El modismo de arriba le dio nombre a un clásico del teatro cubano que ahora Juan Carlos Cremata se encarga de regalarnos en la pantalla grande. Pero no vamos a hablar aquí de las tribulaciones de una familia cubana enfrascada en adquirir un refrigerador, sino del origen mismo de tan manoseada expresión.
“Contigo, pan y cebolla” es una frase con la que los enamorados expresan su desinterés absoluto con tal de estar cerca de la persona amada, más allá de escaseces y desgracias. Algo así como “por ti me comería un cable, vida mía”, pero dicho con términos directamente vinculados con el arte (¿la misión?) de yantar.
Dice la historia que la cebolla y el pan eran básicos en la alimentación de las clases populares en el antiguo Egipto. Inclusive, el gran Heródoto relata que en el siglo V antes de Cristo, la pirámide de Keops exhibía una inscripción que daba cuenta de la desmesurada cantidad de cebollas que habían consumido sus constructores. Y sus propios compatriotas también fueron notables consumidores de la conocida especie, tal como testimonian las comedias de Aristófanes.
Lo cierto es que conjugar el pan y la cebolla ha quedado como sinónimo de hambre. Así, en las conmovedoras Nanas de la Cebolla, Miguel Hernández cantaba:
“La cebolla es escarcha / cerrada y pobre. / Escarcha de tus días / y de mis noches. / Hambre y cebolla, / hielo negro y escarcha / grande y redonda”.
En cuanto al pan, lléguese a la bodega y entenderá enseguida.
A lo hecho, pecho
Has entrado en la sala con los zapatos repletos de fango un minuto después de que tu suegra limpiara la casa. Has saltado una cerca y, de repente, te encuentras con un doberman en plan de “¡a que te muerdo!”. Te has acostado, sin saberlo a priori, con la esposa de un experto en fracturas de huesos.
A todo lo anterior, ya consumado e irremediable, tendrás que darle el pecho. Quiero decir, enfrentarlo con todo el valor de la despensa, asumir cada centímetro de responsabilidad, convencido de que lamentarse no será solución para la circunstancia en la que acabas de meterte.
Y es que existe de antaño una relación de metonimia entre “pecho” y “corazón”, y de “corazón” viene el galicismo “coraje”. De manera que, caprichosamente, el pecho ha terminado por convertirse en sinónimo de un punto que está justo dos cuartas más abajo, identificado como estado mayor de la valentía y los arrestos varoniles.
Como cambian los tiempos !!!!! Con el precio de la cebolla y el buen pan en Cuba se acabo la tradicion