Nació María de Lourdes Santana Arcos (1998), pero, al parecer, no está muy satisfecha con su nombre. La llaman Mary Ló; y algunas noches que le da por cantar se convierte en La Cuqui de Cuba. A su repertorio —al menos lo que le he escuchado— le falta actualizarse. Y por eso mismo es muy bueno: canciones de siempre, trova tradicional, Lecuona, bolerones fusionados, jazz, piezas todas sancionadas por el buen gusto de varias generaciones.
A los efectos de su proyección profesional en el arte es Mirlo. Unas líneas más abajo sabremos por qué.
El pasado 21 de septiembre defendió su tesis en la Casa de la Salamandra para obtener la Licenciatura en Artes Visuales. Tuvo como tutor al artista y docente Omar Estrada, y su nota final fue de cinco puntos, el máximo a que podía aspirar. Así es que Mary Ló se encuentra ahora justo en el bloque de arrancada. La carrera será larga y por el camino encontrará más de un obstáculo. Está feliz por la forma en que el tribunal valoró su ejercicio académico, pero sabe que es el tiempo quien da la calificación definitiva. No compite con nadie, me dijo, salvo con ella misma. Quiere crecer, estudiar, experimentar, trabajar, idear nuevas presentaciones que expresen su posición ante el tiempo y el lugar que le han tocado vivir.
Es muchacha espigada, de sonrisa limpia. Escucha más de lo que habla; y cuando habla, sabe lo que dice. Ha escogido para expresarse una disciplina compleja, no siempre entendida por el público y la crítica. Pero ahí va, llena de optimismo, viviendo el instante con la intensidad que demanda su juventud. Tiene hambre de mundo. Ojalá nunca llegue a saciarse del todo.
¿Te has decidido finalmente por un nombre artístico?
Sí. Es Mirlo. Una amiga lo encontró por accidente. Confundió Mary Ló con el nombre del pájaro cantor: “¡Eres un Mirlo blanco!”, y la expresión me recordó un fragmento del cuento de Alfred de Musset: “¡Qué glorioso, y qué penoso es ser en este mundo un mirlo excepcional! No soy un pájaro fabuloso, el señor Buffon me ha descrito. Pero, desgraciadamente, soy raro y muy difícil de encontrar. ¡Ojalá fuera completamente imposible de encontrar!”
Supongo que cuando comenzaste a estudiar en la Academia de Artes Visuales “Benny Moré”, en Cienfuegos, no tenías aún en mente convertirte en una performer. ¿Cómo se dio ese tránsito de la pintura, el dibujo, a esa expresión que muchos relacionan más con el arte escénico?
Vengo de un pequeño pueblo en el municipio de Taguasco, provincia Sancti Spíritus, llamado Siguaney. Desde pequeña fantaseaba con la idea de ser artista, de cantar, de actuar, y de ser una excelente pintora. A pesar de no tener artistas en mi familia, crecí entre libros y canciones de Silvio Rodríguez que compartían mis padres. La primera canción que recuerdo haber aprendido fue Venga la esperanza. El porvenir me resultaba maravilloso. Mis padres apostaron todo por mí, y viajaban conmigo de una provincia a otra para apoyar el sueño de su hija, de ahí mi sentido de la responsabilidad con el estudio y de lograr a toda costa mis objetivos.
Cuando entro en la Academia de Artes Benny Moré, en Cienfuegos, empezaron a cumplirse mis sueños. En la Benny fui feliz, descubrí mi pasión y encontré a mis iguales, mis amigos y hermanos de vida. Como casi todos, llegué a la academia con la idea del retrato al óleo y el paisaje, pero aun cuando mi perfil era pintura, poco a poco me fui descubriendo y vislumbrando otros medios. La pintura no era suficiente para mí, necesitaba estar cerca del público, algo más activo. Así fue como me enamoré de la performance. Una vez que empecé a intentar practicarlo, no pude parar.
Siempre que llegaba del pase a la casa, venía con una “idea loca”, según mis padres, a los que les costaba entender aún por qué ya no pintaba. Mi abuela decía: “Tú saliste de un huevo de dinosaurio”. El contexto en el que comenzaba a moverme era totalmente diferente al que estaba acostumbrada. La performance era algo distinto, arriesgado, demandaba un compromiso extremo, y eso me encantaba. A pesar de que una idea reclama el material y el medio a utilizar, no podía evitar imaginar mi propuesta en escenas, construir todo esto con anticipación en mi mente, como una película con banda sonora incluida. Siempre pienso en la performance con sonido e imagen. Aunque la mayoría de las veces lo relacionan con el arte escénico, no podía clasificar y delimitar mis acciones en “esto es artes visuales”; “esto, arte escénico”, tampoco me interesan mucho esas divisiones por géneros. El arte es uno solo, y cualquier medio que me sea necesario es válido, no importa si viene del canto o del teatro.
Tu tesis de Licenciatura en Artes Visuales por la Universidad de las Artes fue una obra performática, algo que no es muy frecuente como ejercicio académico. Relátanos brevemente de qué se trata, cuáles eran sus presupuestos estéticos, cuál el súper objetivo.
Noches ácidas con el Mirlo, mi tesis, fue un gran reto. Tuve que trabajar en todo un proceso que me era prácticamente desconocido, desde escribir por primera vez el guión de una “comedia en vivo” (stand up comedy), hasta aprenderme todos los textos y canciones. Una puesta que demandaba dos horas y media de monólogo sobre la performance, y que abordaba mis preocupaciones como performer. Mi propuesta de la presentación radica, justamente, en que la performance considerada inspiradora en nuestro contexto, el que moviliza a las nuevas generaciones de performers e, incluso, la tradición de esta manifestación artística en mi país, me resultan ajenos. Esta última está determinada, en muchos casos, por el dogma europeo de la performance. ¿Cómo podía abordar desde mis prácticas estas preocupaciones?
Este medio casi siempre se ha relacionado con la idea del sufrimiento del performer, tanto el sufrimiento físico como psicológico. Desde la Academia, mis acciones se construían a partir de la operatoria de la agresión a mi cuerpo, utilizando la metodología del dolor. Me sometía a largos períodos de dolor para conseguir un objetivo, un dolor sin importar el costo ¿Por qué? ¿Acaso no podía hacer el punto de mi interés desde otra operatoria?; ¿el divertimento, por ejemplo? ¿No podía establecer todos estos puntos desde la diversión como agencia crítica? La performance se construyó en el primer acercamiento de los movimientos modernos, justamente para romper con el dogma del arte. A partir de todo esto nace este show que combina el karaoke con el stand up (una apuesta a lo George Carling), vinculando la idea de la comedia ácida con la selección de textos y el poder político de la acción desde un acercamiento aparentemente ligero, una fiesta crítica y de auto validación desde el choteo.
¿Háblanos de algunas performances que hayas realizado hasta el momento? ¿En cuál de todas consideras que alcanzaste mayor nivel artístico? ¿Qué tal funcionó con el público?
En el 2015 comencé con la práctica de esta actividad. Dentro de las puestas que recuerdo con más cariño está Lo que debe ser cambiado (2019), en la que le lavaba los pies a las personas que pasaban por un parque de Cienfuegos. Los transeúntes estuvieron muy dispuestos a participar, hasta que llegó la policía e intentó interrumpir la acción. Sus intenciones se vieron frustradas gracias a un amigo que tenía en sus manos un permiso de acción emitido por la Oficina de Patrimonio de la provincia.
Colgando el río en los labios o poema líquido en tiempos de sequía (2021) fue mi primera performance en una galería de la capital; participé con esta obra en el concurso de arte joven Post-it 8. Era una época en la que me interesaba por lo visiblemente invisible, los pequeños actos cotidianos y los procesos del cuerpo que pasan de ser percibidos, que aceptamos sin cuestionar porque simplemente siempre han sido así. Dejaba toda mi saliva en una copa, y luego volvía a beberla.
En El grito de Pavlenski (2022) comencé a jugar con la idea del simulacro. En un acto que parecía completamente desgarrador, me comía un cable que se encontraba en un plato en el suelo. Me encontraba con las manos esposadas y un cartel en el fondo que rezaba: “No hay peor lucha que la que no se hace”. El acto de ingerir el cable era falso, todo era un mecanismo, la sangre que soltaba por la boca eran dos píldoras con sangre falsa. Disfruté mucho de la reacción del público y de lo que consideré un simulacro efectivo cuando artistas, compañeros y profesores de la Universidad de las Artes (UA), en un acto desesperado por salvar mi vida, intentaron enviarme al hospital. Me di cuenta de la importancia de la percepción del acto, más que del acto en sí.
Con La fiesta del artista (2022) empiezo a trabajar desde la idea del espectáculo. Convertí una fuente abandonada de la UA y una galería en mí espacio de esparcimiento y diversión; me relajaba en un jacuzzi mientras leía revistas Arte Cubano y libros de la Taschen relacionados con la performance. El público, a partir de esta pieza, comenzó a interactuar de otra manera conmigo, perdieron el miedo a la interacción con el performer; la experiencia comenzó a hacerse más cercana. Uno de mis actos favoritos fue la Presentación de Dossier (2023), en medio del Art Exchange Festival en la Galería Taller Gorría, de La Habana.
En esta presentación, sin que el público se percatara, introduje un consolador en mi ropa interior, y le di el mando que controlaba las vibraciones al curador de la muestra, que lo pasaba entre artistas reconocidos y otros curadores. Nadie sabía lo que sucedía cuando, entre gemidos, explicaba mi obra y el público reía, se sentía incómodo y murmuraba sobre lo que podría estar pasando. Al final de mi presentación, revelo la operatoria cuando saco el consolador de entre mis pantalones. Con este acto, elimino el sufrimiento y la dramatización excesiva de los performances que venía haciendo, mientras hablo de la masturbación intelectual, del control de los curadores, de lo expuesta que estaba al público, del poder, de la manipulación. Intentaba hablar, en fin, de cómo muchos artistas reconocidos, curadores o agentes institucionales en posiciones de privilegio sobre las artistas jóvenes, ocasionalmente ejercen un acoso “juguetón” en las redes, con la obvia intención de obtener un beneficio, muchas veces sexual. Esta es una dimensión del mundo del arte de la que no se habla. Ahí hago mía una frase de Oscar Wilde: “La ironía es la manera más inteligente de decir la verdad”.
Dentro de la exposición Casa es una casa es una casa, que se realizó en la galería Artis 718 en diciembre de 2023, comienzo a trabajar con el karaoke como acto desjerarquizante, pero desde el divertimento, intentando desacralizar lo “artísticamente bien hecho”. Más allá del artificio técnico del poder cantar, de lo establecido y de la perspectiva, lo importante es el acto de cantar como ironía sobre lo que se cree falso, utilizando el choteo como metodología; para abordar, en este caso, la supuesta “felicidad” del ama de casa lidiando con su entorno cerrado y el desespero de la precariedad, en el hogar. En cada una de estas performances alcancé mi objetivo de evitar el estilo sufridor, y cada una me ha hecho crecer.
La performance es una manifestación artística que se realiza en un tiempo y un espacio determinados, en contacto con el público. De lo hecho hasta ahora, ¿retomarías alguna si tuvieras la posibilidad de presentarla nuevamente? ¿Seguirías las pautas iniciales? ¿Es lícito, según tu criterio, modificarla en su esencia en una nueva versión?
Si tuviera la posibilidad de volver a presentar alguna de mis performances lo haría, por supuesto, no sin antes estudiar el espacio en el que se presentaría, ya que la forma de percibir el acto cambia según el contexto. Cada vez que se repita, la obra se convertirá en una nueva versión de sí misma, nunca será exactamente igual a la original; no importa si lo haces en el mismo sitio. Seguiría las pautas iniciales, pero en el momento que considere necesario, eliminaría estas pautas. El arte no debe estar atado a nada, no existe un libro que diga lo que está bien y lo que está mal. El arte es efectivo o no lo es.
¿Cómo vives el contacto con el público en tus presentaciones? ¿De qué manera el espectador obtiene información de lo que vas a ofrecerle?
El contacto con el público es, para mí, la parte más importante del acto. Me interesa mucho la interacción con este, y que pierda el miedo a la interacción con el performer. En mis propuestas los espectadores no obtienen una información directa, pero la mayoría de las personas que acuden a mis presentaciones conocen mis prácticas y mi acercamiento, que tiene que ver con la agencia femenina y el divertimento. El título también ofrece cierta información. Los temas a abordar son generalmente sorpresivos, nadie sabe lo que va a pasar exactamente, ni yo, a pesar de que tenga un guión predeterminado.
¿Quiénes son tus performers de referencia? ¿Alguno de ellos, tu contacto personal o la apreciación de su obra, decidió que vayas por ese camino del arte?
Son muchos: Orlan, Joseph Beuys, Olivier De Sagazan, Marina Abramovic, Rebeca Horn, Piotr Pavlenski, Adrian Piper, Regina José Galindo, Hermann Nitsch, Rocío Bolíver, Vito Aconcci, Guillermo Gómez Peña, Ana Mendieta, Tania Bruguera, Carlos Martiel, y otros cientos de artistas del performance, grupos, colectivos artísticos que me han hecho dilucidar entre lo que quiero y lo que no quiero en mi obra. En un punto, a inicios de mi trabajo, me sentí muy atraída por la obra de la Abramovic, pero entendí que hay que separarse de los paradigmas. Seguir fervientemente a un artista puede contribuir a la construcción de dogmas en el arte, a limitar el pensamiento crítico, sofocar la experimentación y crear una falsa sensación de autoridad. Creo que cuando nos volvemos seguidores de las ideas de un artista, sin llegar a cuestionarnos sus métodos, caemos en un estancamiento intelectual. El verdadero progreso en el arte se produce cuando los artistas están dispuestos a cuestionar el statu quo y explorar nuevas posibilidades.
¿Te preparó la academia como performer? ¿Es una asignatura curricular?
La academia nunca me preparó como performer. Di con esta actividad artística en una clase de Historia del Arte en la que me tocaba investigar sobre Marina Abramovic. Yo creo que uno de los grandes errores, tanto de la academia como de la universidad, es que no exista una asignatura en el plan de clases que le dedique tiempo al estudio de esta manifestación, como se hace con la escultura, la pintura, el grabado, la fotografía, el vídeo… Siempre tendrás que estudiar e investigar por tu cuenta, pero necesitamos personas que nos señalen el camino.
¿Descartas que alguna vez vuelvas a las llamadas artes tradicionales —pintura, dibujo, escultura— para alternarlas con las performances?
No descarto que pueda regresar en algún momento a lo que llaman medios tradicionales, aunque no estoy de acuerdo con el término, porque la performance, por ejemplo, también trae consigo una tradición llena de referentes y modos de hacer. Como artista, hago lo que sea necesario por lo que demanda la pieza. Si tengo que aprender a bordar, aprendo; si tengo que estudiar física cuántica, la estudio; y si debo inventar toda una historia, crearme un cuento sobre algo para llevarte a mi punto, miento. El arte, en su esencia, miente; nosotros, los artistas, somos maestros del engaño, pero no un engaño que busca ocultar la verdad, sino uno que la reinterpreta y la revela desde otra perspectiva. Como vamos comprendiendo en el proceso de aprender el arte, este es un constructor de realidades alternativas, un mundo en paralelo donde la cotidianidad se transforma en un escenario de reflexión, en el que lo conocido se torna extraño, y lo ordinario se convierte en extraordinario.
¿Has hecho happening? En caso de que no, ¿lo harías?
Las diferencias entre performance y happening no son absolutas, y existen muchos momentos en mi obra donde los límites se desdibujan. Varias performances incorporan elementos de improvisación, mientras que algunos happenings pueden tener una estructura más predefinida.
¿Cuáles son tus proyectos inmediatos?
Por ahora me centro en seguir haciendo arte, estudiar, inscribirme en la maestría de la Universidad de las Artes lo más pronto posible. También tengo proyectos relacionados con la música y estoy escribiendo un programa de performance para proponerlo como taller opcional en el Isa. Me siento en la obligación de resarcir un poco lo que me ha brindado la escuela y seguir creciendo mientras ayudo a artistas más jóvenes que, como yo, están interesados en esta manifestación.
¿Cómo te imaginas de aquí a diez años?
El futuro es ahora. Lo único que tengo claro es que estaré haciendo arte, da igual el escenario en el que me encuentre. Quizás en ese momento tenga mi residencia para artistas de performance, donde podamos colaborar con performers de otros países, pero, sobre todo, me veo creciendo como persona, sorprendiéndome a mí misma y a los demás con cada nueva obra.
¿A quién he entrevistado, a María Lourdes, a Mary Ló, a La Cuqui de Cuba o a Mirlo?
A todas. En este caso consensuamos las respuestas. ¿Ha quedado clara la deuda de gratitud que tenemos las cuatro con Omar Estrada? Fue muy generoso con su tiempo y con la trasmisión de sus conocimientos. Trabajamos muchas horas hombro con hombro para que la tesis resultara un éxito. Aunque resulte redundante, pon ahí que le estaré eternamente agradecida.