Anette Raíces Cruz (La Habana, 1997) es diseñadora graduada del Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDi). Sin decidirse aún a tomar el ejercicio de la fotografía como una herramienta más para su trabajo de diseñadora o asumirla en toda su jerarquía artística, va logrando imágenes ciertamente valiosas, desde el punto de vista estético. Ha incursionado en el paisajismo, el retrato y la foto documental y de espectáculo, una pequeña muestra de lo cual ha accedido a poner en consideración de los lectores de Ojo al visor. Ella se cuenta así:
“La fotografía empezó a interesarme por influencia familiar. Mi padre era un entusiasta de tirar fotos, y en cada momento de su vida tuvo una cámara para poder captar las cosas que pasaban a su alrededor que, por lo general, tenían que ver con nuestra familia, y en especial, con mi hermana y conmigo.
“Cuando empecé a estudiar Diseño, él me regaló la matrícula a un curso de fotografía, que en aquel momento estaba impartiendo el profesor, artista y fotógrafo Yuri Obregón; estaba emocionado por la posibilidad de que aprendiera debidamente sobre ese arte para poder usarlo como herramienta y poder, además, alimentar ese hobby que adquirí gracias a él y que él, a su vez, adquirió gracias a su padre.
“Desde entonces, utilizando también la experimentación con la cámara como ejercicio de práctica, la llevaba a todos lados y fotografiaba, al igual que mi papá, lo que me rodeaba.
“Tenía alrededor de 20 años cuando conocí a un grupo de jóvenes que me introdujeron en la vida “bohemia” y cultural de La Habana. Ellos fueron objetos de mis primeras fotografías, con las que aprendí a manejar la cámara y a editar las imágenes. Gracias a ellos conocí a músicos, en aquel momento emergentes, como Cimafunk, Erick Méndez, Teamglao, Escala de Grises… y, entre los más importantes, a Jorgito Kamankola. Después de coincidir varias veces con Jorgito y hacerle algunas fotos por puro entretenimiento, él se interesó por mi trabajo y comenzó a llamarme para que fotografiara tanto sus conciertos como los de los demás artistas que lo rodeaban.
“Así aprendí mucho, y casi me especialicé en fotografía de conciertos, aunque también he tenido trabajos como fotógrafa para escaladas deportivas, bares, bodas, quinces y hasta de recorridos históricos por la Sierra Maestra y la provincia Granma.
“Poco a poco, más que fotografiar por pura afición lo que estaba a mi alrededor, la fotografía se fue convirtiendo puramente en una herramienta del trabajo de diseño; sin embargo, siempre trababa de fijarme en detalles que pudieran resultarme interesantes, independientemente del encargo del cliente para el que trabajaba.
“Con la llegada de la pandemia, me quedé prácticamente sin trabajo como fotógrafa. Tuve que adaptarme y trabajar en otros sectores de mi carrera. También desapareció casi por completo la actividad cultural que siempre me motivaba a llevar mi cámara a todas partes.
“Ahora la fotografía ha vuelto a formar parte de mí como una pasión más que como un ‘trabajo’, y suelo llevar mi cámara conmigo en determinados momentos solamente. “Pienso en un futuro cercano pasar cursos más avanzados sobre el uso de la fotografía como expresión artística, y quizás retomarla con la misma motivación de hace seis años, cuando empezaba a conocerla de manera profesional.”
Sobre la serie Bolivia
“Estas fotos fueron tomadas durante mi primer viaje al exterior, a Bolivia, un país que contrastaba altamente, tanto en geografía como en su población, con Cuba.
“En medio de un paisaje árido y de altiplano, en la zona del desierto entre Uyuni y la frontera con Chile, emerge majestuoso un volcán, cuya laguna de oxidación alberga una vibrante cantidad de flamencos y otras especies de aves. Este escenario desértico difiere del clima tropical de mi país natal, y me llegó como metáfora de las diferencias culturales entre ambos lugares.
“Al retratar este paisaje, me vi reflejando mi búsqueda de empatía con lo inesperado, con la esperanza de encontrar conexión y acogida en un entorno tan distinto. Este oasis con color y vida en medio del desierto se convierte en un recordatorio visual de la posibilidad de alejar la nostalgia por lo que dejaste atrás, sumergida como estaba en la gente y costumbres de un nuevo país, en todo diferentes a los míos”.
Mi padre
“La historia detrás de estas fotos de mi padre se enraíza en la evolución de su relación con su mascota. Los lazos se fortalecen tras la recuperación milagrosa de la entonces cachorra, que había sido diagnosticada con un parvovirus terminal al momento de ser rescatada de la calle.
“Las imágenes buscan ilustrar cómo la perrita no es solo una compañera, sino casi otra hija y un cómplice incondicional para mi padre. Pretendía capturar momentos de ternura, complicidad y cuidado mutuo, queriendo resaltar una conexión que va más allá de la relación convencional que se entiende entre mascota y persona. Me sirvieron para revelar y documentar el profundo cariño y lealtad que brindan consuelo a la soledad y tristeza que mi padre llevaba en secreto.