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Fue un magnífico profesor de Economía Política —luego colega y amigo— quien me inculcó la preocupación por los problemas del desarrollo económico, y en particular, por las características que adopta ese proceso en América Latina. Lamentablemente, ya no está entre nosotros. Su nombre: Silvio Baró.
Desde entonces, no he podido dejar de asomarme —una y otra vez— a un fenómeno tan fascinante y diverso, que cada día nos sorprende con nuevos desafíos, tanto prácticos como teóricos.
También ha evolucionado la forma de medir el desarrollo. Antes se reducía a uno o dos indicadores —como el incremento del PIB per cápita o la participación en el comercio mundial—, pero hoy se concibe como un fenómeno multidimensional.
Instrumentos como el Índice de Desarrollo Humano o el Índice de Prosperidad son algunas de las mediciones que se utilizan hoy para ello. Ninguna es perfecta; ambas quizás sean incompletas, pero coinciden en reconocer la multidimensionalidad del fenómeno.
Algo similar ocurrió con los paradigmas ideológicos. Lo que desde la economía política del capitalismo, en su vertiente marxista, se consideraba imposible —alcanzar el desarrollo en condiciones de predominio capitalista— dejó de serlo. Aparecieron países, incluso pequeños, que lograron avances impresionantes, tanto en términos cuantitativos como cualitativos.
De la misma forma, luego del desastre del socialismo europeo y de la desaparición de la URSS, la fuerte convicción generada del fracaso del desarrollo socialista ha tenido como contrapartida y realidad demostrada las experiencias de China y Vietnam.
Desarrollo no, desarrollos
Estos años parecen haber demostrado que es posible alcanzar ciertos niveles de desarrollo dentro del modo de producción capitalista, así como dentro de concepciones socialistas.
Sé que esto es tremendamente polémico, pero ahí están los países que lo han logrado. Ellos mismos representan una gran provocación científica y estratégica, también en términos de políticas públicas, liderazgo y gobernanza.
Tal vez, entonces, debamos dejar de hablar “del desarrollo” para empezar a hablar de “los desarrollos”. Quizás el verdadero reto esté en encontrar los elementos comunes que se repiten en las diferentes experiencias exitosas.
De mis 71 años de vida, llevo 50 involucrado en temas vinculados al desarrollo de nuestro país. A veces de forma más consciente, a veces como un espectador asombrado; pero siempre desde mi óptica de profesor de Economía.
Gracias a ello descubrí, siendo aún estudiante y alumno ayudante, que la preocupación por el desarrollo en Cuba no surgió después de 1959.
Desde mucho antes, académicos y políticos le dedicaron tiempo y esfuerzo teórico a comprender nuestras limitaciones y proponer caminos para sacudirnos la capa pesada del subdesarrollo. Los 15 puntos enunciados por Fidel Castro en el Manifiesto No. 1 del M-26-7 sintetizaban, al menos en parte, esas aspiraciones históricas.
He tenido la posibilidad de observar, con cierta perspectiva, lo que nos ha ocurrido una y otra vez. Lo cierto es que el esfuerzo/sacrificio sostenido de generaciones por alcanzar el desarrollo y la prosperidad no ha logrado hacerlo sostenible.
Y me resisto a pensar que se debe a que las personas son incapaces, corruptas, inconscientes, arribistas, genéticamente perversas, o una combinación de todo lo anterior.
La calidad de las personas, imprescindible
Sin embargo, las personas sí son decisivas en estos procesos. En todas las experiencias exitosas recientes de desarrollo hay una apuesta clara por el factor humano.
También lo fue en nuestro país durante décadas, desde los inicios mismos de la Revolución en 1959. Tampoco descubro nada nuevo cuando lo afirmo. Lo que ocurre es que el propio desarrollo tecnológico —esta cuarta revolución industrial que tiene el éter como pista de lanzamiento— pareciera ir desplazando al homo sapiens.
Se decide exactamente por la calidad de las personas, que no es sólo su nivel de instrucción y competencias para habitar el mundo digital en el cual ya vivimos, sino también por su cultura, su civismo, su comportamiento ciudadano.
Las personas son decisivas también porque algunas de ellas ejercerán el liderazgo que necesita cualquier proceso de desarrollo. Y sin ese liderazgo, como coinciden todas las experiencias exitosas, el esfuerzo de los ciudadanos por el desarrollo quedará sin el resultado esperado.

Esa larga observación de estrategias, campañas, políticas e intentos me ha llevado a una conclusión, quizás obvia pero profundamente inquietante: algo falla de manera esencial en nuestro sistema. Algo, o muchos “algos”, deben transformarse esencialmente, lo cual no se circunscribe solo a lo económico o a lo político o a lo ideológico o a lo instrumental.
Hasta las raíces
No lo he podido identificar con precisión, pero estoy convencido de que si queremos conservar nuestro país y su independencia —que es a mi juicio la única manera de poder fundar un proyecto que nos conduzca al socialismo cubano que queremos— la transformación/reforma, o como le queramos llamar, tiene que ser hasta las raíces. No bastan podas ocasionales ni injertos parciales. No se alcanza el propósito a medias. Y cuanto más se demore ese proceso, más doloroso será.
Vivimos en un mundo de hegemonías, siempre en guerra por conservarlas. Y vivimos en un país que tiene el derecho —y el deber— de aprovechar todas las ayudas que se pongan a nuestro alcance. Pero sería un error depositar nuestras esperanzas y metas en lo que otros puedan hacer por nosotros. Somos, fundamentalmente, nosotros quienes debemos hacer por nosotros mismos.
Estamos a mediados de 2025. Los resultados del primer semestre ya han sido abordados en otros textos. La reciente intervención del ministro de Economía en el Congreso de la ANEC, al menos para mí, deja pocas dudas: este año tampoco saldremos de los números rojos.
Y confirma dos cosas: el programa gubernamental para combatir las distorsiones y reimpulsar la economía no ha logrado ni lo uno ni lo otro, pese a casi tres años de aplicación; y por esa misma razón nuestro pueblo está hoy más lejos de aquel concepto de prosperidad que hace diez años: “satisfacer integralmente las necesidades espirituales y materiales y fomentar las capacidades, la iniciativa y la creatividad”.
Por todo ello, hoy más que nunca, las personas importan.
Mientras no se resuelva el problema energetico, sera muy, pero muy dificil desarrollarnos y salir de los numeros rojos.
Muchas leyes, medidas, resoluciones pero pocos incentivos que realmente funcionen. Muchas trabas que aun persisten.
Yo no se si ya llegamos al precipicio o estamos ya en caida libre. Triate.
No hay forma de que las personas importen si esas mismas personas no tienen forma de que sean tomas en cuenta, si ya por constitución del país se impone un solo partido, un solo grupo de poder eterno, una sola visión de esa Cuba de todos, en donde una buena parte queda excluida porque el PCC y ese grupo de históricos iluminados que lo han secuestrado pretenden ser la solución de un problema creado por ellos mismos.
Estimado profesor como siempre tan claro y preciso, es una verdadera lástima que usted y otros economistas se den cuenta de los problemas que tenemos y son oídos sordos a los ejecutantes de las transformaciones que necesitamos.
Profesor, soy asiduo seguidor de todos sus artículos en on cuba.
Y siempre coincido con sus criterios. No soy economista pero considero que debe cambiarse hasta lo más profundo, es lo mas sensato y práctico para que sigamos existiendo como nación independiente. Hay cadenas ideológicas que en vez de a ecercarnos a un solución, nos amarran con el óxido de otras épocas, que no por gloriosas y justas debemos acatar ciegamente en un mundo tan diverso y plural. Tal pareciera que quedamos anclados a una etapa donde las aspiraciones y el escenario nacional e internacional nos favorecían y eran fácilmente predecibles..
Pienso como usted. Hagamos un socialismo básico, heterogéneo, sin los rígidos moldes de antaño. Si no caminamos en la dirección de la pluralidad de las ideas económicas y sociales, estamos en peligro de perder nuestra identidad e independencia. La rigidez no es sinónimo de control. Seamos auténticos y seremos independientes.
Excelente reflexión. Claro q las personas importan. Si no hay capacidad o liderazgo genuino no hay diseño ni implementación de programa alguno q pueda salvar la economía. Creo q hay un factor clave a considerar y q tú señalas. La solución debe ser un cambio estructural, cambiar todo lo q necesita ser cambiado. Mientras estemos aplicando parches y reviviendo mecanismos q otrora se utilizaron y se desecharon solo conseguiremos q se profundice aún más las crisis sistémica de la economía cubana.
Doctor, aprecio mucho sus reflexiones.
El problema más grande a mi entender es que los que dirigen no escuchan ni les gusta escuchar, he ahí donde el factor humano importa, cosa que usted refiere.
No creo que el desarrollo de un país dependa de si se llama capitalismo o socialismo, todo depende de la capacidad y las intenciones de quienes lo guia. Hay cosas que debieron hacerse hace 5 o 10 años y hoy se hacen no sin poca resistencia. ¿Se podrá avanzar así?
Hace unos días escuché que el Ministro de Economía planteaba la meta de alcanzar la producción azucarera de los años 70 u 80, no recuerdo bien. No seguí escuchando, no valía la pena. Lo comparé con mi nieto de 3 años cuando me dijo que iba a comprar un avión para llevarme a pasear.
No veo futuro, solo si se aplicará la frase de Fidel de cambiar todo lo que deba ser cambiado, que yo diría, cambiar a todos los que deban ser cambiados
Estoy muy de acuerdo con Ud. profesor: “las personas si importan”, y mucho. Especialmente los más vulnerables, que lo siguen siendo.
Un pleno a estas alturas y anchuras del partido y del Partido, respectivamente ¿Para qué?
¿Acaso nos van a tratar de convencer que el bloqueo “recrudecido” es el causante de todos nuestros males que son ya muchos? ¡Demasiados! diríamos todos a coro.
No es un Pleno partidista, ni siquiera un congreso de ese mismo órgano político lo que se necesita. Parafraseando a Villena una vez más: “Hace falta una carga para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones…”
Sin pretender hacer una disección del cadáver, es nuestro deber, como pueblo, analizar entre todos, repito ¡TODOS! los errores cometidos en la conducción de los destinos de nuestra nación, ya envejecida, mermada por la oleada migratoria y exhausta de resistir por resistir.
Estoy convencido que el marco constitucional que nos fabricaron a marchas forzadas, cual panal de abejas, para que llenáramos las celdas de rica miel, ya no resiste más engaños ni decepciones. Y eso solo lo puede resolver un proceso nacional Constituyente de todos los cubanos, que ponga patas arriba una seudodemocracia disque participativa donde el verdadero soberano, que sin ningún género de dudas es y debe ser todo el pueblo, recupere su soberanía y pueda ejercerla directamente y sin tutelajes. En definitiva, como en el año 2009 fue expresado por el heredero del legado histórico: que el pueblo decida qué socialismo es el que prefiere.
Está clarísimo profesor, y estoy de acuerdo con Ud., lo que veo es que el problema para que se resuelva no depende de cambiar una o dos personas, depende de cambiar al gobierno y al PCC en pleno y eso va a ser imposible, desgraciadamente no veo la salida para Cuba
Hola Dr Triana…!!
Muy buen artículo.
Pero…, preguntémonos:
1.) ¿Son cuestionables, o no, lo métodos de dirección en la gestión de la política y la economía?
2.) ¿Ha sido este modelo económico el más conveniente para lograr los anhelos de desarrollo y prosperidad, como país?
3.) ¿Cuáles son las verdaderas causas de las demoras en dicho proceso?
4.)¿Por qué la transformación/reforma, o como le queramos llamar, no ha sido hasta las raíces y sí podas ocasionales e injertos parciales, si nos va la vida en eso como sociedad y nación?
5.)¿Los directivos están realmente preparados para enfrentar el verdadero y gran reto de la transformación o reforma?
6 )¿Qué exigen los nuevos retos a la política de cuadros, en materia de liderazgo?
Gracias…!!
El cambio necesario llegará y no será por plenos partidistas ni por imposición imperial.
El pueblo cubano es extremadamente sabio e instruido y en su momento va a revertir, condenar y cambiar todo lo que ya debió ser cambiado.
Que el capitalismo en cámara lenta que quieren construir los mandantes va a acabar con todo lo acabable es un futuro cierto.
La generación que lo va a hacer no será la de ancianos atornillados al poder ni la de los que quedamos en Cuba cuando se han ido todos nuestros familiares.
Nada lo va a parar y quienes van a liderar para hacer esta Cuba mejor ya nacieron y están egresando de universidades. Solo no los sigan provocando porque la reacción para arrasar será terriblemente costosa.