Getting your Trinity Audio player ready...
|
En el umbral del fin de la guerra en Ucrania, que no necesariamente será la paz, sucede lo inesperado: Estados Unidos y Rusia se entienden y se aproximan —lo cual es altamente positivo—, mientras Washington se distancia de Europa, cosa que puede ser muy negativa.
Por su parte, Trump introduce extrañas iniciativas y Putin acata lo conveniente y, puntualmente, advierte. La respuesta de Europa a ambos parece firme. La situación es extremadamente peligrosa.
En Arabia Saudita, Estados Unidos y Rusia negocian sobre Ucrania —sin Ucrania— mientras que en Europa, Francia e Inglaterra negocian sin Estados Unidos y contra Rusia, colocándose en ruta de colisión con ambos.
Se suman a ello las fricciones con México y Canadá y las pretensiones respecto a Groenlandia, Palestina y Panamá.
A los temas económicos se añaden componentes militares y geopolíticos.
A corto plazo, se trata del despliegue de tropas anglo-francesas en Ucrania. Parece inminente y puede realizarse sin comprometer a la OTAN ni a la Unión Europea. Estas, sin figurar públicamente, pueden intervenir más o menos decisivamente.
Según datos imposibles de subestimar, se trata de unos 30 países que, colectivamente, forman la segunda economía mundial, el segundo mayor presupuesto militar y el tercer arsenal nuclear.
Con una cadencia perentoria, está en marcha el rearme de Europa, incluyendo el crecimiento y modernización de los arsenales nucleares de Gran Bretaña y Francia y el probable redespliegue de algunos medios en terceros países.
La proliferación nuclear, de sumar a Alemania, Finlandia y las repúblicas bálticas exsoviéticas, se volvería una suma más incómoda para Rusia de lo que fue el amago de ingreso de Ucrania en la OTAN.
En todos los casos se trata de procesos que giran en torno a Rusia y que no parecen preocupar excesivamente a Estados Unidos, cuya política exterior, al menos por ahora, es cortoplacista, por no decir miope, al no medir las consecuencias que pueden tener propuestas como la anexión de Canadá, la incorporación de Groenlandia, la recuperación del Canal de Panamá y la intervención en Palestina.
A lo apuntado se suma la cuestión del Ártico, una región a la cual, en términos de recordatorios, recientemente se ha referido el presidente Putin y que es más de un cincuenta por ciento rusa (más de la mitad de los habitantes son rusos).
La región ártica, que incluye al Polo Norte y al océano Ártico, es un inmenso espacio de más de 16 millones de kilómetros cuadrados, del cual forman parte territorios de Rusia, Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, Islandia, Suecia, Noruega y Finlandia.
No debe omitirse que, excepto Rusia, el resto forma parte de la OTAN y, uno de ellos es Finlandia, cuyos antecedentes territoriales y bélicos con Rusia no pueden ser peores.
Aun cuando la guerra no ha concluido, el presidente de Francia ha entrado en detalles acerca de cómo será el despliegue de la fuerza de paz o de interposición entre las tropas rusas y ucranianas en límites fronterizos que aún se desconocen y que, además de extensos, serán presumiblemente porosos e inevitablemente problemáticos.
Según Macron, las fuerzas francesas y británicas “mantendrían posiciones detrás de la línea del frente, ocupando bases y ciudades claves y (…) estarían prestas para reaccionar y responder”, en caso de que surja un conflicto y sean atacadas. Tales augurios o especulaciones no pueden ser peores.
En esas condiciones, el más mínimo incidente o impericia puede provocar una confrontación militar local que escale rápidamente. Al respecto es imprescindible mantener a la OTAN al margen para evitar tener que recurrir al Artículo 5 de sus estatutos fundacionales, según los cuales: “Un ataque a cualquier estado miembro será considerado un ataque a todos”.
No obstante, según trascendidos, el primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, negocian con países europeos y asiáticos comprometidos con el apoyo a Ucrania la formación de una especie de coalición ad hoc cuyos integrantes pudieran aportar fondos, armas, aviones y buques, incluso efectivos.
Al respecto, el ministro de exteriores ruso ha declarado que el despliegue de tropas de la OTAN en Ucrania “bajo cualquier bandera y en cualquier calidad, es una amenaza para Rusia”.
Europa, el lugar donde se libraron las acciones principales de las dos guerras mundiales, donde desde el primero hasta el último día se desplegó la Guerra Fría y fue más intensa la carrera armamentista, es también donde subsisten más prejuicios, reservas, incluso hostilidades entre los estados y las naciones.
Mal que bien, la alianza con Estados Unidos y antiguamente con la Unión Soviética y su protección militar fueron poderosos elementos de contención. Levantar esa y otras esclusas es sumamente peligroso. Se recomienda mesura y responsabilidad. La paz es mejor para todos. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diario ¡Por esto! Se reproduce con la autorización expresa de su autor.