Dedicado a un buen empresario y mejor persona que ya no está entre nosotros.
Nuestra empresa estatal —o mejor dicho— nuestras empresas estatales han estado en el centro de todo el proceso de reformas desde el inicio, eso es indudable. Sin embargo, sería bueno recordar que desde varios años antes ocupaban la atención de muchos, desde académicos y los mismos empresarios, hasta la máxima dirección del país.
Siempre cuestionada, la empresa estatal ha sido como la Cenicienta, por momentos ha vivido períodos de ensueño, especialmente cuando las Ferias Internacionales, que generalmente terminan de forma abrupta, cuando la magia —de la Feria o de algún plan especial— termina y todo vuelve a lo que nosotros llamamos el “curso normal de las cosas”. Es cierto también que algunas empresas nunca han sido Cenicientas.
La hemos cuestionado todos, desde académicos que nos hemos especializados en identificar sus debilidades y en señalar algunas de sus fortalezas; consultores que pacientemente y con gran entusiasmo se han dedicado a impulsar procesos de mejoras, muchas veces en contra de los criterios de “arriba”; hasta aquellos que, reclamándole mejor desempeño, le han negado el agua y la sal durante décadas, creándole un marco institucional que las ha ahogado y repartiéndole con gotero y, a destiempo, la tan ansiada autonomía empresarial, esa de la que todos hablamos pero que ha costado y cuesta tanto tiempo alcanzar y también muchos puntos porcentuales del PIB.
Bloqueo incluido, nuestras empresas estatales lo han sufrido todo, desde una práctica de planificación que para nada ayudaba a abrirse paso hacia mejores niveles de eficiencia e innovación, pasando por una ¿política? y procedimientos de comercio exterior que les ha impedido “insertarse” en esa economía internacional tan difícil y dinámica. También han sufrido una casi infinita intermediación entre ellas y cualquier oportunidad de inversión extranjera, acompañada de los prejuicios políticos asociados, hasta una política de cuadros que a veces las condenaba a ser dirigidas por las personas menos adecuadas mientras a otras les arrebataban al director estrella que las había sacado del atolladero para promoverlo hacia puestos más importantes que el de ser un buen director de empresas, sacrificando el trabajo de años y el liderazgo ganado a golpe de resultados.
Durante mucho tiempo tuvieron que soportar la hinchazón de sus cuerpos con cargos y puestos que no necesitaban y vieron cómo perdían a sus mejores trabajadores por no poder pagarles lo que ellos merecían.
Ellas todas, tuvieron el mal sabor de ver cómo a otras empresas manejadas por no nacionales se les permitía hacer lo que ellas tenían prohibido por definición.
Durante mucho tiempo, ninguna de ellas podía darse a conocer en los medios, porque la publicidad, ese recurso que cuesta pero sirve para abrirse espacios en el mercado, estaba vetado para ellas. No sé si aun sigue vetado.
Todavía, ya terminando el 2022, esperan pacientemente por una ley de empresas largamente prometida, que no parece estar tan cerca.
Y ya por último han visto cómo sus hermanas menores, casi recién nacidas, caminan por sus propios pies, aprenden del mundo e internalizan, a una velocidad que ellas no tienen, las experiencias de la economía internacional. Ellas saben que son fundamentales para la salud de sus hermanas menores, para ayudarlas a crecer, pero todavía hoy, por razones que muchas veces no logran entender bien, no pueden cumplir cabalmente esa función.
Por tener prohibido, tenían prohibido hasta morir en paz y se les ha obligado a vivir en precariedad, enchufadas a algún respirador que las ha mantenido artificialmente con vida, muchas veces de muy mala calidad, convirtiéndose en una carga y perjudicando con ello al resto de su familia de empresas.
Al menos hay tres documentos muy importantes que hablan de la empresa estatal, la Constitución de la República, la Conceptualización y el Plan de Desarrollo hasta el 2030.
ARTÍCULO 27. La empresa estatal socialista es el sujeto principal de la economía nacional. Dispone de autonomía en su administración y gestión; desempeña el papel principal en la producción de bienes y servicios y cumple con sus responsabilidades sociales.
La ley regula los principios de organización y funcionamiento de la empresa estatal socialista.
Constitución de la república de Cuba
La primero que se debería notar es que ninguno de esos tres documento define la cantidad de empresas socialistas que debe tener nuestro país.
143.2. Las entidades empresariales de propiedad socialista de todo el pueblo, están encargadas de realizar producciones de bienes o servicios de carácter mercantil, a partir del principio general de cubrir sus gastos con sus ingresos y obtener utilidades, a la vez que cumplen responsabilidades sociales, todo ello en correspondencia con los indicadores planificados.
Conceptualización, 2016
Tampoco allí donde se definen los medios de producción fundamentales se establece algún tipo de medida de cantidad al respecto
125.1 El carácter de “fundamental” de un medio de producción radica en su papel estratégico en el desarrollo económico y social, la vitalidad, sostenibilidad del país y la seguridad nacional.
Conceptualización 2016.
Los medios fundamentales de producción en el Modelo son:
- aquellos que facilitan al Estado socialista conducir el desarrollo económico y social.
- Su composición específica está determinada por las condiciones existentes en cada período.
Conceptualización 2021.
Así pues, parece que al menos en los documentos programáticos es la calidad y no la cantidad lo que define el número de empresas estatales que nuestro país debe tener y se pueden sintetizar en aquellas que contribuyen al desarrollo económico y social, la vitalidad, la sostenibilidad del país y la seguridad nacional, que facilitan al Estado socialista conducir el desarrollo económico y social.
La pregunta como casi siempre es sencilla. ¿Son todas estas empresas estatales que tenemos hoy medios de producción fundamentales? Evidentemente no.
¿Cuántas de las que existen hoy cumplen con lo que está planteado en los documentos programáticos? Y claro que se puede encontrar una respuesta, aunque no sea fácil asumirla.
Defender la empresa estatal es defender su esencia, y su esencia no es que sean muchas sino que sean las estratégicas, que sean el motor que mueve el sistema y no el aparato que, por no dejar de ser, continuamente lo trabe aunque no tengan ese propósito.
Esa es, como otras , una parte de la reforma que aun nos debemos.
“No me defiendan” dirían nuestras empresas estatales si pudiéramos oírlas, “solo dejadme hacer lo que me corresponde y ayúdenme creando un buen ambiente de negocios”.