Los bancos nacieron con la expansión de las relaciones monetario mercantiles, con la evolución de la forma equivalencial del valor hasta su forma dinero y empujados por la necesidad no sólo de conservar en un lugar seguro el dinero, sino también de facilitar y asegurar operaciones distantes en el tiempo y en lugares físicos diferentes.
Se convirtieron, además, en un buen negocio que, bien manejado, ha podido generar, a lo largo de muchos siglos, significativas ganancias a sus dueños. Hoy por hoy son, probablemente, el poder detrás de todos los poderes.
Fue leyendo un magnífico libro sobre la historia de las finanzas, El triunfo del dinero, de Niall Ferguson, que descubrí por qué a estas instituciones que prestan dinero se les bautizó con el nombre de “banco”. El origen del nombre, según Ferguson, viene de la práctica de prestamistas en algunas ciudades italianas que realizaban esas funciones en los portales de aquellas casas palaciegas sentados en ¡UN BANCO!
Al parecer se hizo común entonces que cuando se deseaba ir a por un préstamo se dijera: “Voy al banco”. Desconozco hasta dónde será no verdad, pero lo cierto es que Banco y Dinero van de la mano. La imagen de uno llama al otro y los dos tienen como una de sus principales bases: ¡LA CONFIANZA!
El dinero es confianza inscrita en un papel, dice Ferguson. El banco solo puede funcionar como tal por la confianza que las personas y las empresas tienen en ellos.
Con el tiempo, mucho, mucho tiempo, toda la actividad bancaria ha quedado regularizada bajo normas que estandarizan su funcionamiento en prácticamente todo el mundo y las oficinas de cumplimiento de esos propios bancos se ocupan de forma muy celosa de hacerlas cumplir.
La práctica de limitar las transacciones en efectivo es también una práctica internacional con varias décadas de vida. Es parte de lo que se conoce como “debida diligencia”, aplicable a casi todas las actividades y exigido en el mundo comercial, bancario y financiero. Dos instituciones internacionales han sido líderes en exigir su cumplimiento, el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea (BCBS) y el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI).
Para el BCBS, la debida diligencia de conocimiento del cliente va más allá de la prevención del lavado de activos. En su opinión, el proceso protege la integridad del mercado. Además, evita que los bancos se vean expuestos a riesgos de reputación, operativos, legales y de concentración. Fuente: Infolaft |
El anuncio del Banco Metropolitano estableciendo límites a algunas operaciones de manejo de efectivo y de transferencias electrónicas y, varias horas después, la nota del Banco Central de Cuba anunciando que estas medidas se extenderían al resto del sistema bancario, ha causado cierta conmoción en algunas “personas naturales”.
Banco Central de Cuba aclara sobre límites a transacciones electrónicas y extracción de efectivo
Que es necesario proteger la salud del sistema bancario y financiero y, por carácter transitivo, de los mercados en Cuba, no creo que sea discutible. Es bueno en especial para todo el mundo de nuevos negocios que se expande a una velocidad no bien calculada y cuya dinámica, creatividad, innovación y capacidad de aprendizaje ha sorprendido a todos.
La pregunta es otra: ¿Por qué ahora y no antes? Adelantaré algunas hipótesis:
1. Estar fuera de los estándares de las prácticas internacionales le dificulta al sistema bancario cubano establecer mejores relaciones con otras instituciones bancarias foráneas. Hace el sistema bancario cubano menos confiable en momentos en que se necesita lo contrario.
Este es un loable propósito sin duda. Toda la economía cubana, y lógicamente su sistema bancario y financiero, se encuentra sometida a presiones extras, así que cumplir estándares internacionalmente exigidos, aun cuando esos estándares respondan los intereses del capital financiero internacional más que a cualquier otra cosa, parece correcto más que todo porque no hay evidencia de que exista vida en ningún otro planeta y no tenemos cómo saber si en otro sistema solar existe; así que, por el momento, estamos solos y no hay a dónde ir. No queda de otra.
Claro que hay otros factores que conspiran contra la confianza en el sistema bancario cubano y buena parte de ellos no está en las manos del banco solucionarlos, pero no es el momento de abordarlos.
2. La adopción de tales regulaciones en estos momentos obedece a tensiones sobre la demanda de dinero en efectivo y al crecimiento del volumen de transacciones electrónicas para las cuales el sistema bancario no tiene una respuesta inmediata.
La demanda de dinero líquido obedece a tres motivos; a saber:
- el motivo transacción, esto es la necesidad de hacer operaciones de compra y venta de bienes y servicios;
- el motivo especulación, que en este caso se refiere en lo fundamental al propósito de obtener ganancias a través de las operaciones en los mercados financieros, que no existen en Cuba, aunque tenemos la variante criolla de “especular” con el dinero corriente para “prestarlo” a aquellas personas que lo requieren para hacer transacciones; por ejemplo, comprar pasajes para Nicaragua o poner un negocio de comercio, sin tener que pasar por la fiscalización del banco, o simplemente jugar a las variaciones de nuestras múltiples tasas de cambio;
- el motivo precaución que en lo fundamental ocurre cuando las personas guardan dinero previendo lo que va a pasar en el futuro. Dada la incertidumbre que el ¿ordenamiento? nos dejó de herencia y que se ha convertido en cotidiana, más se justifica convertir los colchones en pequeñas bóvedas de dinero privadas, algo muy ineficiente en términos del mercado monetario y del sistema económico, pero con efectos tranquilizantes para las personas.
3. Las regulaciones responden a la necesidad de establecer un mayor control sobre las operaciones de los agentes económicos y reducir la evasión impositiva que se produce cuando “personas jurídicas” utilizan sus cuentas como “personas naturales” para realizar transacciones que corresponden a su condición de persona jurídica.
Además, es lógico y predecible, si tenemos en cuenta la magnitud de la evasión fiscal en Cuba entre otras razones por la relativa baja bancarización de la economía y por los efectos de un sistema fiscal recaudatorio que se ha resistido a modernizarse y ponerse a tono con las necesidades de crecimiento de nuestra economía y las nuevas realidades que sobre todo a partir del verano de 2021, nuestro país experimenta.
4. La medida es parte de las intenciones de limitar la expansión del sector no estatal.
Dada las diferentes formas de entender el rol del sector no estatal en nuestra economía y las diferencias ideo-políticas al respecto, es legítimo considerar esta posibilidad. Sin embargo, encuentro que es poco coherente con los propósitos planteados en los documentos que sustentan la actual etapa de la reforma, incluida la Constitución de la República. Según la propia información oficial hoy ese sector es responsable de al menos el 15 % del PIB y del 50% del empleo en el sector empresarial cubano, además de ser el que por años ha generado nuevo empleo. No parece lógico atentar contra un sector que contribuye a la dinámica de una economía que enfrenta una crisis profunda y que todavía hoy apenas da señales, aun leves, de recuperación.
5. Diversas combinaciones de las cuatro primeras. No creo necesario extenderme en esta última.
La otra cara de la moneda son las consecuencias de las nuevas decisiones.
Adelantaremos algunos posibles efectos:
1. Retirada masiva de dinero físico por parte de los clientes de los bancos, comprometiendo la propia capacidad de aquellos de hacer frente a esta situación y generando una escasez de efectivo importante. Por desacostumbrada, la medida genera incertidumbre y eleva la “precaución” de los agentes y el público en general.
El dinero es como el aceite para los automóviles: demasiado lo ahoga y puede generar inflación; pero si hay muy poco, entonces es posible que la economía se haga más lenta.
Si todavía se cumple aquella vieja fórmula que los mercantilistas hace más de cinco siglos enunciaron y que dice que la masa de dinero en circulación y la velocidad de rotación del mismo está determinada por el nivel de precios y la cantidad de transacciones (relación que con el transcurso de los siglos fue refinada y formalizada por diferentes escuelas de pensamiento económico), entonces es posible suponer que la demanda de dinero para transacciones en Cuba se ha elevado considerablemente debido a la expansión de las transacciones comerciales y también por el incrementos de los precios.
Siendo también cierto que la nueva norma no limita la disponibilidad de dinero para las operaciones de los actores no estatales, la medida sí reduce sustancialmente la cantidad de dinero en circulación y la posibilidad de complementarla con transferencias electrónicas.
2. Generación de un mercado de dinero fuera de los canales formales establecidos por el sistema bancario nacional con negativas consecuencias para el propósito para el cual se ha hecho efectiva la nueva norma. Ello, además, puede contribuir a incrementar la evasión fiscal más que a prevenirla.
3. Sustancial reducción de la bancarización, propósito declarado una y otra vez por las propias autoridades bancarias. Esto ocurriría por dos motivos: pérdida de confianza en el sistema bancario, que vuelve a sorprender a los tenedores de saldos —ya ocurrió con el llamado Ordenamiento— y el segundo: los relativamente reducidos límites impuestos a dichas transacciones.
Cierto que los ingresos de la inmensa mayoría de la población no alcanzan para adquirir los bienes y servicios elementales, mucho menos para tener cuentas de ahorro.
4. Puede tener también un efecto negativo en la bancarización de la remesas y en la estimulación de su desvío por canales informales, lo cual haría mucho menos eficiente su utilización como un factor dinamizador del crecimiento económico tan deseado.
Llama a atención que esta medida se haya anunciado apenas veinticuatro horas antes del anuncio de Western Union de que restablece el envío de remesas a Cuba. ¿Tendrán suficiente confianza los remesantes para utilizar los servicios bancarios? ¿Preferirán los remesados que sus dólares estén en las arcas del sistema bancario antes que en sus gavetas y colchones, donde al parecer están más seguros?
Imagino que allá por el medioevo, cuando los prestamistas sentados en sus bancos facilitaban dinero a los nobles genoveses o venecianos, a cambio de unas tasas de intereses para nada pequeñas, alguno de ellos, insatisfecho con el servicio recibido, la haya emprendido con aquel y en el altercado el banco haya resultado dañado, roto. Quizá de ahí provenga ese otro término que acompaña a los bancos desde su nacimiento: la bancarrota.
La confianza no tiene precio. Así de invaluables son los sistemas sin confianza. O dedica recursos a reconstruir la confianza, sin garantías, o comienza a construir sistemas que no dependan tanto de ella, menos manipulables.
Quién tiene cuentas en dólares no puede cobrar sus intereses o cerrar la cuenta. Dónde está la obligación bancaria con sus clientes? Descrédito total.