En una edición de la semana pasada del Noticiero Nacional de Televisión, uno de sus conductores calificó como tragedia los avatares de la mayoría de los cubanos para adquirir y poder comer ese alimento que tiene como base fundamental el trigo y que algunas veces se parece a aquel otro que un día conocimos bajo el nombre de pan. También lo elevó, y creo que con toda razón, a “problema de seguridad nacional” en atención a que las carencias de otros alimentos han convertido al pan, a su adquisición y consumo, en un asunto de extrema sensibilidad.
Los cubanos, prácticamente todos, sin importar ni la cuantía de sus ingresos, ni el lugar donde habitemos —el centro de una ciudad o un poblado alejado y casi perdido en alguna montaña— podemos acceder todos los días a ese alimento. Que cada cubano todos los días se lleve a su estómago aunque sea un pequeño pedazo de ese producto, que a veces se acerca más a un “no-pan”, no sólo es una preocupación del gobierno, sino también una ocupación, que involucra a decenas de personas, yo diría que la mayoría de ellas, decentes, honestos, buenos cubanos, comprometidos, revolucionarios.
Una larga fila de personas —que va mas allá de la Cadena del Pan y de la “cola p´al pan”— se involucra en ese propósito todos los días, desde quienes deciden los dineros que hay para comprar la harina o el trigo, quienes reciben la “materia prima” en el puerto, hasta quienes se ocupan de transformarla y elaborar el producto final. Son, sin dudas, miles de personas en todo el país. Nosotros, los consumidores, por lo general solo vemos a los que “hacen el pan”, algunos de los cuales, son, efectivamente, panaderos.
La Tarea Ordenamiento también tuvo la virtud de hacer más evidente que nunca la mala calidad del pan, la inconformidad de los consumidores y lo poco acertada de la relación precio/ calidad del pan nuestro de cada día.
El pasado mes de enero en el programa Mesa Redonda, la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, informó que “en estos días, en las provincias de Cienfuegos, Sancti Spíritus y Granma entre 13 y 14% de la población no compró el producto; en Artemisa, Mayabeque, Villa Clara y Las Tunas fue el 8%, y entre 3 y 4% en el resto de los territorios”.
“Hubo casos como el del municipio de Minas, Camagüey, donde el día primero una parte importante de la población no adquirió el producto. Por supuesto, hacia allí también se dirigieron las acciones, porque eso para nosotros no es un hecho común y este es uno de los productos que mayor estabilidad ha tenido y que es de las primeras cosas que la población espera tener”. Comentó la ministra que aunque la falta de calidad no es problema nuevo, hoy las personas exigen más que al pagar el producto se tenga la calidad por la que se está pagando.
Pero en realidad la insatisfacción con nuestro panes es tan vieja como la desaparición de las tradicionales panaderías que todos nuestros barrios y pueblos tuvieron una vez, una buena parte de ellas horneando con madera ese delicioso “pan cubano” que todavía algunos recordamos era dejado en las puertas de nuestras casas todos los días temprano en la mañana y que increíblemente nunca desaparecía, incluso allí en los barrios más pobres. Costumbre esa —la de dejar el pan en la puerta— que se repetía en otros países del mundo, pero que ya ha desaparecido en todos.
Con “la panadería del barrio” también desapareció el “panadero del barrio” y lamentablemente una buena parte de la cultura panadera que se trasmitía de padres a hijos y que a veces incorporaba “outsiders” a la familia como aprendices, casi siempre, como un favor a alguna familia amiga. Producir pan era, al menos en nuestro país, más que un negocio que no enriquecía a muchos, tradición y cultura.
Hoy, la apertura del trabajo por cuenta propia ha permitido rescatar algo de la cultura y del oficio panadero. Se producen incluso variedades de pan, desde el “baguette” hasta otra muy sofisticadas, claro que a precios para nada accesibles a todos, pero igual son bienvenidos, por lo que significa en el rescate de una cultura necesaria y de lograr alguna variedad en la oferta. Solo me duele que entre esas múltiples variedades de nuevos e innovadores panes, no regrese con nosotros el pan cubano, algo que Don Eusebio logró en aquella panadería de la calle Obispo hoy también lamentablemente semi perdida en su esencia misma.
Para los cubanos, el pan es de trigo. El trigo se importa. Los recursos para importar son escasos y por lo tanto, se importa la mayor cantidad de trigo que se puede, con el dinero que se puede, con la calidad que se puede.
Si bien el adagio popular reza “a falta de pan casabe“ la disminución de la producción y la oferta de productos agropecuarios frescos lo ha transformado en su opuesto “a falta de casabe…. pan” y ello hace crecer la demanda de pan y presiona a la importación de trigo, algo no posible dada la situación de nuestros ingresos en MLC.
Como se ve más abajo las importaciones de trigo han tenido una tendencia a la baja.
Mientras, la producción nacional de harina de trigo se comportó de forma poco favorable hasta el año 2019.
Nuestro pan depende de las importaciones de trigo. Hasta hace muy poco creía imposible producir trigo en Cuba, de pronto conocí que no era tan así. Desde hace un tiempo, allá por Jarahueca, un campesino cubano siembra y cosecha trigo, con variedades cubanas obtenidas en el Instituto Nacional de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical con rendimientos de hasta 4 toneladas por hectárea y hace muy poco dos panaderos artesanales, empeñados en producir pan de calidad se dieron a la tarea se sembrar trigo aquí, en tierras de la Ciudad de la Habana, con no tan malos resultados. En el 2019 el rendimiento mundial fue de 3,3 toneladas por hectárea.
La producción de harina, como es de esperar, también ha experimentado una tendencia a la disminución.
Es muy probable que en el 2020 ni las importaciones, ni la producción, crezcan de forma significativa dada las condiciones bajo las cuales ha tenido que desempeñarse la economía cubana.
Aunque no estoy absolutamente seguro, son dos las empresas estatales encargadas de producir el pan para la mayoría de las cubanas y cubanos. Es, sin dudas, una gran tarea que constantemente enfrenta restricciones para adquirir sus insumos, pero también estoy convencido que con esos mismos insumos se puede lograr un producto de mucha mejor calidad, de hecho hay algunas “panaderías estatales” que lo logran.
Sin embargo, los esfuerzos por mejorar la calidad, controlar los recursos y evitar las “desvíos” no logran evitar esa llamada “tragedia”. Llevamos décadas insistiendo en las mismas soluciones, que no van a las causas y por lo general repiten esquemas condenados al fracaso, así que esperar que esas soluciones recurrentes den otros resultados no parece lógico.
Le pregunté a un panadero amigo mío qué hacía falta para hacer buen pan. Después de detallarme el ABC técnico del asunto, terminó diciendo; pero sin amor al oficio, respeto al producto y al cliente, casi nunca se logra.
Garantizar una oferta de pan relativamente abundante, con una calidad adecuada y a precios asequibles, al menos para una buena parte del pueblo, parece una tarea de gigantes, pero nos han convocado a “hacer cosas distintas”, a innovar. Creo que el pan nuestro de cada día, su organización, su modelo de gestión, están listos para ser sujetos de esa innovación (en este caso institucional) que permita hacer cosas distintas.
El pueblo no come pan pero los dictadores corruptos sí.
Gusanerias no por favor, sea objetivo, sea valiente, diga nombre y apellido
José tiene todo el derecho del mundo a expresar su criterio,por personas cono ud es que estamos como estamos,con sus consignas y palabras vacias,debería darke verguenza si le queda.
Con que los panaderos no se roben las materias primas y se haga un buen trabajo basta para q el pan sea bueno y de calidad. Eso es todo. Pero si se roban la levadura y el aceite y la harina, el pan q se hace no sirve.
Profe está seguro que solo la producción de pan es la que requiere de una nueva institucionalización más innovadora, honestamente creo que todo el país hace mucho rato necesita un revolcón innovador fuera de la rígida empresa estatal.
El pan, uno de los alimentos más antiguos de la humanidad precisamente por su simpleza de ingredientes y su fabricación, ha seguido el mismo camino de pérdida de calidad y falta de vergüenza, que todo lo que desde aquel gran error llamado “ofensiva revolucionaria”, hizo desaparecer hasta el más mínimo negocio privado o de majeno personal con un servicio basado en la reputación y calidad, se impuso en función de una colectivizacion forzada la propiedad de nadie, que devino en esta anomia social que vemos hoy en donde nada es como parece ser, el panadero sobrevive con su búsqueda, el que muele el trigo para hacer harina también, y así una interminable cadena de resolver y enmarañar que hace que al que le toca comerse el pan malo pues que se joda.
Otra vez la discriminación. Loo buenos cubanos son los revolucionarios.
Buen tema profe…
En mi opinión le quitaría al estado el monopolio del pan y se lo dejaba a los emprendedores, por supuesto garantizándoles la compra de insumos y la importación por ellos mismos de la harina…creo se cumpliría el proverbio que reza: EL OJO DEL AMO ENGORDA EL CABALLO…No más robo, ni desvío de recursos, ni mala calidad…Pero sin Pymes no se puede soñar con eso…
Es evidente que en la economía socialista no se produce ni siquiera un pan decente para el pueblo. ¡Ni siquiera pan!
El problema del pan. Tan viejo y tan fácil de resolver. Pero igual se necesitará eliminar viejas manías y costumbres visiosas de carácter sistémico. Años sin dar el brazo a torcer por parte de nuestros dirigentes. Ya es hora de admitir que la intromisión por parte del Estado en cualquier tema de producción para el pueblo será deficiente. Tanto protagonismo estatal hasta en la producción de un simple pan a provocado que este alimento (que hasta ahora no es un tema de discusión a nivel de estado en ninguno de los países que conozco en los que he vivido), en cuba sea casi un asunto de seguridad nacional. El problema es sistémico y su solucion es la misma que se le debe dar a todas las formas productivas. Abrir la economía y dejar producir al pueblo en cualquiera de sus formas privadas de producción con beneficios fiscales que favorezcan el desarrollo. Lógicamente con las regulaciones de mercado necesarias pero ninguna que entorpescan la producción como las que se han dictado y se siguen dictando desde arriba. Esperemos que despues de tantos cabezasos y ante la presión de nuestro pueblo poco a poco cedan en estos y todos los temas de vida tan importantes para empezar a sentir que somos seres humanos del siglo 21
Buenos dias Profe, Exelente comentario, aunque a mi ya me duelen los dedos de comentar sobre el asunto.
Aca en Las Tunas, hace unos dias visitaron Dos panaderias en las que encontraron varias irregularidades, yo no pude ver la noticia pero me contaron, segun dicen a raiz de ello uno de los directivos de la provincia fue sustituido, pero la mala calidad del pan sigue su camino, considero que si se tomaran medidas severas que inabilitaran por cinco años o definitivamente a trabajar con productos alimenticios a los funcionarios y administradores de panaderias, tal como se hace con los que cometen delitos ECONOMICOS, la calidad del PAN seria incuestionable, pero con todas las violaciones que salen por la television , LA MAXIMA DIRECCION DEL PAIS sigue poniendo paños tibios, esos directivos que fueron sustituidos aca en Las Tunas, los veremos dentro de poco en un auto moderno dirigiendo otro frente donde dilapidar recursos del pueblo o del estado y ya sea EL PANADERO, EL DAMINISTRADOR O EL DIRECTOR NUEVO haciendo lo mismo que hicieron sus antecesores, y NO PASA NADA, Panfilo Usted y Yo quejandonos y quejandonos.
Hasta que en cuba no adopten el sistema económico capitalista seguirán sin desarrollarse el estado no puede ser dueño de todo por el ser humano es muy avaricioso empiezan a robar y ahí viene la mala calidad y no se cumple cuando uno es dueño de un negocio vela . se encarga de pagar y sus productos salen con calidad entonces el estado entra ahí y le cobra los impuestos esos impuesto es para arreglar calles escuelas hospitales y demás pero no se que pasa en cuba con esos dirigentes con sus mentes todabia en el pasado y no estoy hablando de política miren Vietnam en menos años que cuba y con una guerra que tubo que desarrollo tiene .Rusia su economía ahora es capitalista y funciona en cuba el gobierno no puede estar manteniendo a todos es hora de liberar su economía al mercado libre solo así abra desarrollo slds
Mientras se permita el desvío de los pocos insumos con que se hace el pan nunca habrá un pan de calidad,ha caso se controlan las panaderias y dulcerias particulares con los recursos robados en almacenes y panaderias del estado,nosi un inspector llega y le dan tres panes y un litro aceite se va y no vio nada,debia haber una contrainteligencia desde nivel Central que nadie conosca y se meta junto al pueblo en las colas para que todo lo vea,pero solo responda a la ley y al maximo nivel
Estimado profesor:
Complace mucho el conocimiento y la trascendencia que transmite sus artículos. De manera específica, este artículo sobre la situación del consumo del trigo en la población de Cuba tiene una importancia indiscutible y llama la atención que usted haya comentado que “Hasta hace muy poco creía imposible producir trigo en Cuba, de pronto conocí que no era tan así.” De manera certera, fundamenta su afirmación con los resultados tangibles que en la producción de trigo ha conseguido la sabiduría de un campesino cubano. A continuación añado un artículo que publiqué en el 2004 en la página Web de una institución cubana y que creo pueda dar luz sobre los antecedentes de ese cultivo en nuestro país. Después que lea este comentario se dará cuenta del aislamiento existente entre científicos sociales y científicos agrícolas y también entre científicos sociales (en este caso, entre historiadores de la ciencia y economistas). Nos olvidamos de nuestro sabio José de la Luz y Caballero, quien señaló que la ciencia es una sola. Se ha perdido mucho tiempo en nuestro desarrollo económico porque nos ignoramos. No se puede hablar del presente y del futuro sin conocer a plenitud nuestro pasado. Con sumo afecto, Rolando Misas
Titulo: ¿Se cultivó el trigo en Cuba?
Autor(a): Lic. Rolando E. Misas Jiménez, Instituto de Historia de Cuba.
Quizá las actuales generaciones de cubanos se sorprendan ante una respuesta afirmativa. Desde la época colonial ha predominado en la conciencia de nuestro pueblo los hábitos de dependencia hacia el consumo de la harina importada apoyándose en la supuesta imposibilidad de cultivar el trigo en Cuba debido a sus condiciones climáticas y de suelos.
En realidad, el estudio de nuestro pasado agrícola colonial indica que en torno al cultivo de ese cereal se manifestó un pensamiento de transformación favorable a una agricultura campesina autosuficiente, del cual se nutrió la creciente identidad cubana como un antecedente importantísimo del ideario de independencia económica que ha llegado hasta nosotros.
Ese ideario tuvo sus orígenes en las estrategias de diversificación y de avance de la ciencia y la tecnología agrícolas que promoviera, la Real Sociedad Económica de Amigos del País, desde La Habana, en la primera mitad del siglo XIX. Estas estrategias eran contrarias al monopolio harinero de los comerciantes importadores y a las preferencias económicas de los hacendados esclavistas por los cultivos comerciales de la caña de azúcar y del cafeto, pero también contemplaban la prevención necesaria ante las graves carencias alimenticias que padecería la población criolla de hacerse realidad el peligro, latente entonces, de un bloqueo naval a nuestro país por alguna poderosa nación, codiciosa de esta importante posesión colonial de España.
Una parte relevante de esa estrategia estuvo encaminada al fomento del cultivo del trigo con vista a lograr la sustitución de importaciones y a ella se insertaron los esfuerzos de uno de sus principales protagonistas: Antonio Bachiller y Morales.
Bachiller encontró en la Real Sociedad Patriótica de la Habana a intelectuales de la llamada clase media y a hacendados criollos que simpatizaban con sus ideas, no en balde su artículo sobre el cultivo del trigo en Cuba fue publicado por esta importante institución en la Memoria de 1848, cuando ocupaba la presidencia de la Sección de Agricultura.
En esos momentos, Bachiller trataba de difundir en las regiones occidentales de Cuba la variedad de trigo y la cultura triguera que supervivían en el campesinado de Villa Clara confiando en que la caída del precio del café en el mercado mundial y el bajo nivel técnico de su cultivo llevaría a los hacendados cafetaleros a dedicar parte de sus tierras al cultivo de ese cereal, auxiliándose en la destreza empírica de las familias campesinas que podían ocuparse de su cultivo.
Para el adiestramiento del campesinado criollo que no tuviera una cultura triguera o para el inmigrante español que desconociera el comportamiento del trigo en las condiciones específicas del medio natural cubano, Bachiller reunió en su artículo sobre el trigo el conocimiento tradicional de los campesinos de Villa Clara, las experiencias prácticas de un estanciero llamado Miguel Próspero Barata en las cercanías de La Habana y la información actualizada que aparecía en la Maison Rustique del agrónomo francés Oscar Leclerc.
Los experimentos de Barata con trigo villaclareño le permitieron a Bachiller apreciar, personalmente, la importancia de tener al alcance de todos los productores una variedad de trigo que se había adaptado a las condiciones del medio natural de la región de Villa Clara y que podía ser diseminada a las regiones occidentales de la isla. Por otra parte, sospechaba que el trigo villaclareño era de la misma variedad del que se cultivó en algunas regiones cercanas a La Habana, como Canoa (en el entonces partido de Santa María del Rosario), Matanzas y en un ingenio de Guanajay. Lo cierto es que por ser un componente trascendental de la flora agrícola de Villa Clara y la única superviviente de las diseminaciones tempranas del trigo introducido por los conquistadores españoles, Bachiller les otorgó las denominaciones patrimoniales de “nuestro trigo”, “trigo del país” o “trigo indígena”.
Contando Bachiller con el principio de austeridad que debía caracterizar a una institución, como la Real Sociedad Económica, con recursos muy limitados para desarrollar un programa de experimentos agrícolas, trató, al menos, de apoyarse en la observación empírica disponible para orientar correctamente a los productores interesados por la introducción de variedades de trigo foráneos que fueran parecidas a la de Villa Clara.
Para Bachiller era más prudente imitar la iniciativa del médico José María Velásquez, quien había introducido en La Habana, desde La Mancha, España, una variedad de trigo “Barbudo”, llamado “trigo Chacón”, a pesar de que no era ésta del todo semejante a la variedad villaclareña. En opinión de Bachiller, la introducción de variedades de trigo foráneas debía depender de un proceso de selección basado en la comparación entre las observaciones personales que él realizara del trigo de Villa Clara y las características de las variedades barbados de trigos “duros” que señalara el agrónomo francés Oscar Leclerc. Al explicar las características morfológicas del trigo villaclareño, Bachiller trataba que fuera de fácil entendimiento para el campesinado, de ahí que no presentara un estudio propiamente botánico.
Como conclusión, Bachiller destaca que el trigo del tipo “Barbudo”, coincidente en sus rasgos morfológicos con los del trigo “indígena” de Villa Clara, se diferenciaba de otras variedades europeas en que poseía vellosidades o barbas que lo protegían de los pájaros, granos duros y amarillos que producían un pan de color amarillento, y por último, tenían la cualidad trascendental de adaptarse al clima tropical.
Como resultado del proceso de adaptación del trigo observado en las condiciones naturales de Villa Clara y de la Habana , los meses más favorables para la siembra fueron septiembre, octubre y noviembre, recogiéndose la cosecha a los cinco meses sin necesidad de efectuar un desyerbe constante. En España demoraba la cosecha siete meses. A esta precocidad del “trigo del país”, Bachiller le añadió la fecundidad en espigas al señalar que, en Villa Clara, cada grano sembrado daba lugar a 50 vástagos.
Bachiller desconocía el rendimiento que alcanzaba el trigo en Villa Clara, sin embargo, menciona los datos alcanzados en un terreno menos fértil, cercano a La Habana, de 130 metros cuadrados, donde el experimento de Miguel Próspero Barata, proporcionó 36 libras de cereal a partir de las 0,25 libras sembradas inicialmente. Este resultado, destacado por Bachiller, le permitía al lector calcular un rendimiento de 1,2 toneladas por hectárea.
También Bachiller se apoya en la experiencia triguera francesa que aportaba Leclerc sobre suelos de su país, para destacar que la diseminación del trigo a otras regiones de la isla no debía depender del color negro de los suelos sino de su textura media y de la capacidad que tuvieran para conservar la humedad de las lluvias y para recibir el calor del sol. De esa forma, rechaza cualquier exclusivismo con tierras negras aportado por el ejemplo concreto de Villa Clara.
El trigo de subsistencia que cultivaban los campesinos de Villa Clara le sirvió a Bachiller para demostrar el importante papel que podía desempeñar la cultura empírica de los campesinos en el desarrollo de una agricultura tecnificada, de manera racional, que se contrapusiera a la desidia habitual apreciada en los esclavos de las plantaciones. En ese sentido elogiaba, como aspectos relevantes de la atención cultural triguera, los siguientes:
• Durante la preparación del terreno el campesino realizaba un gran esfuerzo por remover profundamente la tierra a pesar de las imperfecciones del arado de madera.
• La siega la realizaba el campesino primeramente al anochecer y después en las horas comprendidas entre el amanecer y las nueve de la mañana que eran los momentos en que las espigas aún se hallaban húmedas para evitar que se desgranaran con facilidad.
• El campesino cambiaba para el mes de octubre o dejaba para el 15 de noviembre el tiempo de siembra con la intención de evitar que, en septiembre, coincidiera la siembra del cereal con la aparición de una dañina plaga llamada aljorra.
A pesar de esas ventajas de la atención cultural campesina, Bachiller señalaba algunas deficiencias que podían ser superadas por el campesino:
• el método de siembra al vuelo o al voleo ocasionaba una gran pérdida de simientes y podía convertir a los sembrados en maloja. Bachiller recomendaba el método de siembra que había ensayado Miguel Próspero Barata en el terreno, poco fértil, cercano a La Habana. Este método consistía en depositar el grano de la misma forma en que se sembraba el maíz, o sea, conservando una distancia de media vara entre cada grano sembrado.
• el barbecho no garantizaba la conveniente fertilidad de las tierras. Bachiller aconsejaba el empleo eficiente del abono vegetal y animal y la alternación o rotación de las áreas dedicadas al trigo con plantas tuberosas para mantener la fertilidad de los suelos y evitar que estuvieran improductivos.
La importancia de este artículo de Bachiller determinó que fuera nuevamente reproducido en las ediciones de 1856 y 1882 de su elogiada compilación de trabajos suyos y extranjeros (traducidos y anotados por él) titulada Prontuario de Agricultura.
El futuro promisorio que, en el siglo XIX, le asignaron Antonio Bachiller y Morales y la Real Sociedad Económica al cultivo del trigo en nuestro país se apoyaba en experiencias domésticas avaladas por la observación, la experimentación y el ejemplo de la sobreviviente tradición cultural campesina de Villa Clara. Esta es la enseñanza que nos ha proporcionado el estudio de ese lejano pasado histórico, la cual ha sido sintetizada en el presente trabajo, teniendo como base la información de una parte del libro El trigo en Cuba en la primera mitad del siglo XIX, publicado por la Editorial Academia en 1993.
El interés por el cultivo de éste cereal, como probable sustituto de la harina importada, ha estado vigente en la actualidad en instituciones de investigación agrícola de nuestro país. De manera especial, los científicos agrícolas cubanos del Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical (INIFAT) del Ministerio de Agricultura y del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA) del Ministerio de Educación Superior mostraron en documentos oficiales del año 1991 su complacencia por los estudios históricos que aportaban conocimientos casi desconocidos sobre antiguos cultivares de trigo en Cuba porque corroboraban la certeza de las investigaciones aplicadas en trigo, realizados por ellos, teniendo de base las variedades obtenidas por Ismael Cueto, dentro del Programa Alimentario en las condiciones del Período Especial. En ese propio año, se combinaron en el póster ¿Trigo en Cuba?, del Taller de Cultura Alimentaria Cuba-México, efectuado en el Jardín Botánico Nacional, los resultados de aplicación obtenidos en el INIFAT con los de investigación histórica sobre este cereal, mostrándose, por primera vez en público, el trigo cubano cosechado y el excelente pan elaborado de manera artesanal. Un reconocimiento importante a éste quehacer histórico vinculado a las necesidades científicas, sociales y económicas del país se alcanzó en 1992 cuando el libro El trigo en Cuba fuera premiado como Resultado Científico Destacado de la Academia de Ciencias de Cuba.”
Cuanto mayor sea la presencia enero estado en la actividad económica y productiva, menor será la cooperación, la rentabilidad y la motivación de los distintos agentes para encadenarse.
Profesor Triana en Cuba ya se sembraba trigo a inicios de la Colonia luego se sustituyo por otros cultivos que no poseia la metropolis