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Algún diputado, en la primera sesión de nuestra Asamblea Nacional, al hacer uso de la palabra, preguntó por la Ley de Empresas y la respuesta que escuché fue que se había evaluado que aún no era o que aún no estábamos en el momento adecuado para su aprobación.
De estar entre nosotros, mi amigo Goyo me hubiera mirado de medio lado y me hubiera dicho bien bajito, pero sonriendo: “Mi herma, ¿cómo alguien sabe cuándo es el momento adecuado?”.
Sin dudas, hacer las cosas correctas en el momento correcto es una buena garantía de éxito; lo mismo da que sea para formar y entrenar un equipo de pelota que para cruzar la calle.
Para conducir la economía de un país, es todavía más importante, porque al final un partido de pelota se puede perder y, si lo hacemos mal cruzando la calle, pues pagamos nosotros mismos, o en un hospital o en algún pequeño recipiente.
No pasa igual cuando se trata de la estrategia y la política económica de un país, porque se deciden entonces los destinos de todos y se pueden convertir los sueños de muchos en eternas pesadillas, y hacer del desencanto una forma cotidiana de existencia.
Los datos del reporte del primer semestre de este 2025 hecho público por el Ministerio de Economía en la Asamblea no dejan dudas acerca del mal desempeño de nuestra economía de forma general.
Aun cuando tenemos la buena noticia de la contención del déficit fiscal y del ritmo de incremento de la inflación, ambos resultados positivos, sus efectos sobre la capacidad de compra del ingreso de los ciudadanos y sobre la dinámica del sistema productivo cubano son prácticamente nulos.
De los siete objetivos priorizados que anunciara el Ministro de Economía en diciembre del 2024, pocos han podido ser alcanzados en este primer semestre.
El primero de ellos —seguir avanzando en la implementación del Programa de Estabilización Macroeconómica, con acciones que aporten a la reducción paulatina de los desequilibrios existentes—, permanecerá en la sombra mientras que esos síntomas positivos relacionados con el déficit fiscal y la inflación no alcancen a aliviar las crecientes necesidades de la mayoría de la población del país.
La tasa de cambio en el llamado mercado informal de monedas sigue siendo desfavorable: hace algunos días se rompió la barrera de los 400 pesos por dólar, una señal muy clara de que las causas reales de la depreciación del peso cubano permanecen muy sólidas.
El incremento de los ingresos por exportaciones, el segundo de esos objetivos, tiene en el mal desempeño del turismo (81% de viajeros y 75% de visitantes respecto al mismo período de 2024) y en los resultados de esta zafra azucarera, donde los niveles de producción alcanzados nos regresan a 1817, su peor enemigo.
Otros sectores, incluyendo los servicios médicos, tampoco muestran una recuperación significativa.
Incrementar la producción nacional es el tercer objetivo priorizado; algunas producciones se incrementaron, pero el impacto de ese incremento en la oferta y en los precios ha sido apenas perceptible.
Asegurar los recursos para la defensa y el orden interior. Otro de los objetivos. A falta de información al respecto, es posible imaginar que esta prioridad se haya cumplido, entre otras razones porque el sistema empresarial de las FAR genera recursos propios que le permiten no depender de los resultados de la economía nacional.
Recuperar con gradualidad el sistema electroenergético nacional (SEN); el quinto de esos objetivos no da señales de que se vayan a alcanzar resultados relevantes a pesar del esfuerzo realizado, lo cual incluye el redireccionamiento de la inversión hacia el sector y la construcción y puesta en funcionamiento de los parques fotovoltaicos.
Hoy se atiende en lo fundamental a la generación y sus limitantes, pero la infraestructura asociada a la transmisión también se encuentra en un estado crítico. Sin energía eléctrica será muy difícil lograr un cambio significativo en la dinámica de nuestra economía.
El sexto objetivo, atender las prioridades de las políticas sociales, salud, educación, con especial atención a las personas, familias, hogares y comunidades en situación de vulnerabilidad, parece una tarea de gigantes si atendemos al deterioro continuado de la capacidad de compra del ingreso de las familias, al incremento de la pobreza y la marginalidad y a la dinámica de los precios de bienes y servicios de primera necesidad.
El esfuerzo no se compara con el deterioro acumulado. El incremento anunciado de las pensiones, algo muy necesario, apenas alcanzará para la adquisición de una fracción de un cartón de huevos.
Mientras el objetivo de incorporar con prioridad y oportunidad los aportes de la ciencia, la tecnología y la innovación en la recuperación de la economía, algo muy necesario para un país que sufre una permanente falta de recursos de todo tipo, se enfrenta a un sistema productivo donde el actor principal —la empresa estatal socialista— no tiene suficientes incentivos y grados de libertad para hacerlo de forma dinámica y sostenida.
Llamo la atención sobre el hecho de que la ciencia, la tecnología y la innovación requieren de recursos financieros y de la inversión estatal, porque nuestro sistema empresarial estatal, el gran motor de esta economía maltrecha, está exhausto, descapitalizado, maniatado por la burocracia ministerial y relativamente alejado de la “punta tecnológica a escala mundial”.
La inversión extranjera puede ser una gran ayuda, pero ha demorado más de cuatro años la introducción de cambios en la ley, en los reglamentos y en los procedimientos para crear un “ambiente de negocios propicio”.
En pocas semanas estaremos en la puerta del tercer cuatrimestre de este 2025. Ya se sabe que en el 2024 el desempeño negativo fue de -1,1 %, aunque esta vez a muchos nos ha sorprendido la cifra, dada la combinación de factores que estuvieron presentes durante todo el 2024.
No existe información oficial sobre el crecimiento del PIB en el primer semestre de 2025, como si ocultarlo al pueblo permitiera cambiar la realidad de ese desempeño.
Mientras tanto, la CEPAL ha estimado que en el 2025 el PIB de Cuba decrecerá nuevamente, esta vez en -1,5%, un comportamiento peor que el de 2024 y solo superado en América Latina por Haití (-2,3%).
El Ministro de Economía en su intervención en la Asamblea Nacional calificó este segundo semestre como desafiante con toda razón, pues no parece posible esperar cambios positivos relevantes en las condiciones que él mismo definiera, que impiden una respuesta positiva de la economía:
- El alto endeudamiento externo.
- El no acceso a créditos al desarrollo.
- El déficit de divisas.
- La falta de energía y combustible.
- El déficit de materias primas e insumos.
- El bajo aprovechamiento de las capacidades industriales.
- Los mecanismos internos insuficientes e indisciplinas.
- La inflación internacional.
- Los conflictos geopolíticos.
Sin dudas, es posible sumar algunos otros “factores” a ese listado:
- La lentitud en la toma de decisiones (¿por dónde anda la Ley de Empresas?)
- La falta de consistencia en las políticas aprobadas (¿por fin necesitamos o no necesitamos un sector no estatal dinámico y complementario?)
- El exceso de burocracia y de burócratas (¿se reduce o no el aparato estatal? ¿cuándo y cuánto?)
- La falta de incentivos suficientes a la incorporación al trabajo formal, estatal o no estatal (69,1% de los desocupados están concentrados entre nivel preuniversitario, técnicos medios y universitarios).
- La ausencia de un mercado monetario que transmita certidumbre a los actores económicos.
No parece que alguno de esos factores internos vaya a sufrir algún cambio favorable en los próximos cuatro meses.
La incertidumbre continuará predominando en el contexto internacional, mientras que la certidumbre de que el bloqueo y la política agresiva de la Administración Trump pueden incrementar más la carga negativa sobre la economía nacional y sobre nuestro pueblo.
Ambos son factores sobre los cuales poco o nada podemos hacer, más allá de utilizar la característica más importante que le ha permitido al homo sapiens estar en lo más alto de la cadena animal: su capacidad de adaptación y su habilidad para aprovechar oportunidades, aunque estas sean exiguas.
Las tareas definidas para este segundo semestre representan un gran reto no solo en el orden económico, sino también en el orden político.
Una de ellas es crucial: la creación de un mercado cambiario y la adopción de una tasa de cambio que transparente las relaciones económicas entre todos los actores de la economía, esto es, el estado, las familias y las empresas. De cómo se implemente, dependerá en mucho que nuestro país pueda romper la tendencia a seguir decreciendo año tras año.
Confieso que no sé si este es el “momento adecuado”; no sé si alguno de los algoritmos de inteligencia artificial que se han creado nos pueda dar una pista de cuál es el momento adecuado.
Casi siempre la constatación de si lo es o no lo es ocurre después; quizás ahí está una de las razones de las demoras que no alcanzamos a entender, pero mientras más demoremos, más elevado será el costo económico, social y político. Eso sí es algo que ya hemos podido comprobar. Ahí están los hechos.
Nunca el mundo estuvo más convulso y la economía del país más maltrecha para enfrentarlo. Esa combinación será nefasta para el futuro cubano. Aunque mi optimismo mantenido parte de la sabiduría popular cuando reza que las cosas para que comiencen a mejor primero tienen que ponerse bien malas.