Lo he conversado con algunos colegas. Basta que me ponga a trabajar sobre un tema o un personaje, para que el “universo” comience a enviarme señales: aparece alguien conectado con lo mismo, en una revista que nunca leo me dan elementos que confirman o enriquecen mi perspectiva, en el noticiero lo mencionan, el amigo de un amigo pudiera aportarme algunos datos…
Cuando decidí entrevistar a Brady no me pasó así. Ya él —su obra— estaba en todas partes. Juzgue usted. Es colaborador del suplemento humorístico Xel2, de la revista Alma Máter, de La Picúa (Cienfuegos), del periódico brasileño Grifo Jornal; también es presencia frecuente en los sitios web de Cartoonmovement (Holanda) y de la revista especializada Artcrónica, donde hace caricaturas personales de curadores, artistas y críticos…
Brady no es Dios. Tampoco el diablo. Lo primero, porque supera al “hacedor” en cuanto al don de la ubicuidad. Lo segundo, porque no hay que mencionarlo para que aparezca: ya estaba ahí. Aunque de ambos tiene: es un creador y no puede dejar de mirar la realidad desde un ángulo no desprovisto de sabia ironía.
Es graduado del Instituto Superior Pedagógico “Rubén Martínez Villena” en la especialidad de Educación Plástica (2001-2007), y ha recibido cursos y talleres de Historieta y Humor Gráfico (Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”, 2008-2009) y de History Board (ICAIC, 2014-2015). Brady ha realizado numerosas muestras personales, principalmente en Cuba; consigno sólo cinco: Música por cuenta propia, Sala Galich, Casa de las Américas, La Habana (2016); Mundo con miradas, galería y estudio de tatuajes “La Marca”, La Habana (2017); El hombre imaginario, Estudio La Ubre, Factoría de Arte Cubano, La Habana (2018); The Kave Fair Exhibition, Alserkal Avenue, Dubai (2019), y Otro muestrario del mundo, Centro Cultural Vitrina de Valonia, La Habana (2021). Es acreedor, además, de varios premios internacionales y nacionales en diferentes géneros del humorismo gráfico.
Esto le pregunté. Esto me dijo.
¿Brady es un nombre artístico?
Brady es mi nombre real. Mi papá se llama Bárbaro; mi mamá, Blanca, y yo fui el primer hijo. Querían ponerme un nombre con B también, y entonces en una película del oeste apareció el sheriff Brady, y así se decidió mi nombre. El origen de mi firma está asociado a una anécdota familiar. Al principio firmaba mis dibujos con el apellido materno: Rodríguez. Cuando le regalé el primer dibujo a mi abuelo paterno y vio que lo había firmado con el apellido de mi madre, ahí le dio. Empezó a decir que tenía que firmar con el apellido paterno, porque yo era Izquierdo; cuando mi mamá lo escuchó, le entró un ataque. Y bueno, yo dije: ¡qué va! Firmo con mi nombre, que es diferente y tiene una visualidad gráfica atractiva, y así termino esta pelea.
Se rumora que naciste en la provincia de Artemisa, en el año de gracia de 1983.
A veces los rumores son ciertos.
¿Un humorista nace o se hace? ¿Cómo fue el proceso de convertirte en humorista?
Un humorista debe tener ese bichito dentro, y poco a poco hacerlo crecer. Siempre tuve carisma para el humor escénico, que practiqué desde el preuniversitario. Luego, en la universidad, mientras estudiaba la Licenciatura en Educación Plástica, y como miembro del movimiento de artistas aficionados, pude seguir actuando; pero no fue hasta finales de 4to año de la carrera que empecé a pensar que podía relacionar mi vis cómica con el dibujo y la pintura. Así fue que comencé a participar en salones nacionales de humor gráfico, y poco a poco me fui vinculando a la línea gráfica de la caricatura y la ilustración.
¿Qué es el humor? ¿Es necesario el humor?
Definir el humor es algo complejo, pero sí tengo claro que es necesario; y si se emplea bien, puede trabajar como una válvula de canalización de emociones y de escape de la realidad.
¿Te consideras una persona graciosa, en el sentido popular del término?
Según mis amistades y conocidos, soy una persona carismática y cómica. Eso lo heredé de mis viejos. De hecho, a finales del año 2008 participé en un programa de la TV Nacional que se llamó Los amigos de Pepito, y llegué a la final. No gané, pero estuve todo un año al aire haciendo cuentos, y a muchas personas les gustó mi participación. Todavía a veces me reconocen en la calle, y siempre me sorprende, porque hace tanto tiempo de eso.
Hay una larga tradición de humorismo gráfico en Cuba. Pienso en figuras como Massaguer, Abela, Juan David, René de la Nuez, Chago, Jesús de Armas, Hernán H, Manuel, Carlucho, Tomy, Ajubel, Ares… ¿Cómo ubicarías tu obra dentro de este contexto? ¿Cuáles son tus paradigmas nacionales e internacionales? ¿Cuál sería tu sello o marca personal? ¿Crees haber desarrollado un estilo propio?
Dentro de mis referentes nacionales se encuentra Ares, uno de los artistas gráficos más importante de Cuba y a nivel Internacional, y de los que más ha pujado y promovido el humor gráfico joven en la Isla. Le debo mucho a Ares, la verdad. También están Boligán, Juan Padrón, Reinerio Tamayo, Tonel, Laz, Michel Moro, Zardoya… De la generación de oro de los 80, Carlucho, Ajubel, Manuel. Algunos referentes internacionales: Quino, Fontanarrosa, Caloi, Carlos Nine, Naranjo, Helio Flores, Sempé, Saúl Steinberg, David Levine. Es muy larga la lista. Creo que siempre hay muchas fuentes de donde uno bebe.
Siempre trato de que la caricatura no tenga solo una función de búsqueda de la comicidad y la risa fácil. Intento que alcance un vuelo gráfico alto, que la solución formal posea fuerza visual y que sea atractiva. Me interesa mucho que genere movimiento en el receptor. Me gusta el humor sin texto, para que su alcance sea mayor y pueda ser interpretado por personas de cualquier latitud.
Considero que no tengo una línea definida. Me gusta moverme entre diferentes estilos, experimentar, mezclar. Creo que eso hace más atractivo y entretenido el proceso creativo. Me aburro cuando me repito.
Uno de los principales blancos de los humoristas es el poder, en cualquiera de sus manifestaciones: religioso, político, patriarcal… ¿Es una zona temática particularmente conflictiva en Cuba?
Desde el humor gráfico se puede manejar cualquier tema, depende del artista y de su capacidad para generar la propuesta. En Cuba, hacer humor dirigido a criticar y señalar al poder es bien espinoso. Desde hace tres años colaboro con un suplemento humorístico digital que se llama Xel2 y que es parte del medio independiente El Toque. Su política editorial se propone reflejar temas de la actualidad social y política cubana que en muchos medios oficiales no se abordan desde la caricatura. Pienso que es un buen ejercicio creativo. El poder tiene muy limitado el umbral del dolor ante la sátira política.
Al cubano se le suele caracterizar como bromista, con un sentido del humor bien aguzado. ¿Cómo se explica entonces que las caricaturas personales que tienen como modelos a próceres y dirigentes políticos sean interpretadas como expresiones de irrespeto?
Eso es algo que habría que investigar. Creo que da para una buena tesis de doctorado.
¿Hay temas que te son particularmente afines? ¿Tienes temas tabú?
La contemporaneidad, el mal uso de las tecnologías, el medio ambiente, esos son temas recurrentes en mi obra gráfica. También me gusta el humor costumbrista y la caricatura personal. Temas tabú no tengo, por ahora.
Se señala la década de los ochenta del pasado siglo como muy importante para el desarrollo del humorismo gráfico en Cuba. Publicaciones como DDT, Melaíto, Palante reunían a un grupo significativo de dibujantes. Recuerdo que los chistes de Manuel, Carlucho, Tomy, Ardión y Ajubel eran comentados por la población. ¿Ha vuelto a tener el humorismo gráfico cubano ese nivel de diálogo con los lectores?
Creo que en la actualidad todo ha mutado. Desde el universo de la internet y el mundo digital en expansión, las formas de llegar a las personas hoy son muy diferente a las de hace 40 años. Antes, los espacios humorísticos en los medios de prensa impresos tenían mucha aceptación por la calidad de los dibujantes y por ser en ese entonces el único medio de hacer visible tu obra. Ahora, desde tus páginas de Facebook, Instagram, la web, incluso Telegram, puedes crear una ventana digital para mostrar tu obra a la gente y llegar a espacios insospechados del planeta con solo un click. En realidad, no sé si el humorismo gráfico goza del mismo nivel de aceptación que el de años atrás, pero sí considero que en la actualidad Cuba tiene una generación nueva de caricaturistas que están realizando una obra sólida y que sigue poniendo en alto nuestro humor gráfico a nivel internacional y nacional.
¿Hay diferencias, a la hora de concebir el humor y realizarlo, entre el destinado a la “prensa plana” y el que tiene como destino el universo virtual?
La mayor diferencia está en que el humor que se hace para la prensa plana debe pasar por un filtro más riguroso, que es, al final, el que define si se publica o no tu caricatura. En el universo virtual se tiene mucha más libertad y menos censura.
¿Hay un vínculo directo entre inteligencia y sentido del humor?
Considero que sí. Desarrollar el sentido del humor lleva un ejercicio constante del coeficiente intelectual. Mientras más información, conocimiento, lecturas, estudio de los fenómenos uno pueda acaparar, más herramientas tiene para enriquecer y construir mejor su propuesta humorística.
¿Cómo puede el humor gráfico participar en el intenso debate social que tiene hoy lugar en Cuba?
Depende mucho del interés del artista por implicarse en reflejar la realidad actual de nuestro país. También depende del medio para el que se trabaje y si este permite, dentro de sus políticas editoriales, promover y publicar las obras que reflejan realidades a veces consideradas más crudas, esas que en ocasiones se obvian, de las que no se quiere saber o exponer nada.
¿Puedes señalar los principales hitos de la historieta cubana? ¿En qué momento está esa manifestación de humor gráfico?
Dentro de la historieta Orestes Suárez es uno de nuestros clásicos, pero también están Virgilio Martínez, Roberto Alonso, Tulio Raggi, Juan Padrón, Rafael Morante… En la actualidad hay varios exponentes que están haciendo obras muy buenas, como Alexander Izquierdo y Osvaldo Pestana Montpeller. Valoro mucho la labor que está llevando a cabo la Vitrina de Valonia y su directora Lysbeth Daumont en el rescate de un género como este.
Te has desempeñado también como ilustrador de libros. ¿Es la ilustración un arte menor?
La ilustración siempre ha sido vista como un arte menor, pero eso dista mucho de ser verdad. Existen numerosos artistas que tienen una obra muy sólida en ese género. Depende mucho del artista y de la fuerza y la dedicación que le ponga a su obra. Me apasiona, siento que en ese campo tengo un universo muy grande y atractivo que quisiera seguir desarrollando.
Señala las cinco cosas o situaciones que mayor hilaridad te causen, y las cinco que más te depriman.
Me regocijan Les Luthiers, el grupo humorístico; las series Friends y Aida, y la película Vampiros en la Habana, de Juan Padrón. Además de las ocurrencias de mi mamá y las risas de los niños.
Entre las cosas que más me deprimen están la desidia, la impuntualidad, la doble moral, el gran daño ecológico que le estamos haciendo al planeta y cuando paso por una crisis creativa. Eso último me tira contra el suelo. En esta profesión se sufre mucho, pero también se goza. Soy de los que piensa que trazar líneas tiene un poder sanador.
Sin duda alguna una gran persona, tengo la dicha de conocerlo (desde niño). Todos les deseamos lo mejor del mundo y estamos convencidos que seguirá dando quehacer en este mundo de las caricaturas.
Mil gracias saludos
Excelente artista y buena gente. Un abrazo.