Como ex abogado personal de Trump, Michael Cohen tiene el aval de haber pertenecido a su anillo interior y, por consiguiente, de manejar muchas de sus interioridades. Correlativamente, de haber desplegado una lealtad sin límites al jefe, al punto de convertirse en su fixer, su apagafuegos.
Habiendo ingresado a la Organización Trump en 2006, a Cohen se le conocía en ese gremio con un sobrenombre claro y distintivo: “el pitbull de Trump”. “Si alguien hace algo que no le gusta al señor Trump, hago todo lo que esté en mi poder para resolverlo en su beneficio. Vengo hacia ti, te agarro por el cuello y no te dejaré ir hasta que termine”, declaró Cohen en 2013.
Pero su relación con el magnate empezó a deteriorarse cuando este recortó su bonificación y siguió negándose a nombrarlo su abogado personal cuando asumió la presidencia. Cohen, sin embargo, afirmó que permanecería leal a Trump incluso después de la redada del FBI en su casa y su oficina en abril de 2018.
Después de una reunión familiar para cambiar de rumbo, Cohen se declaró culpable de violaciones al financiamiento de campañas, de evasión de impuestos y de mentir al Congreso. “Me arrepiento de haber hecho cosas por él que no debí haber hecho. Mentir, intimidar a la gente para lograr un objetivo”, dijo. “Para mantener la lealtad y hacer las cosas que él me había pedido hacer, violé mi brújula moral y sufrí el castigo, al igual que mi familia”.
Concretamente, en 2018 se declaró culpable de ocho cargos relacionados con su participación en la campaña presidencial de 2016. Fue sentenciado a tres años de prisión. Desde que lo pusieron en libertad, se ha convertido en enemigo acérrimo de su antiguo patrón.
Es un testigo clave en el primero de los cuatro procesos criminales contra Donald Trump. El de Manhattan es el primero que se le hace a un expresidente en la historia.
La pistola humeante
Lo más importante del testimonio de Cohen es, sin duda, haberle detallado al jurado el pago de 130 mil dólares que le hizo a la actriz Stormy Daniels de su propio bolsillo, y el plan ideado por el expresidente, el CEO de la Organización Trump, Allen Weisselberg (actualmente en la cárcel por el delito de perjurio) y el propio Cohen para que el dinero volviese a él.
Esta fue, de hecho, la pistola humeante de este proceso legal. A los jurados se les mostró evidencia bancaria convincente; es decir, la transferencia de Cohen de esos 130 mil dólares al abogado de Daniels antes de las elecciones de 2016. El documento tiene notas escritas de puño y letra de Weisselberg.
Es una prueba fundamental. Trump está siendo juzgado por fraude empresarial, acusado de falsificar registros para ocultar el reembolso del dinero que Cohen envió en su nombre con el fin de mantener en secreto el relato de Daniels sobre su encuentro sexual con él en Tahoe, California, en 2006.
En el documento mostrado se establece claramente cuánto tendrían que darle al fixer como reembolso y al mismo tiempo resolver el problema de los impuestos que tendría que pagarle al IRS (Internal Revenue Service, la agencia tributaria) por esa suma y no perder dinero.
“Así que son 420 mil dólares en 12 meses, es decir, 35 mil dólares al mes”, escribe Weisselberg. Es la prueba irrefutable que muestra el crimen, esto es, para qué fue realmente el pago y cómo se disfrazó de “honorarios” en los registros comerciales de la Organización Trump. Lo hicieron, obviamente, para ocultar la verdadera naturaleza de los pagos. Weisselberg y Cohen discutieron este plan hasta que Trump finalmente lo autorizó.
Sobre este punto, comenta una conocida analista:
El registro bancario muestra que “el pago del silencio” se realizó de hecho. Y en su parte inferior, a la derecha, lo que se ve es la letra de Michael Cohen queriendo que se le reembolse porque pronto dejará la Organización Trump. Quiere asegurarse de que en el último pago que le llegue se incluya este otro dinero que la Organización Trump le debe. Está en la parte inferior derecha de esta hoja de papel. En la parte inferior izquierda de esta hoja de papel se ve una escritura diferente: es la letra del director financiero de la Organización Trump, Allen Weisselberg. Y es él quien hace los cálculos.
En breve, este testimonio y esta evidencia operan como el torpedo que hunde la narrativa de la defensa en el sentido de que esos cheques eran “anticipos legales”.
La defensa de Trump
El abogado de Trump, Todd Blanche, utilizó el interrogatorio para presentar a Cohen como un testigo poco confiable y cuestionar su credibilidad, resaltando el tiempo que pasó en una prisión federal por varios delitos, así como su transformación de aliado cercano de Trump a enemigo.
El letrado intentó utilizar la retórica de Cohen en las redes sociales sobre Trump para presentarlo como un individuo vengativo y deseoso de publicidad. Mencionó declaraciones anteriores de Cohen en las que prodigaba elogios a Trump para resaltar su cambio de actitud y retratarlo como alguien psicológicamente “obsesionado” con el expresidente.
Pero no parece haber tenido mucho éxito. “La efectividad del testimonio de Cohen también podría haberse visto favorecida por una actuación mediocre de Blanche, quien intentó catalogar al exmediador de Trump como un hombre impulsado por ganancias financieras y rencores, pero acabo dando la impresión de ser vago y de estar fuera del tema”, observó un periodista presente en la sala.
Por su parte, varios analistas legales han subrayado que el relato de sus vivencias fue poderoso. La decisión de no llamar a otro testigo después de Cohen sugiere que los fiscales están satisfechos con su testimonio, que desde luego ha tratado de ser desmontado por los partidarios y fanáticos de Trump en Fox News y alrededores.
El juicio del jueves alcanzó su dramatismo cuando la defensa acusó a Cohen de mentir acerca de una llamada telefónica que dijo haber tenido sobre el acuerdo con Stormy Daniels. Fue una canasta de 3 puntos para la defensa. Cohen testificó previamente que el 24 de octubre de 2016 había llamado a un guardaespaldas de Trump para hablar con él y hacerle saber que había llegado a un acuerdo con Daniels. La prensa lo describe de la siguiente manera: “Eso es mentira. No habló con el presidente Trump esa noche”, dijo Blanche alzando la voz. “¿Puede admitirlo?”. “No señor, no puedo”, respondió Cohen. “Porque no estoy seguro de que sea exacto”. “Eso fue una mentira”, dijo Blanche otra vez momentos después…
Ahora todo depende el jurado, que también ha escuchado al exeditor del National Enquirer, David Pecker, narrar los detalles de los acuerdos acerca de “coger y no publicar” (catch and kill) historias potencialmente dañinas al candidato presidencial Donald Trump. Asimismo, vieron y oyeron a Keith Davidson, el abogado que negoció los acuerdos de confidencialidad y los pagos para Daniels y la exmodelo de Playboy Karen McDougal.
El problema que enfrentan los fiscales es que primero deben probar la falsificación de registros comerciales, que es un delito menor, y luego, que el hecho de que hayan sido falsificados con la intención de ocultar o ayudar a cometer otro delito. Deben demostrar más allá de toda duda razonable que Trump no solo sabía sobre los pagos de dinero, sino que además los aprobó y dirigió.
Para poder condenar a Trump hay que demostrar al jurado que el expresidente y candidato fue parte del plan destinado a falsificar registros corporativos. Y esa visión tiene que ser unánime entre sus 12 miembros. De lo contrario, Trump quedaría exonerado.
De acuerdo con los acusadores, Trump cometió 34 delitos graves de falsificación de registros comerciales. Su exabogado estuvo ahí para tratar de demostrarlo. En eso consiste la importancia de llamarse Michael Cohen. Y fue bien enfático. “Él lo aprobó”, dijo en uno de sus últimos testimonios.
El juez Juan Merchán les dijo a fiscales y abogados que estuvieran listos para presentar sus argumentos finales el próximo martes 21 de mayo.