Las universidades de Estados Unidos se han convertido en un nido de protestas estudiantiles. Básicamente, sus participantes reclaman poner fin a la ofensiva militar israelí en Gaza, acabar con el genocidio de los palestinos y que el Gobierno de Estados Unidos cese su apoyo político y material al Estado de Israel. Usualmente portan carteles como “Palestina libre” o “Detengan el genocidio” y piden a sus centros docentes cortar toda relación con el sionismo y sus instituciones.
En ese panorama, a la Universidad de Columbia corresponde un lugar destacado por haber establecido campamentos para protestar y demandar ese cambio. Prendieron, de hecho, la chispa que se extendió sobre las universidades del país, de este a oeste, aumentando con ello las tensiones en medio de una cultura dividida y polarizada.
Desde el poder, el tema central es cómo terminar con esas protestas y campamentos. Las autoridades han recurrido a la fuerza y dado ultimátums que han conducido a enfrentamientos. Alrededor de dos mil personas ya han sido arrestadas en Texas, Utah y Virginia y California… La policía de Nueva York ha irrumpido en el campus de Columbia llevando a cabo decenas de arrestos después de que los estudiantes se atrincheraran en el Hamilton Hall, históricamente un edificio que simboliza la resistencia.
Esas protestas, sin embargo, no son un fenómeno nuevo. Y, sobre todo, remiten a las estrategias utilizadas en los años 60-70 por el movimiento de los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam, tanto en las universidades como fuera de ellas. Los manifestantes están montados, como dijo uno de los protagonistas de aquellas jornadas, “sobre los hombros de sus abuelos”.
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En 1890 la legislatura de Luisiana aprobó la Separate Act Car o ley de separación racial de los pasajeros en los trenes.
En septiembre de 1891 un grupo de ciudadanos negros de Nueva Orleans, organizado en The Citizens Committee to Test the Constitutionality of the Separate Car Law, decidió manifestar su desacuerdo mediante ciertas expresiones públicas.
Dos años después de promulgada aquella ley, bajo la sombra de ese mismo Comité y con la asesoría del abogado Albion W. Tourgee (a quien se atribuye la idea de que la justicia no tiene color), el zapatero Homer Pessy (1862-1925) se montó en uno de los vagones para blancos en un tren de la East Lousiana Railroad Co.
El hombre parecía blanco (“seven-eighths Caucasian and one-eighth African blood”), pero fue conminado a cambiarse de vagón. Ante su negativa lo bajaron del tren, lo metieron preso y lo multaron por desobedecer la ley: era exactamente lo que buscaban los miembros del Comité.
Llevado el problema a cortes, Pessy sostuvo que le habían negado sus derechos de la Decimotercera y Decimocuarta enmiendas de la Constitución de Estados Unidos. Pero la decisión del juez John Howard Ferguson (1838-1915) no le dio la razón al dictaminar que la segregación en los trenes era legal. Un poco más tarde la Corte Suprema de Luisiana ratificó su veredicto.
Después de aceptar el caso, el 18 de mayo de 1896 la Corte Suprema se pronunciaría sobre Pessy v. Ferguson. Rechazando el argumento del demandante y sus abogados, los jueces determinaron, por abrumadora mayoría (7 contra 1), que una ley que “implica simplemente una distinción legal” entre blancos y negros no era inconstitucional.
Como resultado, los lugares públicos separados por raza fueron, de hecho, legalizados/legitimados. “Separados pero iguales” se convertiría desde entonces en una doctrina y una expresión común en el vocabulario de los estadounidenses. Las leyes segregacionistas Jim Crow, propias de los antiguos territorios confederados, habían logrado un triunfo con impactos que se extenderían durante décadas.
Pero Homer Pessy y los suyos habían sentado un precedente: la desobediencia civil como factor de cambio en la cultura política estadounidense. Fue la primera acción de ese tipo registrada en la historia de la Unión.
El 5 de enero de 2022 el gobernador de Luisiana, John Bel Edwards, le otorgó el indulto póstumo a Homer Pessy, el hombre del fallo de Plessy v. Ferguson.
Tanto los descendientes del demandante como los del juez se le unieron en una ceremonia en Nueva Orleans, en la que se firmó oficialmente el indulto. El acto se hizo en el mismo lugar donde Pessy había sido arrestado 130 años atrás.
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La segregación era un libro de muchos capítulos. En el Sur los niños blancos eran trasladados en guaguas a sus escuelas, pero los negros tenían que caminar si sus padres no los podían llevar en medios propios. El transporte público, los restaurantes, las escuelas, los baños y hasta los bebederos estaban segregados por las leyes Jim Crow.
El 1ro de diciembre de 1955 una joven costurera afroamericana llamada Rosa Parks viajaba en una guagua de Montgomery, Alabama. Al darse cuenta de que había pasajeros blancos parados en el pasillo, el conductor le pidió a Parks y a otros pasajeros negros ceder sus asientos y ponerse de pie. Tres de los apelados así lo hicieron, pero la joven costurera se negó rotundamente. Fue arrestada y multada, pero aceptó la ayuda del presidente del capítulo local de la National Association for the Advancement of Colored People (NAAACP), Edgard Nixon (1899-1967) para apelar la condena y desafiar la segregación legal en Alabama..
Una movida sobremanera arriesgada. Sabían perfectamente que se estaban exponiendo no solo al acoso personal y familiar, sino también a amenazas de muerte y hasta a los linchamientos clásicos del Sur. Pero apostaron a que su acción tendría el potencial de funcionar como una chispa a nivel nacional. Bajo los auspicios de la NAAACP de Montgomery, y en especial de un joven pastor de la Iglesia Bautista de Dexter Avenue llamado Martin Luther King, Jr. (1929-1968), comenzó un boicot a la compañía local de guaguas.
Ese boicot duró 381 días. En todo el país se fueron produciendo protestas progresivas en restaurantes, escuelas y otras instalaciones públicas segregadas. Marcaron el inicio de los llamados sit ins; es decir, una forma de acción directa que involucra a una o más personas que ocupan un área para protestar y promover un cambio político, social o económico. Fue un descubrimiento del movimiento alternativo que recorrería a la cultura estadounidense de los años 60-70.
El 17 de mayo de 1954, la Corte Suprema dictaminó por unanimidad que la segregación en la educación pública era inconstitucional, anulando la doctrina de “separados pero iguales” vigente desde 1896 y provocando una resistencia masiva entre los estadounidenses blancos implicados en la desigualdad racial.
Y el 13 de noviembre de 1956, la misma Corte confirmó la decisión de un tribunal inferior declarando inconstitucional la segregación de asientos en las guaguas de Montgomery. El 20 de diciembre se entregó una orden judicial para terminar con esa práctica.
El movimiento por los derechos civiles, de impactos trascendentales en la cultura política estadounidense, logró romper el sentido común de la época. Fue el factor definitivo para que el Congreso decidiera aprobar en 1964 la Ley de Derechos Civiles, una legislación de avanzada contra todas las discriminaciones.
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En febrero de 1965, Estados Unidos inició bombardeos regulares sobre Vietnam del Norte. Dos años después, en noviembre de 1967, el número de tropas estadounidenses destacadas en el país asiático andaba por los 500 mil y las bajas iban en aumento. La guerra le estaba costando a Estados Unidos unos 25 mil millones de dólares anuales.
Las protestas estudiantiles y los sit ins en los campus universitarios se iniciaron ese mismo año, cuando la organización Students for a Democratic Society (SDS) decidió expresar su oposición a la guerra. Las protagonizaban jóvenes que, de pronto, validaban la palabra revolución, al margen de lo difuso que resultaran a veces sus sentidos.
Revolución de hábitos, modas y conductas. Revolución mental. Revolución sexual en los falansterios hippies —y fuera de ellos. Mientras, Bob Dylan, Joan Báez, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Crosby, Stills, & Nash, Jefferson Airplane y The Doors se encargarían de fijar de mil modos en el imaginario la existencia de una contracultura que tenía en el pacifismo, el amor y las drogas tres de sus apoyaturas. Eran discursos musicales muy diferentes a los escuchados hasta entonces. El festival de Woodstock (1969) fue su primer evento identitario.
Esas protestas acabaron funcionando, en definitiva, como otra gran chispa. La desilusión generalizada fue extendiéndose entre buena parte de los estadounidenses a medida que el Gobierno iba reclutando a más jóvenes para el servicio, y los aeropuertos militares seguían recibiendo ataúdes con la bandera estadounidense encima.
Alimentado por la labor de los medios y sus corresponsales sobre el terreno, que difundieron horrores de la guerra como la matanza de My Lai, cuando efectivos del ejército estadounidenses asesinaron a más de 300 civiles en una aldea, el movimiento cobró un mayor impulso, integrado no solo por estudiantes sino además por artistas, intelectuales y protagonistas diversos de la contracultura. Todos rechazaban la autoridad y marchaban contra el poder exigiendo un cambio, una de las palabras fundamentales de los 60. El 21 de octubre de 1967, alrededor de 100 mil manifestantes se reunieron en el Monumento a Lincoln, en Washington DC. para expresar su oposición a la guerra y al reclutamiento (draft).
En las protestas lo ordinario eran las detenciones y la violencia policial, hasta que se produjeron los sucesos de la Universidad Estatal de Kent, Ohio. Las concentraciones de estudiantes desafiantes en ese campus universitario llevaron al entonces gobernador republicano James Rhodes (1909-2001) a ordenar el despliegue de tropas de la Guardia Nacional y exigir la retirada de los manifestantes, quienes se negaron a abandonar el lugar; algunos arrojaron piedras a los uniformados. Finalmente, les dispararon. El saldo fue de cuatro muertos y nueve heridos.
En enero de 1968 comenzó la Ofensiva del Tet. El presidente Ho Chi Minh (1890-1969) y sus generales sacaron la guerra de las junglas y la trasladaron a las grandes ciudades buscando una insurrección general. Esta no ocurrió, pero la flecha estaba lanzada. La ofensiva liquidó la carrera política del presidente Lyndon Johnson, quien se vio forzado a anunciar que no buscaría la reelección. Y en octubre ordenó el fin de los bombardeos.
Seis semanas después de comenzada la ofensiva, la aprobación pública a la guerra disminuyó de 48 % a 36 % y el respaldo a su manejo cayó del 40 % al 26 %.
La guerra de Vietnam duró casi veinte años. La participación militar de Estados Unidos terminó el 30 de abril de 1973 con la toma de Saigón por las tropas de Ho Chi Minh. “Vietnam —escribió una vez el historiador Howard Zinn— fue la primera gran derrota del imperio global norteamericano después de la Segunda Guerra Mundial. Esta derrota fue conseguida por campesinos revolucionarios y por un sorprendente movimiento de protesta doméstico”.
Continuará…