquierda, líderes tercermundistas y personalidades progresistas incorporaron a su discurso la cuestión de la necesidad de reformar el orden internacional vigente, endosada por la propia ONU. Al respecto, hubo quienes adoptaron enfoques parciales referidos a la necesidad de actualizar la Carta de la ONU, introducir reformas en la organización, crear un Nuevo Orden Económico y de la Información y reformar las relaciones comerciales.
Al calor de denuncias y críticas de actores tercermundistas como el Movimiento de Países No Alineados y el Grupo de los 77, así como de instancias de la ONU como la Comisión Económica para América Latina (Cepal) la UNCTAD y agencias como la Unesco, la FAO y la OMS entre otras, en las últimas décadas se realizaron importantes pronunciamientos al respecto.
En la promoción del Nuevo Orden Internacional fueron notables la Carta de los Deberes y Derechos Económicos de los Estados, promovida por el entonces presidente de México, Luis Echevarría Álvarez, adoptada como Resolución por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1974, encaminada a la creación de relaciones económicas, comerciales y financieras internacionales más justas.
En la lógica de la promoción de un Nuevo Orden Mundial, en 1980, la organización de Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (Unesco), adoptó como plataforma el Informe MacBride, “Voces múltiples, en un mundo único” para introducir un Nuevo Orden de la Información y la Comunicación, un programa para democratizar los flujos informativos, la producción de noticias y poner la comunicación social al servicio del desarrollo y la liberación del ser humano.
El Nuevo Orden Económico ha avanzado de la mano de la globalización y el de la información debido a internet y las redes sociales, que han hecho irrelevantes otros esfuerzos de tipo doctrinarios. Por añadidura, el fin del socialismo real y el colapso de la Unión Soviética descontinuó el proyecto bolchevique de crear, desde la perspectiva leninista, un mundo nuevo.
Según lo veo, por razones más propagandísticas y circunstanciales que conceptuales, al calor de la guerra en Ucrania, Rusia ha retomado las banderas de la necesidad un Nuevo Orden Mundial, esta vez enfrentando lo que llama “Occidente global”, cosa para lo cual carece de potencial económico y sobre todo de capacidad de convocatoria política.
Es obvio que el orden internacional vigente necesita reformas profundas, comenzado por la ONU, pero también que no saldrá de la guerra y solo podrá lograrse con el consenso de todos los países, convocados por los más avanzados y las potencias emergentes. En cualquier caso, no es algo inminente. Allá nos vemos.
Este texto fue publicado originalmente en el diaro ¡Por esto!. Se reproduce con la autorización expresa de su autor.