Parece difícil, éticamente no aconsejable, hablar de poesía en momentos que Cuba se encuentra inmersa en la peor crisis de su historia. Aumento exponencial de los contagios por COVID-19, disturbios sociales, violencia, amenazas de intervención militar extranjera, apagones, escasez de medicinas y alimentos, suspensión de las conexiones de Internet, a grandes rasgos, dibujan el panorama.
Si al final me decidí por incluir esta conversación con Israel Domínguez en De otro costal ha sido por las siguientes razones:
- En este instante no tengo elementos suficientes para opinar objetivamente sobre lo que está ocurriendo en mi entorno. Es demasiada la desinformación como para establecer un juicio, siquiera apriorístico. Igual, lo que pienso, digo y defiendo no ha variado: me opongo a cualquier pedido de injerencia extranjera en mi país, repudio la incitación al odio fratricida y no me presto para vejar ni maltratar a quien piensa diferente a mí.
- La poesía, como herramienta de aprehensión del mundo es, al mismo tiempo, un acto de reafirmación de lo mejor de la esencia humana. Y de esencia debemos hablar en estos tiempos confusos.
- Mi entrevistado es un hombre atemperado, juicioso, un buen ser humano y un poeta notable que los lectores y la crítica deberían atender en consonancia con la calidad de su trabajo.
Le he participado mis dudas a Israel. Y ambos convinimos en que no se trata de aquello de “la ciudad se derrumba/ y yo cantando”, sino de hacer un alto momentáneo en las profundas preocupaciones que nos asolan para intercambiar sobre lo divino y lo humano. Él y yo queremos una Cuba mejor, y cada uno, desde su modesto centro vital, hace por ello.
Israel Domínguez (Placetas, 1973) tiene una Licenciatura en Lengua Inglesa por la Universidad de La Habana; lo que le ha servido para ejercer como traductor literario, actividad que lleva a una con su oficio de poeta. Entre 1998 y 2017 ha publicado 12 libros de versos, por los que ha obtenido diversos premios importantes. De este nutrido catálogo cito, por su particular interés, Sobre un fondo de arena (Colección Sur, 2004), Después de acompañar a William Jones (Letras Cubanas, 2007) y Glorieta sin agua (E. Vigía, 2011).
Esto le pregunté. Esto me dijo.
¿Cuál es el primer hecho de significación poética en tu vida? Mirando hacia atrás, y considerando que te encuentras “nell mezzo del cammin”, ¿cuál el más trascendente hasta el momento?
Escribir el primer poema. Me encontraba en La Habana, en casa de una tía abuela. Al día siguiente me becaría y tres días después, subiría por primera vez la escalinata de la Universidad de La Habana. Esa noche me sentía nostálgico: extrañaba mi casa, mi pueblo, la novia de entonces. De súbito me levanté de la cama y, como quien responde a una extraña pregunta, escribí un poema de amor. En aquel instante, aún sin saberlo, se había definido lo que es para mí la poesía: el sentido de mi vida. Desde ese momento, la poesía ha acontecido por un camino sinuoso de circunstancias diversas, incluso me ha llevado constantemente al pasado para entender que desde antes de mis primeros versos, ya yo estaba en comunión con ella. Es por eso que pienso que la poesía no es solo su escritura, sino el suceso poético cuya dimensión dota a las palabras de una sustancia especial. Por tanto (parafraseando a Barthes), un poema existe antes de ser escrito. Por supuesto, mientras más diestro el poeta, mejor será traducido el acontecimiento. Por esta misma razón, creo que los hechos de significación poética en mi vida, los cuales han sido muchos, son el resultado de una existencia en que se ha fusionado escritura y experiencia a medida que mi concepción del mundo ha ido enriqueciéndose.
Ahora bien, si tuviera que elegir uno de estos momentos y calificarlo como el más trascendente, sin pensarlo mencionaría mi presencia en el Festival Internacional de Poesía de Medellín (2016), en el cual mis poemas fueron muy bien recibidos por una multitud sensible y conocedora, con manera profundamente espiritual de relacionarse con la poesía.
Relata cómo entraste en contacto con la poesía. ¿Cómo se dio el paso de lector a hacedor?
En verdad no era un lector asiduo. Durante mi adolescencia, apenas leí algunos policíacos y novelas de espionaje. Por ejemplo, cuando estaba en noveno grado, disfruté Y sin muero mañana de Wichy Nogueras. En el preuniversitario, digerí por disciplina las obras que nos indicaban, y no niego que me gustaban, pero entonces otras eran mis motivaciones. Yo quería aprender inglés para entender aquellos locutores que nos hablaban de cantantes cuyas canciones tampoco entendía.
De la mano de la música y el repentismo llegó la poesía. Mi padre y otros parientes eran repentistas. Aunque fui un niño y un adolescente a los que no les interesaban las canturías, sentía un raro orgullo al ver la gente de campo saludar a mi padre con admiración. Desde mis primeros versos, mi actitud cambió al comprender que en mis genes viajaban la improvisación y el laúd, y aun cuando no he practicado esa tradición, ni siquiera he escrito una décima, el repentismo está presente en mi capacidad de crear un poema sin recurrir a papel y pluma, en la virtud de memorizar casi todas mis estrofas, en el disfrute de los tropos y mi visión poética del entorno. Sin embargo, no solo fue el sonido de doce cuerdas la melodía que me llevó por los senderos de Polimnia. Como dije anteriormente, la música en inglés me fascinaba, y sobre todo me seducía el espíritu transgresor de “una nueva generación” que, a decir de Scott McKenzie y John Phillips, tenía una forma distinta de explicarse el mundo, y esto, asumido por Rimbaud, es el carácter antisocial de la poesía, que no tiene ver con lo delictivo, sino con la transgresión de los preceptos rígidos impuestos por la sociedad. Y de este modo, comencé a explorar varios universos sonoros hasta llegar a la Nueva Trova. En onceno grado descubrí a Silvio Rodríguez. Lo había oído desde niño, pero comencé a escucharlo en esa época. Luego llegaron Pablo Milanés, Carlos Varela, Mercedes Sosa y otros. Las letras de esos cantautores fueron mi primer patrón escritural. Mis primeros textos tomaban como referencia sus canciones. Luego empecé a buscar, leí mucha literatura y me sumergí en los ríos de la cultura que me ofrecía La Habana.
Aunque debí realizar las lecturas propias de la infancia y la adolescencia para no tener que quemar etapas, creo no haber perdido el tiempo: escuchar bandas como Led Zeppelin, Black Sabbath, Deep Purple, Metallica y Alice in Chains, me ha permitido comprender fenómenos culturales que no han sido aceptados por ciertos círculos de intelectuales.
Omar Pérez tituló uno de sus poemarios Algo de lo sagrado. ¿Opera el poeta con una sustancia que “merece un respeto excepcional”
La poesía es cualquier cosa, siempre y cuando alcance la dimensión necesaria para que trascienda en nuestras vidas. Desde luego, esa trascendencia ha de traducirse en belleza, sea cual sea el canon estético, pues bien sabemos que la verdad y la beldad del arte están sometidas a un alto nivel de subjetividad y relatividad. La poesía es expresión de cualquier motivo. El tema tratado en un poema puede ser sublime o trivial, espiritual o terrenal. Lo sagrado o especial de un poema no radica siquiera en su buen resultado, sino en la espiritualidad de quien lo escribe y la sensibilidad de quien lo recibe. Solo la poesía es sustancia extraordinaria si emisor y receptor están en verdadera comunión con ella.
¿Es la poesía un género?
La poesía es un género literario, pero es más que eso. Como ya sabemos, poiesis es creación. Todas las manifestaciones del arte son poesía. No obstante, es más que arte, o sea, es más que la destreza en pos de la belleza. Es ante todo una actitud que nos permite mirar la vida desde aristas que no están situadas en un plano físico, sino espiritual; es esa especie de clarividencia de la que hablaba Rimbaud, que nos posibilita ver realidades ocultas en la realidad inmediata y crear realidades que enaltecen el ama y la liberan del entorno pedestre que la subyuga.
En tu caso, ¿es la poesía un prisma, una herramienta de exploración de la realidad, un destello de lo inefable?
Es todo eso, y es más: un cosmos infinito donde transcurre la finitud de mi existencia.
¿Qué buscas, qué encuentras en la poesía?
La felicidad.
Trabajas en la estela de una rica tradición literaria: la poesía cubana. Los románticos del siglo XIX, Martí… ¿Pesa ese venero?
Pesa y a la vez resulta un desafío agradable, pues se trata, más que de romper con la tradición, formar parte de esta, no como elemento superfluo, sino como pieza valiosa que ayude a sostener esa enorme y regia estructura.
Sugiere cinco poemas cubanos que los lectores de OnCuba no deberían dejar de leer.
Les recomendaría más de cinco, incluso más de cien. Ahora me vienen a la mente cinco excelentes piezas: “Dos patrias”, de José Martí; “Testamento del pez”, de Gastón Baquero; “Un hombre y una mujer”, de Rafael Alcides; “Luz acuosa”, de Reina María Rodríguez, y el poema sin título de Caridad Atencio, que se encuentra en la página 53 de su poemario La sucesión.
Hay un libro tuyo que tiene, para mí, un título enigmático: Collage mientras avanza mi carro de equipaje. ¿Puedes relatar las circunstancias que rodearon a ese poemario?
Mi trabajo como mozo de equipaje de un hotel en Varadero. En este poemario aparecen algunas de mis observaciones sobre el entorno turístico, en el cual convergen diferentes imaginarios y constructos sociales. Aunque muestro específicamente la realidad cubana de estos ámbitos, que tiene sus peculiaridades debido a la situación económica y sociopolítica del país, trato de trascender lo nacional para ubicarme en las esencias del ser humano. Por otra parte, la palabra collage es clave, pues no solo del tema anterior versa el libro. Mientras el sujeto lírico empuja su carro de equipaje, se presentan otros instantes que no tienen que ver con la vida en el hotel, sino con la existencia fuera de este. Es, en este sentido, una estructura basada en un viaje constante del pasado al presente y viceversa. También resulta un homenaje a algunos maestros de la poesía norteamericana como T.S. Eliot, Edgar Lee Masters, Carl Sandburg y Ezra Pound, entre otros.
Si te fuera dada la posibilidad de hacer sólo una pregunta a estos autores, ¿cuáles serían?
Martí:
Para muchos cubanos usted es un paradigma. Diferentes posiciones políticas lo han asumido como el apóstol de la independencia de Cuba. En su obra revolucionaria se aprecia una labor incansable por la unidad de los patriotas. Dada la situación actual, si usted resucitara y se convirtiera en nuestro presidente, ¿cómo haría para lograr la soñada idea de “con todos y para el bien de todos”?
Heredia:
Hace algunos años, la compañía Gaviota, para la que yo trabajaba, me prohibió arbitrariamente viajar a Canadá y, por consiguiente, no pude contemplar, como sí pudo usted, las maravillosas cataratas del Niágara. ¿Qué le resultaría más doloroso, el exilio o la desdicha de no ver el mundo?
Zenea:
Ni siquiera ser fusilado por sus verdaderos enemigos sirvió para valorar con equidad su incuestionable sacrificio por la patria. Hay artistas que no se han comprometido políticamente; no obstante, sus obras han sido reconocidas al punto de que izquierdas y derechas los aplauden y veneran. Teniendo en cuenta que sus esfuerzos no fueron justamente calibrados, ¿preferiría la gloria de estos artistas, o volvería a sacrificarse por Cuba?
Lezama:
¿Es también una fiesta innombrable el sitio donde ahora está?
Guillén:
¿Cree usted que el legado africano ha sido tratado en nuestra poesía como merece?
Trasvasas poemas del idioma inglés al español. ¿Es traducible la poesía? Satisfacciones, insatisfacciones que te ha dejado la práctica de este oficio.
La traducción tiene sus posibles y sus imposibles. Los mayores desafíos se presentan en la poesía, porque es el género que, por la complejidad de sus formas, muchas veces nos impide obtener una versión muy cercana al original. Sin embargo, cualquier traducción es un ejercicio intelectual que demanda cuidado y crea dificultades para lograr eficazmente el traslado de una información. Ahora bien, esos imposibles no han de ser el pretexto para abandonar un texto. Necesitamos la traducción. Quizás no podamos conocer a un autor en su verdadera estatura, pero al menos con un buen trabajo podemos acercarnos a su grandeza, su voz, su originalidad y las esencias de su obra.
Mis peores experiencias con la traducción han sido algunos errores cometidos por la premura y la falta de un especialista que revise y corrija mi labor. No me refiero al editor de la lengua a la que ha sido vertida la información, sino a una persona que pueda detectar errores en la traslación. Casi nunca he tenido ese revisor, lo cual conlleva a un trabajo más lento y muy cuidadoso.
Mis mejores experiencias han sido resolver imposibles que, aunque siguen siéndolo, no han impedido que al lector le llegue una situación equivalente en la que pueda recibir y disfrutar el mensaje del autor y el espíritu del texto.
Eres un hombre de fe ¿Para qué sirve la fe?
La fe sirve para sostener nuestra existencia. Y cuando digo fe no solo me refiero a la fe religiosa, sino a la confianza y seguridad que cualquier individuo procura para llevar a cabo su proyecto de vida. Toda existencia humana es una construcción cuyos pilares fundamentales están constituidos por la creencia de su constructor. Cuando alguien deja de creer en sus anhelos, está en presencia de una crisis de fe, la cual puede conducirlo a la depresión, la falta de voluntad, la adicción, el envilecimiento o la muerte. La fe religiosa es un tema más complejo, ya que está asociada a la creencia en una o varias divinidades que deben apoyar al creyente en el camino, no siempre apacible, de la vida. En mi caso, soy practicante de la religión yorùbá. Con respeto a otros credos, y sin ningún ánimo de proselitismo, digo que mi fe en tal cosmogonía me ha ayudado a ser mejor persona, entender la naturaleza del ser humano y transitar con mayor firmeza por los senderos de mi destino. Sin embargo, para ello no basta con creer. Hay que creer de verdad, y para creer de verdad hay que saber por qué se cree y en qué se cree. Una fe que no esté sustentada en un conocimiento profundo no es verdadera, más bien es enajenación. Sea religiosa o no, si la fe no es verdadera, puede ser un bumerán muy peligroso y destructivo. Al respecto todos podemos equivocarnos, pero antes de cambiar de fe, sea religiosa o no, debemos realizar un análisis exhaustivo de quiénes somos y qué queremos ser. La falta de fe no es ofensa a Dios, la falta de fe es autodestrucción.
¿Por cuáles caminos llegaste a la religión yoruba?
Aun cuando me eduqué en un ambiente ateo, desde niño sentía una extraña atracción por los ambientes religiosos. En los años 90, al producirse una mayor apertura a las religiones, comencé a familiarizarme con diferentes credos. Surgió por entonces mi primera manifestación de fe: empecé a practicar empíricamente una especie de culto a San Lázaro, pagando con devoción las promesas que le hacía. Al llegar a Matanzas, en 1995, fui testigo de cómo se iban cumpliendo al pie de la letra las profecías de una espiritista de mi pueblo natal. Uno de los hechos anunciados fue la muerte de mi padre. Ello me hizo pedir ayuda a Adolfo Suárez, poeta, periodista y sacerdote de Ifá, a quien había conocido un tiempo antes y quien, por cierto, había acogido con júbilo mi poesía y me había enseñado algunos trucos de la escritura. Adolfo me acompañó a la casa de su padrino, Ernesto Acosta Sediez, y allí Orúnmìlá se refirió al terrible suceso que había profetizado la clarividente, amén de aconsejar mi consagración como sacerdote, la cual asumí sin pensarlo dos veces, porque tales coincidencias y la veracidad de la palabra de Òlódùmárè eran incuestionables.
¿Encuentras nexos entre ser un sacerdote de Ifá y tu práctica poética?
La palabra “vate” tiene dos acepciones que explican esta dualidad. “Vate” significa poeta y adivino. Cuando Agamenón necesitó saber el futuro de la guerra contra los troyanos, llamó a un vate. La Ilíada encierra una cosmogonía cuyos elementos primordiales son poesía y religión. No pocos versos han sido proféticos. Nostradamus, por ejemplo, escribió sus predicciones en cuartetas. El cuerpo literario de Ifá está compuesto por estrofas. Debido al deterioro de la lengua yorùbá en nuestro país, las historias nos han llegado en prosas, casi siempre mal escritas, pero en Nigeria aún se conservan en versos.
Òlódùmárè (Dios) es poiesis (creación) y destino que contiene todos los destinos. El destino es parte de la creación y viceversa. El destino se expresa en números binarios, los cuales conforman los 256 odù (figuras o signos) del oráculo. Cada odù es destino específico y a la vez, pieza del destino universal. Cada odù implica una información que se traduce en poemas. Cada poema narra un cuento o una fábula que sirve de enseñanza y advertencia a la persona que ha de vivir el augurio anunciado. Dios, entonces, es poesía que contiene todos los poemas del destino.
Además de estas relaciones, la poesía y el sacerdocio se nutren de la contemplación y, por consiguiente, son vehículos para el cultivo de la sabiduría. Por otro lado, toda creación humana es inherente a la creación de la naturaleza y, por ende, a la creación divina. La poesía que concibe la humanidad se integra a la beldad del universo. Lo que ve un ser humano, Dios lo ve, porque un ser humano es Dios como particularidad entre sus infinitas particularidades. De ahí el alto compromiso que tenemos con el bien, que no es moralismo, y el cual hemos soslayado en innumerables ocasiones. Nuestra historia se incluye dentro de la memoria cósmica, dentro de la escritura en que pasado, presente y futuro resultan un mismo tiempo llamado eternidad.
Desde hace unos meses ha resurgido, entre los practicantes de la Regla de Osha, la discusión sobre el derecho o no que tienen las mujeres para ordenarse como ìyáonifá, sacerdotisas del culto de Ifá, condición ancestralmente conferida a los hombres. Según algunos autores, en Cuba existen mujeres que ya han sido consagradas, no sin reticencias o francas oposiciones de ciertas dignidades masculinas. ¿Es este un problema de género? ¿Qué dice la tradición sobre las ìyáonifá? ¿De qué lado te sitúas tú en el debate?
Nos cuenta la máxima dirección de las ìyáonifá de nuestro país que hay aproximadamente 8000 en Cuba. Este tema, como bien dices, es muy controvertido. Hemos escuchado muchas opiniones al respecto, incluso entre prestigiosos sacerdotes existen discrepancias. La diferencia de criterios no solo se manifiesta entre los que están a favor y los que están contra, sino también entre los defensores de una misma posición. Vale aclarar que si se hizo en Cuba fue porque desde hace tiempo se tenía conocimiento de mujeres iniciadas en Nigeria, cuestión que se reafirmó con la presencia en nuestro país de sacerdotes nigerianos que consagraron a algunas de nuestras sacerdotisas.
En mi modesta opinión, lo más importante ante un asunto como este es el respeto. Tengo amigos y hermanos que no creen en las ìyáonifá y, sin embargo, los abrazo y los beso. Me preocupan las actitudes fundamentalistas y violentas que en ocasiones han asumido ciertos practicantes. Se puede manifestar el desacuerdo, pero no imponer ningún criterio, y mucho menos tomar represalias, pues bien saben los sacerdotes lo que dice el odù Òfún Òşé: ¨Los únicos que saben son Òlódùmárè y Orúnmìlá¨. Entonces deberían ser las deidades las que determinen si se ha cometido sacrilegio.
Personalmente estoy de acuerdo con el ordenamiento de la ìyáonifá, no por rebeldía ni por moda. Estoy de acuerdo porque, amén de observar, leer y escuchar distintos criterios, sustento mi actitud en la lógica de una igualdad plena. Si analizamos la historia, vemos a Sor Juana Inés de la Cruz exigir el derecho de la mujer a la educación, a Enriqueta Faber travestida para ejercer la medicina, a Emily Wilding Davison morir por el sufragio femenino. Vemos además el éxito de la mujer en diversas esferas de la vida, a Valentina Tereshkova volando al espacio exterior, a Fermina Gómez, Oşa Bi, presidiendo su comunidad religiosa, a muchas mujeres glorificando la historia de una sociedad que aún las juzga y trata de limitarlas. No creo que Dios sea misógino ni patriarcal, ya que de lo contrario hubiera creado seres que prescindieran de sus semejantes femeninos para procrear, ni mucho menos hubiera dotado a las féminas de un coeficiente de inteligencia que les permitiera ser lo que hoy son. Tampoco creo en la pareja basada en ningún tipo de hegemonía, es decir, creo en una pareja en la que ni el hombre ni la mujer llevan las riendas, en la que madre y padre desempeñan papeles igualmente valiosos en la familia que fundan. Tampoco creo en aquellas mujeres oportunistas que manipulan las verdaderas razones del feminismo para imponerse, ejercer su voluntad, empoderarse y lograr sus propósitos.
He tenido y tengo prejuicios. Pienso que ningún ser humano está exento de tenerlos. Ya lo dice el odù Òsá Méjì: “El hombre es libre como el pájaro en la jaula”. Aun así, soy de la opinión que debemos tratar de liberarnos de tantos prejuicios como sea posible. Gracias a la poesía, el arte, la educación y la cultura, he logrado liberarme de muchos preceptos rígidos y equivocados. Pero también agradezco a la religión, pues cuando uno profundiza en la mística de Ifá, advierte la subversión de algunos conceptos.
Deberíamos abrir las puertas de nuestras mentes y corazones. Solo de esta manera, lograríamos la armonía que nunca hemos tenido.
Estás al tanto de la crítica situación que se está viviendo en Matanzas con el crecimiento exponencial de los casos de Covid-19. ¿Algún mensaje de aliento para los matanceros?
Mi mensaje para el pueblo matancero, que tanto quiero y al que debo mucho, es de amor, esperanza, paciencia, inteligencia y disciplina. Es cierto que en momentos tan tétricos, como los que hoy vivimos, es difícil asumir estos cinco aspectos al pie de la letra. Como ser humano, entiendo la desesperación ante una catástrofe; pero como sacerdote, advierto que la desesperación obnubila el tino necesario para procurar verdaderas soluciones. Este mensaje es también para Cuba y el mundo.
Estos no son tiempos de crítica, son tiempos de unión; no son tiempos de diferencias doctrinales, son tiempos de unión; no son tiempos de arbitrariedades, son tiempos de unión; no son tiempos de odio, irrespeto y resentimiento, son tiempos de unión. Es ahora cuando el planeta debe izar una inmensa bandera blanca que cubra todos sus cielos en pos de la unidad para combatir un poderoso enemigo común llamado Covid-19. Pero antes debe derrotar a un adversario más nocivo: el egoísmo.
Personalmente no tengo que consultar a Ifá para saber qué sucede en Matanzas y en el mundo, y cuáles son las soluciones a este grave problema. Pertenezco a una comunidad religiosa atenta a las predicciones del oráculo divino, cuyos consejos nos llegan en nuestros festivales, y por medio de “la letra del año” y del itádògún, ceremonia celebrada cada diecisiete días para conocer el futuro inmediato. Desde el año pasado, lo que nos ha aconsejado Orúnmìlá se resume en los anteriores aspectos, y en el proverbio del odù Ìká Òfún, signo que rige el presente año: “A veces lo que no nos gusta es lo que tenemos que hacer”.
En mi modesta opinión, la regla de Ifá y la regla de Ocha pudieran contribuir mucho más a la solución de esta situación tan dolorosa; pero hay dos factores principales que entorpecen sus misiones: la falta de unidad y la dificultad de ayudar a los incrédulos. La desunión mundial incluye la desunión de nuestros practicantes. Deberíamos tener presente el refrán del odù Ògúndá Òsá: “En la unión está la fuerza”; no obstante, nos entretenemos en los proyectos personales y en la vanidad de imponer nuestros criterios. Por otra parte, para los yorùbá, Orí (la cabeza) es una divinidad. Si Orí no está armonizada con Ifá, no podrá lograr sus propósitos, o pasará mucho trabajo para ello. En raras ocasiones he servido satisfactoriamente a gente que no cree, pero muchas veces no ha resultado, ya que la fe de quien viene a resolver un problema es lo más importante. No soy proselitista y brindo mi servicio incondicionalmente. Sin embargo, me veo limitado cuando se trata de salvar a aquellos que han escogido otro camino. En este sentido, solo me queda orar para que cese la tormenta y el prójimo vuelva a sonreír.
Tres poemas de Israel Domínguez:
PARECIDO A UN TORNILLO DE BANCO
a Carlos Augusto Alfonso
Baquetas en movimiento.
El redoblante es el último intervalo.
Sentencia
(palabra de hombre convertida
en palabra de Dios).
Baquetas en movimiento,
igual a decir
hombre muerto caminando.
Sentencia.
Encierro.
Lágrima.
Plegaria.
…algo parecido
a un tornillo de banco.
Tornillo: cuchilla que cae.
Cuchilla: lazo que aprieta
hasta el fin de la representación.
Cuando el uniformado culmine su redoble
la angustia será pájaro muerto
en las manos de un niño.
(Después de acompañar a William Jones, 2007)
EL FUEGO SE EXTIENDE
Entre los bordes que reducen intervalos
el tedio se disipa
como la gota de agua en la sartén.
El fuego se extiende. Cataliza el alcohol.
La boca invisible que cantaba
es la boca de los instantes compartidos.
Los cuerpos se sumergen, se sumergen las almas.
(Viaje de regreso, 2009)
DOCE Y CUARTO
a Derbys Domínguez
Son las doce y cuarto de la tarde,
pero pudieran ser, y son
las siete de la noche.
No hay diferencia.
Nunca ha habido diferencia entre la noche y la mañana,
pues siempre pasa un rostro,
siempre el mismo rostro por los eternos laberintos.
Dice mi madre que cambiarán la hora,
que debo acostarme temprano
para que el gerente diga entre formalismos
y buenos modales:
“Qué competente ese chaval,
qué eficiencia para ordenar ceniceros
y llevar los muertos a sus habitaciones”.
Le respondo con furia
como si acumulara en sus raídos huesos
el tóxico que regresa de las calles
y con la paciencia de una mujer fiel a sus instintos
trata de calmarme.
“No te enfurezcas, hijo.
De todos modos cambiarán la hora
y siempre pasará un rostro.
Siempre el mismo rostro…”
Un amigo me invita recorrer Octubre.
Viene de una ciudad que al igual que la mía
es sacudida por el tedio.
Insiste en que las aguas son tranquilas,
“esta ciudad es distinta,
hay que huir de las ciudades”.
Pero no hay diferencia:
Un puerto y otro puerto fueron siempre
un puerto único.
Y de qué vale insistir,
apretar el puño y golpear una pared,
si nos estamos repitiendo.
Y siempre, siempre serán
las doce y cuarto de la tarde.
(Hojas de cal, 2001)