“Estarás contento: se salvó el ‘paquete’”, le disparo a Yolexis* después de saludarlo en la distancia y preguntarle por la familia: “Parece que malinterpretamos lo de la prohibición”.
“Sí, claro, eso mismo fue lo que pasó…”, me responde mi amigo con una sonrisa a medias en nuestra llamada por WhatsApp. “Últimamente estamos que no entendemos nada. Debe ser que entre los apagones —que de nuevo están en candela—, la crisis y el reguetón nos hemos puesto más brutos”.
“Chico, pero yo entendí lo mismo y aquí en Dubái no hay apagones, ni crisis, ni tampoco mucho reguetón, aunque alguno he oído por ahí, no te creas”, le digo para picarlo.
“Pues mira a ver, brother, revísate —me responde—, que tu caso sí que no es normal. Tenías que haberte dado cuenta desde el principio de que eso de la ‘puesta a disposición del público a través de soportes informáticos’ solo se refería a la exhibición cinematográfica y no a la copiadera en discos y memorias flash”.
“Vaya, que si te pones a pensar ni siquiera hacía falta que salieran a explicarlo, si está clarito, ¿no?”, añade con ironía.
“Espero que se lo hayan explicado a los inspectores que ya andaban advirtiendo a los ‘paqueteros’. Parece que tampoco entendieron bien —le acoto—. Y también a la gente de la Dirección de Trabajo de Las Tunas, que desmintieron la prohibición, pero usando el inciso de los sellos discográficos”.
“Ah, mira, esa sí no me la sabía”, confiesa mi vecino habanero. “A lo mejor es que los tuneros malentendieron el asunto de otra manera y tuvieron que darle una explicación distinta; no sé, digo yo”, apunta jocoso.
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“A mí lo que me habría gustado ver es qué hubiese pasado si no se arma toda esa bulla con el tema —me dice repentinamente serio—. Si hubiera entrado en vigor sin que ningún funcionario explicara en Cubadebate que copiar el ‘paquete’ no estaba prohibido. ¿Te imaginas?”.
“A lo mejor no pasaba nada, o pasaba en algunos lugares y en otros no —le contesto—. Igual, ya no podemos saberlo. Lo importante es que al final la gente en Cuba va a poder seguir comprando el ‘paquete’, las películas y las series, y tu suegra no se va a perder ya sus novelas turcas”.
“Brother, tú no te imaginas lo contenta que se puso esa mujer cuando le dijimos que las novelas no estaban prohibidas —me cuenta—. Y eso que mi suegro se puso a decir entonces que al final lo de la prohibición había sido ‘otro invento’ de las redes y que Dania y yo le habíamos llenado a ella la cabeza de humo con esos ‘rumores’”.
“Yo ya ni me inmuto. Lo dejo que diga lo que quiera, aunque a veces no es fácil. Pero es el padre de Dania y me toca ‘por la libreta’. Así que no resuelvo nada con alterarme; él no va a cambiar a estas alturas y yo no gano nada molestándome”, afirma Yolexis con pragmatismo.
“Estás hecho un maestro zen”, bromeo y consigo devolverle la sonrisa.
“Deja el ‘chucho’, brother, y dime si les ha dado una revisión a la lista que salió con las nuevas regulaciones para el sector privado, que ya eso es oficial y no he visto a mucha gente haciéndole swing en detalle”, me cambia el tema.
“La verdad es que no mucho —me sincero—. Le di un ojo cuando salió, sin mucho detenimiento, porque la verdad es que esa lista está un poco larga”.
“Sí que lo está —confirma Yolexis—. Yo me puse para eso el otro día, porque el hermano de Dania lleva tiempo queriendo abrir algún negocio acá, nada muy grande, aunque desde que dijeron que para ser socio de una mipyme hay que pasar la mayor parte del tiempo en Cuba se ha enfriado la idea”.
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“De todas formas, me puse a revisar la lista por si acaso, y resulta que tiene bastante tela por donde cortar. Hasta anoté algunas cosas, no fuera a ser que después alguien diga que no es así o no entendí bien”, me apunta.
“¿Ah, sí? A ver”, le digo interesado.
“Por ejemplo, tú que eres periodista, nada de ponerte a imprimir o editar periódicos, revistas y libros, o a hacer transmisiones de radio y televisión por tu cuenta. Ni tampoco abrir una agencia de noticias o hacer ‘otras actividades de servicio de información’. Y ni hablar de la exhibición cinematográfica”, señala.
“Bueno —le acoto—, ahí no hay nada nuevo. Hace mucho que esas cosas en Cuba solo puede hacerlas el Estado, aunque lo del cine tuvo su relajación hace unos años con las salas 3D, que igual las tumbaron al poco tiempo”.
“Es verdad, pero igual te lo recuerdo no vaya a ser que se te haya olvidado en los meses que llevas fuera”, me responde con sorna.
“Además —continúa—, está prohibido el ‘comercio al por mayor de los trabajadores por cuenta propia’ y la ‘venta de mercancías al por menor y al por mayor importadas sin carácter comercial o adquiridas en la red de comercio minorista’, así que mira a ver qué tú haces con lo que traes cuando vengas a Cuba o si te da por poner un catre”.
“Tampoco están permitidas las actividades profesionales y técnicas, aunque hay excepciones: ‘teneduría de libros; diseño, decoración y fotografía; programadores de equipos de cómputo; los traductores de documentos y traductores e intérpretes certificados, los veterinarios de animales de compañía’”, enumera.
“Ah, los arquitectos que llevan tiempo intentando que les aprueben trabajar de manera independiente parece que van a tener que seguir esperando”, compruebo.
“Igual que los guías de turismo —añade Yolexis—. El término que está en la lista es ‘operadores turísticos’, pero por lo que dice creo que los incluye. Dime qué tú piensas”, y lee:
“En esencia, esa prohibición se refiere, entre otras cosas, a la ‘organización de paquetes de servicios de viajes para su venta a través de agencias de viajes o por los propios operadores turísticos que pueden incluir uno o varios de los elementos siguientes: transporte, alojamiento, comidas, visitas a museos, lugares históricos o culturales y asistencia a espectáculos teatrales, musicales o deportivos”.
“Pues parece que sí, que incluye a los guías, aunque igual no menciona explícitamente la palabra. Habrá que esperar a que salga alguien a explicarlo oficialmente para saberlo a ciencia cierta”, le contesto.
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“También siguen prohibidas las academias particulares, aunque los repasadores y los profesores de idiomas y otras cosas sí están autorizados como hasta ahora, lo que como cuentapropistas, sin que puedan contratar a nadie más”, sigue mi amigo.
“Y está también lo de las galerías privadas”, agrega.
“¿Qué cosa de las galerías?”, le pregunto.
“Pues eso, que están prohibidas. De hecho, están dos veces en la lista. Primero en la parte dedicada al comercio, en la que se prohíben explícitamente las ‘actividades de galerías de arte comerciales’. Y luego las incluyen en la sección de las actividades artísticas, de entretenimiento y recreativas”, me explica.
“En esa última se prohíbe la ‘gestión de salas de conciertos, de video, galerías de arte, librerías, casas de cultura, teatros y otras instalaciones similares’, aunque ‘se exceptúa la venta de libros de uso’, los libreros particulares de toda la vida”, apunta.
“Pero ven acá, brother —me dice intrigado—, ¿en Cuba ya no había galerías privadas?”.
“Oficialmente no, pero en la práctica sí, o al menos algo parecido, aunque los estudios de los artistas creo que se salvan, y es posible que también otros lugares que, aunque funcionen como tal, tengan un perfil más amplio, como proyectos culturales, comunitarios, cosas así”, le explico lo mejor que sé.
“Bueno, es posible que muchas de esas cosas sigan. Y otras que ahora queden en una situación parecida —razona—. Tú sabes que los cubanos le damos la vuelta a todo, así que ya habrá gente metiéndole cabeza a la lista para adaptarse y poder seguir haciendo lo suyo, aunque estén en la ‘zona de duda’”.
“Y habrá unos cuantos que seguirán ilegales, ‘jugándosela al pega’o’ con la policía, o que pasarán ahora la ‘clandestinidad’, como iban a hacer seguro muchos ‘paqueteros’ si no llegan a aclarar que lo suyo no estaba prohibido”, considero.
“Ajá —me apoya Yolexis—, y capaz que les fuera mejor porque ya no le pagarían impuestos al Estado. Aunque si se ponen pa’ ellos, tú sabes…”.
“Por eso me leí bien la lista que salió en la Gaceta, para tener las cosas claras si mi cuñado retoma la idea de un negocio familiar en Cuba —me comenta juicioso—. Y tú deberías hacer lo mismo. No vaya a ser que después de un tiempo fuera te dé por virar y armar una mipyme. Va y hasta me contratas. ¿Te embullas?”.
* Yolexis es un personaje ficticio, creado por el autor como recurso literario. Sus opiniones resumen comentarios de varios amigos que residen en Cuba, recibidos por el autor en conversaciones con ellos a través de Whatsapp.
Muy Buen artículo Eric. Solo se le olvidó incluir lo de las naves aeroespaciales y sus anexos.
No concuerdo con que se considere al operador turístico y al guía turístico una misma actividad.
No hay quien se lea un artículo así con personajes ficticios intentando conversar en tono ameno como en las novelas. Expliquen con palabras concretas y ya. O cámbienle el título y pasen el artículo a la sección de Palante.