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En las bodas los contrayentes, de modo solemne, ante Dios y la ley, juran amarse “hasta que la muerte los separe”. En ese acto, se festeja y se invita a muchas personas, mientras los divorcios se realizan a solas, sin fotografías ni brindis. Así ocurre con la política.
En lo que pudiera constituir una innovación, al margen del Consejo de Seguridad de la ONU y del G-7, varios pesos completos europeos: Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; Mark Rutte, secretario general de la OTAN; los presidentes de Francia y de Finlandia, Emmanuel Macron y Alexander Stubb; y los primeros ministros de Gran Bretaña, Keir Starmer, Friedrich Merz de Alemania y Giorgia Meloni de Italia, acompañaron a Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, convocado por Donald Trump para continuar las gestiones en favor de la paz en Ucrania.
Según CNN: “…Los diplomáticos consultados no pudieron recordar otro ejemplo de gobernantes que rompieran sus agendas y viajaran de urgencia para conversaciones de emergencia”, y funcionarios europeos dijeron que: “La decisión de acudir a Washington reflejó la urgencia que muchos líderes sienten de alinearse con Trump para poner fin a la guerra, pero también su preocupación de no quedar al margen”.
Según los trascendidos, el papel de los Estados Unidos para armar el paquete de garantías de seguridad que reclama Rusia y las que necesita Ucrania (válidas para Europa) es el nudo gordiano que no se desató en Alaska porque no estaban allí Zelenski ni Europa, actores, no solo en la guerra, sino en la paz que se pretende construir.
Aparte de las demandas territoriales de Rusia, el partido europeo no se conforma con menos que con un compromiso con la seguridad colectiva del continente que incluya garantía, de que ningún otro país será atacado y que ningún otro territorio será reclamado y mucho menos reivindicado por la fuerza. Tales garantías que involucran a la OTA soloo pueden ser ofrecidas por Estados Unidos y por la propia Rusia.
En este sentido, es atendible la exigencia de Putin acerca de que las incorporaciones territoriales a cuenta de Ucrania a las que cree tener derecho sean reconocidas internacionalmente. Si en la saga de la guerra en Ucrania, en Europa se desata una oleada de reclamaciones territoriales asociadas con la Segunda Guerra Mundial, la caja de Pandora dejará de ser una metáfora para devenir tragedia.
Zelenski y Europa pueden ser circunstancialmente omitidos, como hasta ahora ha ocurrido, y alguien puede denostar de Zelenski y burlarse de él por su antigua profesión, pero no pueden ser excluidos para siempre porque son protagonistas de la guerra y usufructuarios de la “paz duradera” que no se puede fundar en imposiciones, decisiones individuales ni en concesiones perecederas.
La evidencia de la fragilidad de los acuerdos políticos se evidencia en el hecho de que, 80 años atrás, Roosevelt, Stalin y Churchill acordaron la “intangibilidad de las fronteras europeas”, dividieron a Alemania, primero en cuatro zonas de ocupación y luego en dos países, y ordenaron su desmilitarización, junto con la de Japón, todo lo cual hoy es letra muerta y arroja duda sobre la confiabilidad de entendidos semejantes.
Sobran las experiencias de lo inconsistente de tales acuerdos. Europa y Rusia saben a qué condujo la política de “apaciguamiento” de Chamberlain y cuánto duró el Pacto Molotov-Ribbentrop.
Es significativo que Trump comience a aproximarse a la idea de enviar soldados americanos a Ucrania, cosa que, en otros tiempos y contextos correspondería hacer al Consejo de Seguridad y que, desde hace semanas, proponen algunos líderes europeos. El presidente estadounidense, a quien no le sobra el tiempo y no le importa qué bandera ondee sobre Donbass, ni quién gobierne en Ucrania, siempre que no sea un hombre de Moscú, trata de cuadrar el círculo.
Las garantías de seguridad que Rusia ha escrito en piedra son: reconocimiento constitucional de los cambios territoriales, desmilitarización de Ucrania (detalles por acordar), renuncia total de ese país a fabricar, poseer o emplazar cualquier arma nuclear en su territorio y abstención, para siempre, de ingresar a la OTAN o a cualquier organización de perfil militar y a permitir que, al margen de lo acordado, el ingreso de tropas extranjeras o el establecimiento de bases militares en su territorio.
Un aspecto a tener en cuenta y que, al parecer, Rusia comprende, es que Estados Unidos negocia la guerra en Ucrania en el doble carácter de actor y mediador, en cierto sentido apoderado de Ucrania y, en general, juez y parte y, para garantizar lo que sea que se acuerde, más que de derecho, dispone de la fuerza. ¿Cómo será en caso de que, como suele ocurrir, haya violaciones? ¿Allá nos vemos?