“Bastante bien”, me sorprende Yolexis* cuando le pregunto por sus vacaciones de verano, luego de semanas sin comunicarnos por WhatsApp.
Su respuesta me alegra y a la vez me descoloca un tanto, acostumbrado como estoy —tristemente— a sus reseñas a distancia de la dura cotidianidad en Cuba.
“No es que no tuviera problemas, que tú sabes que aquí no faltan —me aclara como adivinando mis pensamientos—, pero si ya iba a coger vacaciones era para desconectar y tratar de pasarla lo mejor posible, a pesar de los pesares”.
El “a pesar de los pesares”, me dice cuando le inquiero, es “lo de siempre, pero en modo verano, que es peor”: los precios, el calor, el transporte “en candela”, la gente “que anda a mil en la calle y por todo se altera”…
Pero, insiste, “uno tiene que tratar de tomar distancia de esas cosas aunque sea unos días. Si en las vacaciones también te pones a coger lucha, ahí sí te ‘fundes’, brother. Igual no es fácil y hay que tener su ayuda, si no…”.
“¿Ayuda espiritual? ¿Te metiste en eso de la meditación?”, le pregunto medio en broma medio en serio y veo cómo se ríe del otro lado de la videollamada.
“No me vendría mal; más ahora que estoy otra vez en ‘la batalla’, pero yo no tengo paciencia ni tiempo para esas cosas”. Su ayuda esta vez, me explica todavía sonriente, fue “más terrestre”, aunque “terrestre de otras tierras, de las del norte revuelto y brutal”.
En esencia, me cuenta, su cuñado “cayó unos días de sorpresa” desde Miami con su hija, apenas mayor que la de Yolexis, y se los llevó a él, su esposa Dania, su niña y sus suegros, un fin de semana a una casa en Guanabo “con todos los hierros”.
“La niña la pasó de lo mejor con la prima y el tío, y yo me di gusto con la cerveza. Al principio tuve mi pena, no te creas, pero el hombre andaba espléndido, así que no lo podía defraudar. Fíjate cómo fue la cosa que hasta los viejos se relajaron y se dieron su toque”, me comenta divertido.
Luego, con algo de lo que les “dejó” el cuñado y “una tierrita que teníamos ahorrada para las vacaciones”, estuvo una semana en Cienfuegos con su esposa y su hija, “visitando a los parientes de Dania y cambiando de aire”.
“La pasamos bien, la verdad. Fuimos a la playa, a la zona de Rancho Luna, y al campo, por Lajas, donde viven unos primos de mi mujer”, añade. “Lo malo fueron los apagones, que nos dieron tremendo ‘sube’ y, bueno, el ‘paletazo’ del transporte, pero eso ya lo sabíamos y llevamos un presupuesto aparte”.
“Los apagones siguen fuertes, ¿verdad?”, me intereso. “Por lo que he estado leyendo, los planes del Gobierno para que las cosas fueran mejor en el verano no dieron resultado. Las termoeléctricas han seguido rompiéndose aun con los mantenimientos que les han hecho y también ha faltado combustible”.
“Lo del combustible ya es lo normal —apunta Yolexis— y las termoeléctricas sabes que tienen años y años quemando duro. Lo que necesitan son reparaciones capitales, no mantenimientos de unos días ni remiendos cuando se rompen. El mismo Gobierno lo ha dicho. Pero, bueno, ¿con qué se sienta la cucaracha?”.
“Y eso que yo no me puedo quejar, porque en La Habana casi nunca quitan la corriente y si la quitan es un rato. Al menos así ha sido en el verano. Pero fuera de La Habana la pelea está muy dura, brother”.
“En Cienfuegos me sentía como en el Período Especial. Quitaban la corriente una pila de horas seguidas y la ponían un ‘buchito’. Por esos días se rompieron varias termoeléctricas, hasta la Felton, y el queme era tremendo”, me explica.
Mi amigo, más reflexivo en este punto, asegura sentirse “agradecido” por cómo pasó sus vacaciones, porque sabe que “mucha gente en Cuba” no puede hacer “al menos” lo mismo que él y su familia, “que si te pones a ver, no es nada del otro mundo, porque ni a un hotel fuimos, pero como están las cosas parece mucho”.
Yolexis me dice que eso le molesta un poco y le digo que a mí también, cuando no debería, porque salir de vacaciones con la familia debería ser algo normal. “Igual lo agradezco —reitera—, sobre todo por la niña y porque así le entro con energía a la ‘pincha’ y a la ‘candela’ de todos los días, que esa sí no cree en nadie”.
“Ahora mismo estamos en lo del nuevo curso, que arranca el lunes, y eso lleva también tiempo y presupuesto, que no es poco. Por suerte el tío le trajo a la niña una mochila nueva y otras cositas, por ahí libramos. Pero está el tema de la merienda, los maestros que también llevan su cariño, el uniforme…”, señala.
“Lo del uniforme está enredado, parece —le digo. Leí que no hay para todos y que lo de las tallas es una locura”.
Inicio del curso escolar en Cuba: no habrá uniformes ni maestros para todos
“Eso tampoco es nuevo. Llevamos unos años en esa lucha —acota mi amigo. Te lo digo yo, que siempre por esta fecha estoy en lo mismo. O en realidad Dania, que es quien le mete el pecho a eso, siendo honesto, porque lo mío es el otro aseguramiento, el de la parte alimentaria, que tampoco es fácil”.
“Ahora mismo, mi mujer está tratando de resolver un uniforme por la izquierda —explica. La niña pasó para cuarto grado y los nuevos son para los de quinto. Como si los de cuarto no crecieran. Además, le llevó los del curso pasado a una costurera, a ver si puede agrandarlos. Por suerte, no es mucho, porque al ‘bichito’ de nosotros no le ha dado por estirar todavía. Y eso que no para de ‘moler’…
“Suerte con eso”, le deseo a mi amigo desde la distancia. “Luego me cuentas cómo sigue esa historia, y de ustedes y el barrio”.
“Pues gracias —me responde—, seguro la voy a necesitar porque tú sabes que aquí ‘la batalla’ es como dice Elpidio Valdés: ‘al machete y con la luz apagá’, y a veces ni con dinero aparece lo que buscas. O te toca lo que no estás buscando”.
“Mira que desde ayer ando con el cuerpo medio ‘corta’o’ y ya me tomé unas pastillas y unas vitaminas que dejó mi cuñado, por si acaso —me dice como despedida—. Espero que sea una virosis sata y no el oropuche que anda por dondequiera, porque ese sí que muele. Aunque, si lo es, al menos no me fastidió las vacaciones…”
* Yolexis es un personaje ficticio, creado por el autor como recurso literario. Sus opiniones resumen comentarios de varios amigos que residen en Cuba, recibidos por el autor en conversaciones con ellos a través de WhatsApp.