Es directora, dramaturga, poeta, guionista y narradora. Se desempeña a la cabeza del equipo interdisciplinario La Franja Teatral, donde investiga y representa obras de dramaturgia documental de las cuales es también autora.
The Closest Farthest Away, Strip-tease, El año de Kalhil Madoz, Los días raros, El deseo Macbeth: fiesta documental, Harry Potter: se acabó la magia (academia documental), Anestesia, voces urbanas, Kfé verde pero dulce, Personal training para subirnos la autoestima, Jack the Ripper: no me abraces con tu puño levantado, El gran disparo del arte, Made in china (entrenamiento de soledad), Los pájaros negros de 2020: training de razas y El diario de Ana Frank (apnea del tiempo), son algunos de sus textos que han sido llevados a la escena en Cuba.
En 2016 recibió el Premio de la Crítica por su libro Documental de amenazas: posible dramaturgia, de la editorial Tablas Alarcos. Es, asimismo, autora de los volúmenes Se cambian objetos por historias personales; cuentos, 2016, Ed. Loynaz, y San Lunes (panóptico en dos estaciones); novela, 2009, Ed. Caja China, entre otros.
Tu currículum profesional no consigna fecha ni lugar de nacimiento. Háblanos de ti. ¿Cómo y cuándo surge la vocación por la escritura? Primeras lecturas inspiradoras, personas que estimularon o no tu vocación. ¿Existe la vocación o es una pieza del proceso de construcción de la identidad?
Pinar del Río, 1977. Siempre viví con mis abuelos. Los amé de tú a tú, desafiándolos. Yo no sabía bien que ellos eran viejos, pero me alzaron como el anciano Simeón alza al niño en el cuadro de Rembrandt. Mi abuela tenía primer grado y mi abuelo había pasado un curso en la fábrica de dulces en conserva “La Conchita“. Mi casa y mi escuela sólo estaban separadas por una cerca de alambre. Hice un hueco en la cerca para poder entrar y salir a cualquier hora de los dos espacios. Los maestros se asomaban para tomar agua y comenzaron a felicitar a mis abuelos y a pedirles permiso para que yo pudiera asistir a competencias y concursos. Las maestras, si iban a faltar, me dejaban los planes de clase.
Mis abuelos me ayudaron a llegar a tiempo a todos los lugares. A veces me llevaba mi abuela. Yo no sabía que ella era vieja, pero lo sospeché porque era muy estricta. A veces me llevaba mi abuelo, con su medio palito de ron, pero totalmente magnánimo, respetuoso y protector. Me esperaban en la acera, frente a la Biblioteca Provincial. Me escuchaban leer, cantar, opinar, con una atención enorme. Yo era un diablito pecoso que no les daba ni un instante de paz, pero llegadas las 6pm me sentaba en el portal a leer montones de libros que ni sé cómo llegaron a mi casa. Creo que fue mi abuelo quien rescató de la basura Noches blancas, Pobre gente, Las viñas de la ira, Las aventuras de Tom Sawyer, La Cartuja de Parma, El hombre mediocre y a T.S Eliot. Me enamoré de un verso de Brecht: “…me parezco a aquel que lleva consigo un ladrillo para mostrarle al mundo cómo era su casa”.
Era eso. Mi techo de madera, mis árboles, mis abuelos acompañándome a ver las películas, mi mata de mamoncillo macho decorado con vidrios, mi caminito secreto para escaparme hasta el arroyo Galiano lleno de pudriciones, los intestinos de cerdo flotando en el agua, el cake de fango que yo podía hacer bajo la lluvia, las flores amarillas en un árbol que nunca tuvo hojas, los gorriones cayendo desde el techo hasta mi cama, los nidos de pájaro, las arecas para esconderme, mis chiclets hechos sobre el churre de las manos cuando se mezcla con la flor del Ítamo Real. Era una selva para despertar toda la imaginación de una niña, y además encontré una pila de agua que estaba escondida en el segundo jardín y el agua tenía gusto a flores Mariposa.
Sentí que no podía dejar escapar nada de eso. Cada día disfruté de mi patio con ganas de congelar esos instantes. Leí con ansiedad y todas las tardes recogí flores de Maravilla. Las frases que fui marcando en los libros se apoderaban de mí. Cada vez que se me presentaba la oportunidad, iba al trabajo de mi madre en el Tribunal Provincial. Me gustaba mucho pasar tiempo con mi madre y aprendí a mecanografiar para ayudarla a redactar documentos oficiales que se insertaban en los expedientes de los reclusos. Ejercité todo un protocolo para transportar información hasta las mesas de los abogados. Nada me producía más curiosidad que los delitos. Me volví invisible con tal de espiar los juicios y mi madre me explicaba que a algunos juicios que eran a puertas cerradas yo no podía entrar.
El Tribunal era un lugar muy especial, con escaleras de mármol, y todo me parecía un poco laberíntico. En los bancos de los pasillos siempre estaban sentados los hombres esposados que esperaban el proceso judicial. Jugaban conmigo a los globos, con las esposas puestas, y el policía que los custodiaba también jugaba. Quizás por eso me impresioné tanto cuando leí la crónica “El Cristo de Munckácsy”, de José Martí. Un día descubrí que en el sótano del Tribunal existía una pequeña librería y comencé a pasar horas allí. Mi madre me compraba todos los libros que me gustaban, aunque después ese tema económico costara mucha fatiga. Es hermosa la caligrafía de mi madre.
Y hablando de identidad. A grandes rasgos, ¿Cómo te defines? ¿Cómo eres? ¿Cómo crees que te proyectas? ¿Cómo quisieras ser?
Intranquila, pero tranquila. Me molestan asuntos básicos como dormir y comer y que el cuerpo me imponga tiempos elementales de vida con los que no puedo negociar porque el día sólo tiene 24 horas y nunca me alcanza. Me encanta ser mujer y, como Simone, aprendes a serlo. Maternal con mi hija y con todos los niños y jóvenes que pueda tener cerca. Muy preocupada por la marginalidad que se esparce a toda velocidad por nuestras sociedades, preocupada por defectos enormes que detecto en la educación y enojada con las carencias económicas, éticas y culturales de todo tipo, que cada día tienen peores consecuencias en las generaciones que aún están en formación. Me gustaría simplemente que el día a día en nuestro país no estuviese cargado de tanto lastre como estilo de vida y que podamos sanar un poco.
Trabajas varios géneros literarios. A saber, la poesía, la narrativa, la dramaturgia. ¿Puedes alternarlos todos? ¿Pasas de uno a otro con naturalidad? Por lo general, la poesía es un género para la introspección, mientras que el teatro, como hecho escénico, está pensado para la experiencia colectiva. ¿Cómo sabes que tal o cual impulso creativo demanda para su desarrollo un género y no otro? De acuerdo con la atención que has recibido de la crítica, ¿crees que la Agnieska dramaturga se sobre impone a la poeta y a la narradora?
A la poesía voy casi todos los días y me he atrevido a mostrarla desde hace muy poco tiempo. Siempre tengo un cuaderno, el “mataburros”, donde hago notas en apunte poético y me tomo el tiempo de elaborar bien cada nota suelta, porque la poesía es la madre generosa que sostiene después todos los géneros. Todo es poesía primero. Cuando necesito progresar dramáticamente sin perder fuerza en la palabra de teatro, voy a mis cuadernos de poesía y los desarmo. La poesía nos defiende de largas investigaciones que quieren entrar completamente a las piezas o a la narrativa. La poesía nos defiende de los diálogos naturalistas. En este momento dedico un tiempo mayor a la dramaturgia textual y espectacular, que son muy diferentes. Exploro mis posibilidades desde la dirección escénica y paralelamente avanzan otros géneros. Siempre tengo tres documentos de Word abiertos. No apago la computadora. Cocino y escribo. Ensayo con los actores y escribo. Reviso las tareas de mi hija y escribo. Me pinto el pelo y con el tinte puesto, escribo. Ya no espero por la hora ideal de concentración porque no existe.
¿Cuándo sales fuera de Cuba por primera vez? ¿Cuáles fueron tus impresiones más fuertes de ese viaje? ¿Cambió en algo tu percepción del mundo?
2008, Londres. Impactante, delicioso. Me asustó mucho que los libros, las revistas y la información estuvieran en tiempo real. Me asusté tanto que solté una revista que anunciaba un concierto para el día siguiente porque me acostumbré tanto a la información desactualizada que me dio miedo el compromiso de participar de la vida en tiempo real. Lloré en el jardín del Museo de Ciencias Naturales. Temas que nuestros niños tardan años en aprender, o temas que sólo aprendimos después de un semestre en Medicina, están allí disponibles de manera graciosa y didáctica para que un niño europeo los entienda en un solo domingo. Puse la mano sobre una columna del Museo para sentir el efecto de la gravedad. Londres fue un primer aire fresco. En Londres encontré una manilla a la que intentas darle vuelta y el movimiento nunca es el que esperas. Debajo de la manilla una inscripción aclara: “Nothing is certain except even a simplest system may show unpredictable signs of changes”.
En el primer trimestre de este año coincidieron en la escena habanera dos puestas con textos tuyos: Los pájaros negros de 2020: training de razas y El diario de Ana Frank (apnea del tiempo). En el primer caso también fuiste la directora. Son dos piezas donde noto, pese a sus marcadas diferencias, cierta aspiración al llamado teatro total. ¿Es así? Vi que en ambos casos el público reaccionó con entusiasmo. ¿La crítica también?
Soy yo quien agradece al público y a la crítica la acogida de estas piezas. Les agradezco por Ana y Shirley Temple, por Bill Robinson o las semillas de Mary Prince, por la piel sin razas que trajeron para abrazar a George Floyd y a los niños del Lazareto. Pero les agradezco principalmente porque encuentran las obras aunque aún no están publicadas y hacen muchas cosas hermosas con ellas. Estas últimas piezas han sido una lección de vida. Cada libro y cada pieza construyen su propia circulación o su lector ideal. Algo en las piezas pertenece al autor o director y al equipo que las levanta y organiza, pero esa experiencia que tomas del polvo del camino y del documental colectivo que somos todos nosotros desde que nacemos, amamos, intercambiamos, nos duele y vivimos, esa parte documental las personas la identifican al instante, es de ellos y no puedes guardarlo por si un día, por si una editorial, por si un libro…
Agradezco muchísimo también a las traductoras que ya se han acercado y a las profesoras de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de varias universidades que hoy dan importancia a estos textillos que hacemos desde nuestra geografía.
¿De qué forma participa tu teatro en los agudos debates de la contemporaneidad de Cuba?
Cuba siempre está en nuestras piezas, aun cuando no son tiempos sencillos para establecer el diálogo poético con una sociedad donde hay notables deterioros materiales y comunicativos, y múltiples estratos, estigmas, heridas abiertas, y tampoco es fácil recibir al público y olvidar quién es en este momento. Intento poner una semilla poética que nos ayude a ser más tolerantes o menos racistas o que nos ayude a mirar. La identificación podría causarnos terror, Aristóteles. O conmiseración. Si el teatro no puede parecerse a su tiempo, o si el teatro no pudiese abrir los brazos para entender y ofrecer una oportunidad humana al entendimiento de nuestras sociedades en tiempo real, pues el teatro entonces serviría de entertainment un ratico y enseguida estaría de más.
Voy a nombrarte dos reconocidos maestros: Harold Pinter y Raquel Carrió. ¿Cómo fue tu experiencia de aprendizaje con ellos?
Mi primera clase con Raquel Carrió. Yo esperaba esa clase, pero una comida copiosa de carnes en salsa de fresa me provocó una apendicitis y el asunto se complicó un par de semanas hasta que lograron reponerme la presión de líquido cefalorraquídeo. Entonces, falté a las primeras clases de la maestra Raquel. Cuando me tuvo delante, junto a dos o tres complicaciones expuestas por mis compañeros de curso, nos despidió a todos para que dispusiéramos de un tiempo para pensar si verdaderamente íbamos a tomarnos la molestia de escribir. Todos, frente a Raquel, parecíamos una banda de vagos ausentes. Tuve mucho miedo de que Raquel no nos diera clases. Porque Raquel es increíble y si no pasas por sus clases terminarás en el teatro con personajes duplicados, sin aprender estructura interna y externa y sin síntesis gramatical para toda la vida.
Harold Pinter, cuando nos ofreció una conferencia en el Royal Court Theater, preguntó por la dramaturga cubana y por el dramaturgo de Marruecos. Raquel Carrió y Harold Pinter ya eran maestros inmensos cuando los vi por primera vez. Voces reposadas y amables que ya venían de vuelta de los vicios y la maldad del mundo, y cuando esos maestros te miran a los ojos ellos ven tu vida y saben si es verdad que te apasiona la escritura.
¿Es cierto que los actores son seres “difíciles”?. ¿Cómo es tu relación con ellos?
Es un mito mal fundado, quizás, en pequeñas egolatrías televisivas. Los actores bien entrenados y los actores jóvenes son personas extraordinarias, acostumbrados a trabajar en territorios colectivos. Cuando les gusta un proceso creativo crecen asombrosamente de un día a otro, como no puede hacerlo nadie más. Para que un actor acceda a todos los vehículos de la escena tienes que saber ofrecerle el punto medio donde lo guías —jamás a ciegas— y también lo dejas libre. Importante la comunicación en términos claros, sencilla, mientras él está probando múltiples combinaciones desde la fragilidad; sugerirle desde el respeto que pruebe lo que ya sabes que tendría oportunidad de hacer y retarlo con una versión nueva sobre sí mismo.
Pero, principalmente, tienes que saber cómo está antes de su entrada al escenario, ya sea para ensayar o para extender al público. Luego es importante separarse poco a poco y simplemente acompañarlo, confiarte a él, escuchar atentamente su punto de vista como actor, como persona y como generación. Tienes que saber que todos los días no son iguales o de lo contrario el teatro no estaría vivo y tienes que entender que la energía de un actor se deposita en otro actor y juntos logran el ritmo particular de cada sesión. Jamás cansarte de pedirles que escuchen y observen al resto del equipo. A veces están tan concentrados en la escena que vendrá, que olvidan que uno de los secretos para parecer que estamos vivos en la escena es simplemente permanecer atentos.
¿Qué se puede esperar de Agnieska para los próximos meses? ¿Hay algún proyecto largamente acariciado que, por una u otra razón, se te resiste? ¿Quieres hablar sobre ello?
Me seduce la pieza que está por explorar, la que aún no conozco. Me empeño ahora mismo en borrar cada vez más los límites entre las disciplinas. Me apasiona todo lo teatral cuando está vivo y se guarda una parte no entrenada que comenzó hoy mismo. Dejar al público una llave poética y olvidarme a ratos de tener todo el control escénico. Porque hemos sido más entrenados para controlar el arte que para soñar desde las artes posibles. Ya quiero explorar otros territorios poéticos en los que he estado trabajando.
Comparte con nosotros tu poema que mejor te exprese.
Pasa, la puerta abierta,
húmeda de blanquear este tiempo sin verte
que me hace balbucear palabras.
Háblame de ti, yo viví en una casa antigua.
Más al techo la madera hacía dibujos.
Mis muertos. Puse el brazo.
Cuando dejaron de respirar, ve más hondo
cuando dejaron de respirar,
pensé que también yo dejaba de respirar.
Tú y el mar. Te imagino en el mar. Qué escándalo.
Este tiempo me hace emocionarme con tus olas.
Para qué vamos a mentir, no ha sido tan fácil
ni comprar, ni exhibir, ni publicar, ni esperar,
ni confiar, ni darme cuenta.
No puede ser roma la punta. Ni la lanza.
Para qué vamos a mentir, ha sido muy bueno escribir,
compartir el signo, coser y desbaratar,
poner a zigzaguear estas líneas.
Reventando del centro hacia fuera.
Estallar todas las fuerzas, las centrípetas.
Espera, enciendo un cigarro,
al final sólo se trata del ritmo y un día voy a dejar de fumar.
Como en la vida, a esta hora no puede hacerse balcón,
el sol
casi agobiante.
A esta hora escapo al último peldaño.
La escalera me soporta.
No, la verdad, ni me soporta.
La felicidad ha sido todo lo que va a nacer
en esos baños con hoja de guayaba que me doy
porque a veces soy un perro con rabia.
Yo te extrañé. Sí te extrañé.
A esta hora no puede hacerse balcón
Dime de ti, saladas o con azúcar.
Las olas, cómo te gustan.
Pequeñitas, o en tsunami.
A esta hora, tráeme olas,
por favor. Ve más hondo.