I
La música country, literalmente música del campo, hunde sus raíces en las zonas rurales del sur y el oeste de Estados Unidos a principios del siglo XX. Sus bases fundamentales se encuentran en baladas y canciones folklóricas de los colonos ingleses, escoceses e irlandeses establecidos una sociedad rural venida al mundo, según el refrán, “con el arado en una mano y la Biblia en la otra”.
Dirigido a un público rural blanco, en los años 20 el country tuvo un primer apogeo gracias a la radio, y en particular a emisoras del Sur y el Medio Oeste, un fenómeno sociocultural paralelo al despliegue del jazz, el blues y otras expresiones de la música generada por las comunidades negras.
Lo cierto es que desde sus orígenes mismos el country resultó un género bastante conservador en cuanto a sus letras: historias trágicas, narraciones de héroes más o menos legendarios con la pistola en la cartuchera y amores heterosexuales casi siempre marcados por la moral puritana. Pero también abordaban la pobreza, los huérfanos, los amantes frustrados o simplemente las penas y lamentos de un hombre solitario lejos de su casa añorando regresar los suyos.
Pero el country dista de ser un bloque homogéneo. En los años 30 una segunda variante suya surgió en Texas y Oklahoma, cuando la música que escuchaban los blancos rurales se vio influida por el jazz y al swing de las grandes orquestas. Se desarrolló entonces un estilo country-swing, muy bailable, emblematizado por cantantes como Bob Wills (1905-1975) y otros que se sumaron a componer y cantar en esa misma tesitura.
También de ahí saldría el llamado honky-tonk, que toma su nombre de bares que ofrecían música country y alcohol en el sur y el suroeste a una clientela compuesta por trabajadores del agro y prostitutas. Exponentes como Ernest Tubb (1904-1984) desarrollaron el honky, para muchos la Edad de Oro del country por haber establecido sus pautas contemporáneas. Guitarras eléctricas y violines marcaron de inicio su manera en el pentagrama, junto a textos más bien amargos sobre el desamor y las infidelidades.
En 1942 uno de los más populares cantantes de country, Roy Acuff (1906-1992), organizó en Nashville la primera editorial de ese tipo de música. Y a fines de esa década el ascenso a la fama de Hank Williams (1923-1953) contribuyó a establecer en Nashville la capital de la música country con sus estudios de grabación y el Grand Ole Opry como un escenario de sus presentaciones.
Ahi estuvieron las bases fundacionales del Sonido de Nashville, otro subgénero del country que vino a desplazar al honky. Fue, entre otras cosas, un intento de plantarse frente al rock ante la avalancha de Elvis Presley y agrupaciones que hicieron época como Bill Haley & His Comets. Su difusión estuvo a cargo primero de los estudios Bradley y, más tarde, de la RCA.
Quienes estudian el country suelen aceptar que la canción “Four Walls” (1954), de Jim Reeves (1923-1964), fue la primera exponente de la nueva onda. De esa época data la extraordinaria Patsy Cline, prematuramente fallecida (1932-1963), cuyo tema “Crazy” sigue sonando hoy en las voces de destacados intérpretes. Los historiadores aseguran que a fines de los años 60, Nashville había superado a Hollywood como el segundo centro de producción de discos del país —el número 1 era entonces Nueva York.
II
Montada sobre toda esa ejecutoria y prestigio, en 2022 se fundó en Nashville Baste Records, casa productora que se define a sí misma como la “compañía musical de la contracultura conservadora”. Y disquera que apoya a los “músicos patrióticos” que defienden “los valores estadounidenses tradicionales”. Su público lo componen, abrumadoramente, personas de la ruralidad, en especial hombres blancos sin demasiada instrucción, creyentes evangélicos igualmente blancos e incluso obreros desplazados de áreas industriales. En síntesis, los mismos seguidores de Make America Great Again (MAGA).
Con esas credenciales, lanzaron la semana pasada otra de sus novedades patrióticas: “Fighter”, una canción sobre Donald Trump compuesta por Jon Kahn y Chris Wallin. Al primero no se le conoce mucho en los predios musicales, pero viviendo en Los Ángeles —la misma ciudad donde radica Breibart News, el órgano de la llamada alt-right que figura detrás de la tonada—, fue literalmente plantado en los estudios de Nashville, la misma ciudad del famoso sonido antes citado. Y allí se sentó con Wallin, quien antes ha compuesto canciones para artistas del country como Garth Brooks, Kenny Chesney, Toby Keith y Trace Adkins, por solo nombrar algunos.
Sobre sus motivos para componerla, Kahn le dio a Breitbart News el retrato de su héroe: “Siempre me he preguntado cómo Trump se levanta de la cama todos los días con todo lo que le han hecho a él y a su familia: dos juicios políticos, exclusión de las redes sociales, todo el complejo mediático demócrata luchando en conjunto para destruirlo, una serie de problemas legales sin precedentes y ahora dos intentos de asesinato”.
Por si no fuera suficiente, la movida se completó con un video-clip, como era de esperarse, la apología a un “hombre que nunca se rinde”. Ese mismo —y no por azar— es uno de los eslóganes de la campaña desde el intento de asesinato.
Apenas lanzada al aire, la canción comenzó a accionar un eficiente aparato de promoción y cabildeo. Primero el presentador de Fox News Greg Gutfeld le dijo a sus televidentes: “Escúchenla. Hagan que se mantenga en el número uno”. Poco después el propio Trump publicó el video en Truth Social con el siguiente comentario absolutamente fuera de la medida, segun lo usual. “Esta es ahora la canción número uno, en todas las listas, sobre mí. ¡Qué honor tan inesperado!”.
De ahí que comenzara a ganar impulso hasta llegar al número 1 en la lista de descargas de iTunes, bajada por ultraconservadores y miembros del “culto”. Todos utilizaron el dato como estandarte; pero, en rigor, duró bastante poco. La tonada no llegó a figurar en el Top 100 de Apple Music, ni en el Top 50 de Spotify, que ranquean las canciones por la cantidad de reproducciones en un plazo más sostenido.
Por otra parte, el video en YouTube está lleno de comentarios tipo soap opera. Un usuario escribió: “Me hizo llorar. Uno puede ver cuánto ama Trump al pueblo estadounidense y cuánto lo amamos nosotros”. Y otro: “Fui editor musical durante más de 30 años. La canción es asombrosa y la voz es perfecta. Los autores deberían estar extremadamente orgullosos de esta pequeña obra maestra”.
Al preguntársele sobre las posibles reacciones a la tonada, basada en el mantra de que Donald Trump ha sido objeto de una perenne cacería de brujas, Kahn le respondió a Breitbart News: “Si él puede recibir una bala, yo puedo escribir una canción”.