Ya está. Llegó el 2021. Queremos creer que será un año menos siniestro que el anterior para el género humano.
A nuestro pequeño país lo halla inmerso en un mar de dificultades. La “tarea ordenamiento” arrancó, y se dan los pasos para un reacomodo de la economía: crujen antiguas estructuras, se ensayan descentralizaciones, y somos exhortados a consumir mayormente lo que la tierra nuestra pueda producir.
En esa lucha perenne entre lo nuevo y lo viejo, también se cruzan los aceros de la ideología. Hay atrincheramientos en ambos extremos del arcoíris político, y a los que abogan por un diálogo profundo, desprejuiciado y consecuente se les llama centristas, cuando no algo peor.
No cabe engañarse. La pandemia dejará consecuencias nefastas a largo plazo, los laberintos de una economía sobradamente ineficiente no se desandan de un día para otro, la aceptación del contrario, aun cuando en esencia éste parta de una posición común ante los temas fundamentales que atañen al país, no se operará por arte de magia. Habrá que seguir empujando para echar hacia adelante el tren en el que viajamos como nación; y debe regir, por sobre todas las cosas, la empatía, la civilidad y el apego a las leyes que nosotros mismos discutimos y votamos.
A los cubanos no hay quien nos pueda dar lecciones de socialismo real. Seis décadas de intentos, aciertos y errores en la aplicación de ese sistema socioeconómico ofrecen un balance claramente discernible. Sesenta años apenas es una pincelada en términos históricos, pero también es el plazo para la aparición de cuatro o cinco generaciones de seres humanos.
Aquí viene a cuento recordar unas palabras de Pepe Mujica, cuando subrayaba que sólo tenemos un plazo en la vida, y debemos vivirlo de la mejor manera posible, sin renunciar a la pelea por un mundo de equidades universales.
La única opción que tiene el socialismo para no desaparecer como alternativa progresista, es democratizarse de raíz, lo que equivale a despojarse de autoritarismos verticales, afincamientos dogmáticos y estalinismos de cualquier pelambre.
La propia Constitución, recientemente asumida, se apura a declarar que el nuestro es “un Estado socialista de trabajadores, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos, como república unitaria y democrática, para el disfrute de la libertad política, la justicia social, el bienestar individual y colectivo y la solidaridad humana.” (Cap. 1, Art. 1).
De lo anterior se colige que aspiramos a ser un estado de derecho, pero no a la manera que se proclaman en otras zonas geográficas, sino asumiendo el ideal kantiano de “república en la que los que obedecen la ley son al mismo tiempo colegisladores, de tal modo que, al obedecer las leyes, no se obedecen más que a sí mismos. Esta república ‘irrenunciable’ no es más que esa sociedad en la que obedecer la ley y ser libres serían una y la misma cosa.”1
Ergo: entre todos hacemos las leyes y se las damos a cuidar al Estado, que no puede menos que hacerlas cumplir con meticulosidad. Si no lo hace, niega su esencia; si no lo hace, se pone en contra de la mayoría soberana.
DESEOS
Mis deseos para el 2021 se enuncian fácilmente, pero, estoy seguro, no serán de fácil cumplimiento.
Hará falta que los decisores se llenen de valor para reconocer los errores que ellos mismos cometen, que abandonen de una vez la cómoda voz pasiva: “se desmantelaron centrales”, “se otorgaron gratuidades indebidas”, etc. ¿Quiénes decidieron y desmantelaron? ¿Pagaron por ello? ¿Se sustituyeron por otros especialistas o cuadros avezados que pueden reflotar los sectores de la economía que resultaron lesionados?
De la misma manera que es valiente dar el pecho a las responsabilidades, es inteligente y audaz buscar caminos nuevos, pues, como dijera Einstein, no se puede esperar resultados inéditos usando los procedimientos de siempre. Y para eso es preciso ser creativos y flexibles.
Lo otro que sería de desear es que sean austeros en consonancia con las limitaciones de la población, humildes para aceptar que no lo saben todo, que necesitan de varias miradas —principalmente las que se producen de nuestras playas hacia adentro—, incluso si parecen antagónicas, para armar el rompecabezas de la realidad. Realidad que si no se conoce y se rechaza, por molesta, a priori, no se puede transformar.
En consonancia con el presupuesto de que todos queremos una Cuba más inclusiva y mejor, debemos desarmar los prejuicios mutuos, y hacer cada cual en su lugar lo que nuestro leal saber nos dicte.
Los ciudadanos todos tenemos deberes y derechos. De la misma manera que nos reclamamos el cumplimiento de las obligaciones, debemos, con fuerza, demandar que se cumplan irrestrictamente y sin relativismo moral los derechos.
El reclamo martiano de una república “con todos y para el bien de todos” adoptado como propio por la Constitución refrendada en el 2019, no deja a nadie fuera de sus márgenes; “el disfrute de la libertad política, la justicia social, el bienestar individual y colectivo” son anhelos innegociables.
Por fin, ¿quiénes somos todos? José Martí y la república democrática en Cuba
La constitución no se aplica sola. Ahí está la letra, votada afirmativamente por un estimable 86.85% de los 7 millones 522 mil 569 ciudadanos que acudieron a las urnas. Que se mantenga vivo su espíritu es también tarea de todos.
Nada de lo anteriormente expuesto desconoce el estado históricamente crítico de las relaciones con el vecino del Norte. Pero el injusto bloqueo no nos puede separar un centímetro de nuestras aspiraciones de inclusividad y bienestar.
De la misma manera que el Estado estuvo atento a las recomendaciones de los científicos para el exitoso enfrentamiento a la pandemia, debe mirar también, con buenos ojos, el volumen del creativo pensamiento de izquierda que se está generando en la Academia, en las redes y en algunos medios independientes. No hacerlo es derrochar la capacidad intelectual y los saberes específicos de esos cientistas sociales formados en nuestro sistema educacional. Y en las condiciones actuales del país, lo revolucionario es aprovechar cada pulgada de terreno cultivable (más allá de la consigna) y cada idea audaz que contribuya a romper los viejos esquemas mentales.
En El socialismo y el hombre en Cuba, Ernesto Guevara alertaba contra la creación de “asalariados dóciles al pensamiento oficial” y “‘becarios’ que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas.” Pues eso, ni una palabra más, ni una menos. Es hora de redefinir el adjetivo “revolucionario”.
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Nota:
1 Liria, Carlos Fernández. “Cuba 2020. A propósito de un manifiesto polémico”. En SinPermiso.info.
Curioso. La culpa de todo al parecer la tenemos los que hacemos la Revolución y defendemos al estado. Los mercenarios, los que difaman, ultrajan, mienten, tergiversan y agreden, al parecer no son cubanos. O no causan problemas, según el autor. Yo digo al revés: todo el mundo habla de derechos, pero pocos de cumplir deberes. En el otro lado del espectro no hay cubanos como tales: hay mercenarios. porque el otro lado del espectro tiene un amo: El gobierno de los Estados Unidos de América. Con ese es el que dialogaremos, no con sus mercenarios. Y quienes abogan por un “diálogo” con ellos no son centristas, no. Son sencillamente, quienes le hacel el juego. El MINCULT hizo su diálogo (por ejemplo) con quienes persistieron en el diálogo, coin preocupaciones honestas, (como mismo se planteó en la reunión del presidente con la UNEAC hace meses ), no quienes quisieron usarlo como pretexto. Por otro lado, creo que si la Revolución va por su año 63, es porque siempre ha habido diálogo, permanente, con quienes la soportan.
Parece que el señor José Román no sabe leer bien. O no lee y se limita a exponer las sarta de descalificaciones que, como un extenso mantra “revolucionario”, nos lleva al desencuentro, la amenaza ¿velada? y la tontería consignera.
Y tiene ese derecho, de alguna forma recogido en la Constitución que, al parecer, él niega tácita o expresamente.
Y también tiene el derecho a afirmar que el monólogo triunfalista que se ha sufrido durante tanto tiempo es un diálogo.
Allá él…
No hay “mantra” revolucionario. Hay verdades tozudas. Y si ud. leyó alguna amenaza, revisese con su psiquiatra. El “dialogo” que quieren con quienes intentan hacer pasar al “MSI”, por ejemplo, por una “propuesta ciudadana”, nunca tendrà lugar. No porque no quiera la cùpula del estado. Si no porque olvidas, que esa cúpula no existe sin millones de cubanos que no estamos dispuestos a ceder ningùn principio. La Revoluciòn cubana no la defienden solamente el Comitè Central o los militantes del PCC (que son menos de 500 000). Eso es lo que gente como ud. , al parecer, no aciertan a comprender.
Por demás..triunfalismo ? Dónde ? No. Prinicipios.
por eso yo creo en la democracia: los individuos todos tenemos capacidades de entendimiento infinitas y somos sabios.Me explico : el senor Jose Roman,da una definicion exacta del verdader pensamiento revolucionario oficial de la revolucion cubana actual,lo dice claramente,se expresa magistralmente,mucho mejor de como el autor quiere definir ese campo utopico de la situacion cubana actual, entre lo que es y lo que el deseara que fuera. El senor Roman,lo dice alto y claro: la Revolucion se ha mentenido porque tiene su publico leal y con ese,le basta,con ese que es de patria o muerte y al que no le guste, que vaya echando o se desaparezca.Eso es hablar claro !!!!!
Estimado autor : quiere,aun asi,aspirar al dialogo ??
Feliz 2021 !!
La democracia tambièn significa el poder de la mayoría. Y ese mayoría respeta a la minorìa, en buena ley. Ahora, no puede haber una minorìa, que se base en el mercenarismo para intentar dañar la democracia.
Asi que todos tenemos “capacidades de entendimiento infinitas”, eh ? Como no. Ahi tienes a Posada Carriles y Orlando Bosch. Eran cubanos. Y si alguien aqui ha dialogado, con todo el pueblo, es la Revolución cubana. Por cierto, que hoy se cumplen 62 años de la primera vez que lo hiciera de una forma bastante masiva. Y por cierto, es imposible que la Revoluciòn contente a todos. Ningùn proceso social lo ha hecho.
José Darío: tá bueno eso. Y feliz año!
Creo que persiste inconsciente (o quizás conscientemente) en algunos la idea estalinista de “enemigo del pueblo”. Es lo que a veces veo aflorar cuando se discrepa con medidas no consultadas debidamente con los sectores afectados, medidas arbitrarias porque ponen la decisión de temas delicados en manos de una burocracia incapazy autoritaria. Pues bien, la reconstrucción económica de un país empieza por su reconstrucción política porque una implica a la otra. Y si tenemos una Carta Magna refrendada por el 87% de la población hay que regirse por ella para que no quede en letra muerta, cosa que puede ocurrir si se hace lo contrario a lo que está legislado en ella. La frase martiana de “Con todos y para el bien de todos” supone un esfuerzo de entendimiento y tolerancia entre todos los cubanos. Y aclaro de paso que llamo cubanos a todos aquellos que, pensando de modo distinto, siguen sintiéndose cubanos y quieren el bien del pais, tenga el sistema que tenga. Como nacido en Cuba apoyo lo que dice el poeta Fleites. Al menos, algunas de sus ideas principales forman parte de mi modo de entender la realidad cubana y de los retos que tenemos por delante. Yo no quiero una Cuba socialista de nombre, sino un país donde todo el mundo pueda vivir en paz, con derecho a opinar, estudiar, decidir su vida y tener un techo donde vivir. Una Cuba que no sea una cosa en la Carta Magna y otra en la realidad.
Yo recuerdo algo que tú olvidas, José Román. Durante su visita a Chile, cuando la toma de posesión del presidente constitucional Salvador Allende, el Comandante dijo textualmente que “la Revolución es el arte de cohesionar fuerzas”. No es un asunto de contentar a todos, o a parte de de ese todo, sino de convencer y ofrecer opciones de vida. ¿Acaso los problemas del socialismo se diferencian de los problemas históricos del hombre? Yo pienso que no. Si fuera así, la desaparición del socialismo real hubiese acabado con las protestas y las demandas laborales en los países capitalistas, incluso en los que han cambiado de chaqueta. No olvides que al socialismo real lo acabó Stalin con su política y un revolucionario de verdad no puede olvidar esa terrible lección Pero las ideas socialistas persisten porque la realidad se empeña en demostrar que mientras existan personas sin derecho al trabajo, y a vivir dignamente, habrá (con ese nombre o con otro, poco importa) una lucha cerrada por los derechos y la justicia social.
En el socialismo cubano que ya tiene casi más edad que la Revolución de Octubre, hay que abrirse al diálogo con los que aman el país aún sin pensar del mismo modo que piensa el Partido. Yo creo que estamos ante un momento crucial de nuestra Historia y no se puede alardear ni tomar estos problemas recientes con superficialidad. Al contrario, ahora, sin Fidel, es cuando el socialismo debe demostrar sus potencialidades o no podrá sobrevivir. Por lo demás, sigo diciendo que lo fundamental es la soberanía de Cuba.