Entre 1961 y 1986 existió en el Canal 6 un programa llamado Álbum de Cuba. Lo conducía Esther Borja, la soprano que hizo de la música de Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig y Rodrigo Prats, en particular, su repertorio, su casa y su alimento. Pero fue más allá, mucho más allá. La mejor cancionística cubana recibió su cuidado y su proyección, pues era, en esencia, una divulgadora de lo más notable de nuestro venero “cantábile”.
Álbum…, durante esos 25 años, tuvo siempre dividido al público. Estaban los que lo consideraban un programa viejo y los que se nutrían de esa savia honda, que fue sedimentándose junto con nuestra nacionalidad, aunque no supieran decirlo de ese modo.
Por entonces, yo era un niño, y amaba esos espacios de ¿domingo? No podía decir por qué, en medio de una realidad en plena eclosión, esa dama con cara de buena persona y voz afinadísima, cantaba sobre damiselas, apuestos caballeros, ojos de mujeres “que si los cierran parece que va muriendo la tarde”; y de las palmas que arrullan, y de las ciudades donde las niñas salían al balcón para detener al manisero en su recorrido calle arriba. Me gustaba ella, lo que cantaba, su programa; y lo que gusta, las más de las veces es difícil explicarlo. La Borja me hacía soñar, me daba calma. Crecí viendo y escuchando a Esther Borja cantar. Conocí intérpretes que ella presentaba y me impuse de piezas musicales que están indisolublemente ligadas a mi concepción de ese ente elusivo y altamente manipulable que llamamos patria.
Debe haber sido ahí donde oí por primera vez “Tú”, la prodigiosa habanera de Eduardo Sánchez de Fuentes (La Habana, 1874-1944), tenida por algunos como nuestro segundo himno nacional. Y desde ese instante decidí que el compositor, el letrista y la cantante estaban hablando conmigo, que vivía en “Cuba, la isla hermosa del ardiente sol” y que estaba muerto de amor por una trigueñita de nombre enigmático a la que nunca me atreví a decirle nada, reina entre las flores, cuyo “sueño arrulló un beso de la brisa”, “diosa sin par”… La canción terminaba con esta sentencia gozosa y tremenda: “porque Cuba eres tú”.
Todo esto viene a cuento porque este sábado 7 de septiembre se cumplen 80 años del deceso de Sánchez de Fuentes. El 3 de abril pasado se conmemoraron 150 de su nacimiento. Ignoro si esta última fecha fue motivo de celebración. No encuentro ningún reflejo del hecho en la prensa. En cualquier caso, no me gusta la idea de que aniversarios así pasen inadvertidos. No es ritualismo, sino algo más sencillo, pero más profundo: olvidar es dejar morir. Y a quienes con su talento nos han ayudado a ser, deberíamos mantenerlos vivos siempre.
De Sánchez de Fuente sabemos que se inició en los estudios musicales en el conservatorio Hubert de Blanck, allá por 1886, mismos que siguió con Carlos Anckermann e Ignacio Cervantes; este último, reconocido por él como su más notable influencia en tanto magisterio.
La habanera “Tú”, que muchas veces se nombra erróneamente como “Habanera, tú”, fue compuesta en 1892, cuando SF contaba con solo 18 años. El texto, como muchas otras de sus composiciones, fue escrito por su hermano Fernando, quien firmó la partitura original como Fernán Sánchez.
Se dice que la famosa habanera, según Carpentier el primer bestseller de la música cubana, fue escuchada por primera vez, interpretada por su autor, en el palacete habanero que ha llegado hasta hoy con el sobrenombre de La Finca de los Monos, propiedad por entonces del patriótico matrimonio formado por Marta Abreu y Luis Estévez. Ahí mismo fue bautizada como “Tú”.
Dos años después de haber sido compuesta se editó en La Habana, para su distribución comercial, la partitura de la obra. El mismo autor, muchísimos años después, confesó que había perdido la cuenta de las rediciones de que había sido objeto. Lo cierto es que en muy breve tiempo “Tú” fue impresa en España, Francia, Alemania, Estados Unidos, América del Sur… Su descomunal éxito antecedió a “El manisero”, de Simonos, probablemente la única composición cubana que se le pueda igualar en explosiva y permanente popularidad. Se ha registrado que la primera grabación de “Tú” estuvo a cargo de la cubana Chalía Herrera, en disco de cilindro, aunque no se ha podido precisar con exactitud la fecha de este suceso relevante.
El catálogo de Sánchez de Fuentes es nutridísimo, y lo conforman composiciones de muy diversos géneros, como canción, danza, fost-trot, cuplé, criolla, cantata, lied, música sinfónica, vals, zarzuela… Es autor, asimismo de las óperas Dolorosa, Doreya, El caminante y El náufrago.
Su oratorio “Navidad”, poema bíblico en dos escenas, se estrenó el 29 de diciembre de 1924 en el patio del colegio habanero La Salle. Dirigió la orquesta, para la ocasión, el maestro Gonzalo Roig. Esta pieza monumental, primera en su tipo compuesta en nuestro país, se estrenó con un conjunto vocal de 50 voces, y fue llevada a escena en varias ocasiones en la capital cubana, siempre con notable éxito de público y crítica.
Un hecho de mucho interés y no siempre destacado, es que Sánchez de Fuentes convirtió en canciones textos de reconocidos poetas: “Amor” (Juana de Ibarbourou), “Presentimiento” (Pedro Mata y Julio Flores), “Sed” (Amado Nervo), “Francisca” (Juan Ramón Jiménez) y “Aquí está el pecho, mujer” (José Martí), son algunos de estos.
Nuestro autor, además, desplegó una amplia labor musicográfica; como crítico se desempeñó en la revista Pro-Arte Musical y en el periódico El Mundo. Entre sus textos más reconocidos se cuentan, en forma de libro o separatas, Consideraciones sobre la música cubana (1936), Ignacio Cervantes Kawanag, pianista y compositor eminente (1936), La contradanza y la habanera (1935), Folklorismo (1928), Influencia de los ritmos africanos en nuestro cancionero (1927) y Cuba y sus músicos. El folklore en la música cubana (1923).
En 1940 Sánchez de Fuentes fundó en La Habana la Corporación Nacional de Autores, institución gremial que tenía como objeto la defensa de los derechos de explotación de la música de sus afiliados.
He tomado los datos que aquí comparto de numerosas fuentes periodística que beben, casi en su totalidad, de La música en Cuba, de Alejo Carpentier y del Diccionario de la música cubana, de Radamés Giro. Hay muchos textos dispersos con datos contradictorios, aunque animados todos por la noble idea de no dejar que el tiempo funda como olvido la obra y la deslumbrante personalidad del autor de “Tú”, sí, pero también de “Corazón” y “Yo sé de un beso”. Es tiempo que se le dedique a Sánchez de Fuentes un estudio monográfico escrupuloso y exhaustivo. Y también es tiempo de que podamos alguna vez escuchar su oratorio cualquier diciembre de estos en que la Navidad pugne por hacerse un lugar entre nosotros.
Debo haber escuchado “Tú” por primera vez en Álbum de Cuba. Y estoy casi seguro de que fue en la voz de Barbarito Diez. Aquella niña de mis desvelos nunca supo que la amaba en silencio. Bueno, en silencio no, porque Barbarito cantaba —y aún canta— en mi cabeza: “Dulce es la caña, pero más lo es tu voz / que la amargura quita al corazón”.
Confieso avergonzado que no recuerdo haber escuchado jamás esa canción (“Tú”). Y eso que ya tengo 62 años.