Suponga el lector que es el sábado 25 de febrero de 1956, y que estamos en el puerto de La Habana. Suponga, además, que a lo lejos se divisa, entre la bruma, la silueta de un barco intentando encontrar el canal que da acceso a la bahía. Más precisamente, es un transbordador (ferry) que hace la ruta entre Cayo Hueso (Key West), en la Florida, y la capital cubana. Puestos a suponer, démosle a la nave un nombre y un pedigrí: el City of Havana, antiguo HMS Northway, buque militar británico de desembarco que participó, en 1944, en la invasión a Normandía, devenido medio de transporte para pasajeros; algunos, pacíficos; otros, no tanto.
A bordo, una horda de snowbirds[1], luchadores clandestinos contra Batista, contrabandistas, tahúres (el estafador Norman Tweed Whitaker), algún que otro neonazi, gente común, y una madre con un niño de doce años que no se despega un instante de un tablero imantado de ajedrez.
La madre es la enfermera suiza Regina Wender Fischer, políglota, vigilada de cerca por el FBI, que en un perfil sicológico la calificó de “ligeramente paranoica y querulomaníaca”. El niño es Robert James Fischer[2], “Bobby” para familiares y amigos, Bobby Fischer para los adoradores del futuro; una estrella del ajedrez (¿acaso un genio?) que estaba a punto de comenzar a brillar.
Suponga que estamos en el Muelle de Luz, y que vamos a ser testigos de un hecho histórico de trascendental importancia. ¿O es el comienzo de un filme que está clamando por encontrar un director?
La información anterior la he extraído de un libro apasionante y singular: Bobby Fischer en Cuba, de Miguel Ángel Sánchez y Jesús Suárez, Editora Two Bishops, 2019. Apasionante, porque narra con belleza y precisión los tres momentos en que el polémico Fischer, ser genial y atormentado, se relacionó directamente con Cuba. Es un relato resuelto con solvencia informativa y elegancia, fruto de ingentes investigaciones a uno y otro lado del Golfo de México. Singular, porque en un mismo cuerpo se describen y analizan las partidas en que participó el trebejista en Cuba, ya de forma presencial o a distancia.
Los que, como yo, no dominan las técnicas y nomenclaturas del ajedrez, se saltan las descripciones de las partidas. Los que “saben” pueden gozar con los análisis del juego de ese esforzado luchador que poseyó un ajedrez explosivo, brillante, de riesgo, que intentaba a todo trance hacerse con el triunfo, para lo cual no dudaba en ponerse él mismo en posiciones muy comprometidas.
En ese viaje iniciático a La Habana (el primero de su vida fuera de Estados Unidos), en 1956, Fischer llegó formando parte de una estrafalaria delegación del Log Cabin Chess Club, institución creada por el controversial Elliot Forry Laucks en New Jersey; un grupo de ajedrecistas en turné por distintas regiones de los Estados Unidos, en plan de promotores y contendientes[3].
El único niño de la comitiva era Fischer, que en la mayor de las Antillas tuvo su primera partida simultánea con adultos (cubanos y norteamericanos); también enfrento y venció, por primera vez, a un maestro: José R. Florido, representante del Club Capablanca.
El segundo momento de “colisión” entre Cuba y Fischer (con veintidós años a la sazón) se fija en agosto de 1965. Se celebraba en La Habana el IV Torneo Internacional Capablanca In Memoriam. Impedido de viajar a Cuba por no contar con el permiso migratorio de las autoridades estadounidenses, y luego de largas negociaciones, cruces de mensajes (algunos bastantes agrios), se permitió que participara en el torneo a distancia. Sus partidas eran trasmitidas por teletipo desde el Marshall Chess Club de Nueva York, y causaron gran revuelo internacional, no sólo porque se jugaba dentro de los márgenes del contencioso Cuba-USA, en plena Guerra Fría, sino, además, porque la fama de Fischer como excéntrico e imbatible alcanzaba dimensiones mundiales.
“En la madrugada del 24 de octubre de 1966, diez años y casi ocho meses después de su primer viaje a la Isla, Fischer volvió a pisar tierra cubana procedente de México, como integrante del equipo de los Estados Unidos a la 17ma Olimpiada de Ajedrez celebrada en La Habana.” Este fue su tercer y último contacto significativo con la patria de José Raúl Capablanca[4].
A seguidas, una comunicación del informante T1 al agente de campo del Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos en la Ciudad de México:
Confidencial
El manifiesto de pasajeros de la compañía Cubana de Aviación, vuelo #465, desde México D.F. a La Habana, Cuba, el 23 de octubre de 1966, revela que entre los pasajeros se encontraba Robert James Fischer, (…) portador del pasaporte de Estados Unidos #8448349. Tenía una visa de cortesía cubana y estaba destinado al Hotel Habana Libre. Llevaba dos maletas que pesaban 26 kilogramos (N.A.: 57.2 libras).”
Y ya que mencionamos dos párrafos antes al genio cubano, consigno lo que los autores de este libro han hecho notar. Capablanca fallece el 8 de marzo de 1942, en la ciudad de Nueva York. Bobby Fischer nace el 9 de marzo de 1943 en Chicago: el mismo mes, con un día de diferencia y un año después. ¿Reencarnación, transmigración de almas, casualidad? Lo cierto es que Fischer “relevó” al Capa en el Olimpo del llamado juego ciencia, aunque para este cronista no hay comparación posible. El cubano fue un ser inigualable.
Bobby Fischer en Cuba destruye algunos mitos alrededor del jugador norteamericano, fija datos, aclara, con rigor histórico, hechos que se consideraban meras conjeturas. No me extiendo sobre ello. Todo eso y más está muy bien contado en el libro.
Los autores, expertos en el tema y, en ocasiones, testigos presenciales de algunos de los sucesos narrados, gozan de gran prestigio dentro de los círculos ajedrecísticos. Miguel Ángel Sánchez es periodista formado en Cuba; su contribución mayor al tema es Capablanca, leyenda y realidad, la biografía más autorizada hasta hoy del astro cubano. Jesús Suárez, por su parte, fue árbitro internacional de ajedrez, y también es periodista. Ambos aparecen en la nómina de fundadores de la prestigiosa revista cubana Jaque Mate.
Suponga usted que estamos nuevamente en La Habana, y es 1956. Suponga que muy temprano va a al mercado de Cuatro Caminos por un aguacate para el almuerzo de ese día. Suponga que en un solar yermo, justo frente al mercado, unos niños de la calle han improvisado un juego de pelota (¿cuatro esquinas?, ¿con bate?). Entre los desarrapados hay uno mejor vestido; es rubio. ¿Imagina quién es?
Cierro con un dato de interés: en 2004, durante el cautiverio de Fischer en Tokio, éste pidió asilo a Cuba. Había sido detenido por usar un pasaporte no válido, anulado por el Gobierno de los Estados Unidos[5], que exigía su extradición para que enfrentara en los tribunales federales diferentes cargos. ¿Qué pasó con esta solicitud? ¿No lo sabe? Vaya y lea.
Notas:
[1] Pájaros de la nieve. Ciudadanos estadounidenses que viajaban desde el norte, huyendo de las bajas temperaturas.
[2] Su padre fue el físico de origen alemán Hans-Gerhardt Fischer. Aunque hay quien asegura que su padre biológico fue el físico húngaro Paul Nemenyi.
[3] Recorrieron unos 5,600 kilómetros por carretera y mar.
[4] En total, Fischer jugó treintainueve partidas oficiales en Cuba, las cuales están debidamente documentadas.
[5] Permaneció detenido por ocho meses. Finalmente el gobierno de Islandia le concedió la ciudadanía. Los últimos días de su vida los pasó en Reikiakiv, donde falleció en 2008.
cuando fisher jugó el capablanca por teletipo, la comunicación era muy lenta, tuvo que estar muchas más horas jugando frente al tablero que todos los demás jugadores, lo que le supuso un esfuerzo físico y mental extra… aún así, no dejó de participar…
Es muy cierto, las partidas de Fischer demoraban siete u ocho horas. Sus rivales también padecían de este sobre esfuerzo pero era una sola vez en el torneo, mientras que para Fischer era en cada ronda del torneo. Esto hizo que su agotamiento fuera mayor y es casi seguro que influyó en su rendimiento deportivo. El capablanca de 1965 es uno de los torneos más singulares de la historia debido a todas las influencias políticas, que provocaron que Fischer jugará en esa competencia a mil trescientas millas de distancia.
Existe una incongruencia en cuanto a la edad del genio, si en 1965 tenia 22 años -habia entonces nacido en 1943-, pues entonces en 1956 cuando visita La Habana por vez primera pues no tenia12 sino 13 años, para mis modestos conocimientos historicos sobre el ajedrez, el en ese año q visito La Habana y jugo en el Club Capablanca tenia 14 años recien cumplidos segun era de mi conocimiento por diversos comentaristas ajedrecisticos q han escrito sobre el en disimiles publicaciones deportivas nacionales, pero bueno siempre se aprende algo nuevo.
Lo q si es innegable fue q hizo vivir al ajedrez internacional uno de sus momentos mas trascendentales y polemicos cuando se propuso alcanzar la corona mundial, luego para lamento de los amantes de la aficionados de este juego de mesas se dedico a retirarse y solo jugo esporadicamente, no tuvo ni la enteerza ni los nervios para enfrentar la epoca q sobrevino despues: Karpov, Kasparov, Korchnoi, Hubner, Andersson y otros magnificos q brilaron entre 1972 y 1985, cuando todavia podia dar batalla a todos ellos pues era un verdadero mago de la Diosa Caissa.
Cuando Fischer viajó a La Habana en 1956 tenía 12 años. Cumpliría 13 unos días más tarde, el 9 de marzo. Es fácil: saque la cuenta del 9 de marzo de 1943 al 27 de febrero de 1956. Los comentaristas que dijeron que tenía 13 ó 14 años se equivocaron. Una pequeña incorrección del artículo es que el ferry City of Havana atracó en el Muelle de Luz, en realidad su atraquero era el Muelle de Hacendados, al final de la bahía de La Habana, en donde existía espacio para mover los vehículos que transportaba el ferry.