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Karla González Horta (Matanzas, 2000) labora como especialista en el Consejo de las Artes Pásticas y en la Galería Génesis, de su ciudad natal. Ha completado la carrera de Gestión Sociocultural para el Desarrollo en la Universidad de Matanzas este año. A pesar del poco tiempo que lleva dedicada a la fotografía como medio principal de expresión artística, ya muestra resultados notables en distintos estilos, los que hasta el momento van desde la imagen construida con medios electrónicos, hasta las fotos de estudio, pasando por la de función documental o de calle.
Hasta el momento ha realizado cinco muestras personales. Estas son: Entre la piel y el vacío, 2023 (Acaa, Matanzas); Sempiterno, 2024 (Galería Génesis, Matanzas); Virago, 2024 (Uneac, Matanzas); Meliorismo, 2024, bipersonal con Denny Santana (Oficina del Conservador de la Ciudad, Matanzas), e Inmigrante, 2024 (Bar Galería Artys, Matanzas).
Entre otros reconocimientos, ha obtenido la beca de creación temporal del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (2023), el premio de la filial de Artes Plásticas de la Uneac en el Salón de aficionados de la ACAA (2024) y Beca Witness (2025).
Hechas las presentaciones formales, le cedemos el espacio para que se presente y muestre parte de su obra.

Puentes entre lo cotidiano y lo extraordinario
Comienzo en el mundo de la fotografía de manera inesperada. Mientras cursaba la carrera de Gestión Sociocultural para el Desarrollo, las prácticas académicas me llevaron a participar en el proyecto “Maravillas de la iinfancia”. Allí, entre juegos y talleres comunitarios, descubrí que las imágenes podían ser testigos silenciosos de historias que de otro modo quedarían en el olvido.
Era una invitación a capturar la esencia de un momento: la risa de un niño al recibir un regalo, la mirada de una madre al observar cómo su hijo se abre al mundo. Fue entonces cuando tuve mi primera cámara —un regalo especial de mi madre— y comprendí que mi curiosidad por el arte visual había mutado de simple pasatiempo a una vocación.

Para comenzar en este camino, matriculé en cursos impartidos por la Asociación Cubana de Artesanos Artistas de Matanzas, bajo la tutela de dos figuras claves: Ernesto Cruz y Julio César García, de los cuales aprendí a ver más allá del encuadre, a identificar las problemáticas que laten en nuestra sociedad y a usar la fotografía como medio para darles visibilidad.
Este período fue fundamental para definir mi visión artística.
Intento que mi lenguaje visual dialogue con la realidad e invite al debate. A partir de entonces, comencé a participar en salones provinciales y concursos fotográficos.
Los primeros reconocimientos hicieron germinar mi confianza, lo que me llevó a aceptar invitaciones para exposiciones colectivas en galerías.
El año 2023 marcó un hito decisivo. Mis trabajos comenzaron a exhibirse no solo en exposiciones colectivas o personales dentro de la provincia, sino también en la capital y más allá del país. Participar en espacios internacionales permitió la confrontación con diferentes audiencias y corrientes estéticas.
La fotografía es para mí un puente entre dolor y esperanza. Es una herramienta viva con la que expreso inquietudes personales. Los dilemas internos se traducen en imágenes que dialogan con el espectador.
Abro mi empatía hacia otros. Cuando observo el sufrimiento ajeno (dolor, angustia o desdicha), lo abrazo con mi lente y lo transformo en luz tangible.
Busco sentido en un mundo hostil. Es un rastreo de respuestas frente a las adversidades. Fomento relaciones humanas, comparto mis visiones con amigos y familia para fortalecer los vínculos y también intento enseñar a mi hijo que lo sencillo puede ser extraordinario cuando lo miramos con ojos curiosos.
Este enfoque me permite ver “donde nadie ve”, y revelar capas invisibles de realidad cotidiana; también documentar vidas, fragmentos eternos.

La fotografía, además, funciona como archivador personal. Capturo momentos cotidianos con mis seres queridos. Registro eventos que quedan grabados en la memoria colectiva. Dejo una huella visual del legado cultural que compartimos como familia. Así, guardo “una parte de lo que somos” para futuras generaciones.
Referentes artísticos tengo muchos. Ellos son Kara Walker, Nan Goldin, Tina Barney, Marta Sanz, Ansel Adams, Dorothea Lange, Henri Cartier-Bresson, Sebastião Salgado, Vivian Maier, Graciela Iturbide y Raúl Cañibano. Sus obras son puertos seguros donde carenar constantemente para estudiar técnicas nuevas y profundizar mi propio lenguaje.
Mi familia es una comunidad de músicos. Piano, violín y canto son los instrumentos con los que crecí. Ese arte moldeó mi sensibilidad estética antes, incluso, de descubrir la fotografía.
Aunque estudié música, nunca encontré plena satisfacción hasta hallar la fotografía como medio definitivo para expresar quién soy realmente.
Mi trabajo se ha desarrollado, principalmente, entre las modalidades de fotografía conceptual/artística, donde juego con símbolos y metáforas visuales; e instalaciones para crear entornos inmersivos que invitan al espectador a participar activamente.
Ahora deseo incursionar también en la fotografía documental, manteniendo siempre el énfasis en la vejez, capturar arrugas como constelaciones narrativas; la niñez, para reflejar promesas invisibles y pureza emocional; expresiones humanas auténticas que se expresen sin filtros ni artificios.
El objetivo es seguir construyendo puentes entre lo cotidiano y lo extraordinario, entre lo visible y lo invisible, ofrecer visiones que inspiren reflexiones profundas.
Las series
Vestigios nace por la necesidad de dar visibilidad a las problemáticas que azotan mi país: su deterioro, el olvido y el amor a la nación que nos cobija. Es una denuncia, no solo desde una visión política, sino también social; el cuestionamiento de cada uno como ciudadano, el anhelo de recuperar lo que una vez nos caracterizó.
Sempiterno es un proyecto importantísimo para mí, porque documenta una etapa de mi vida muy difícil: el cáncer de mama que sufrió mi madre, y que repercutió no solo en su vida, sino también en la forma de pensar y de actuar de mi familia, yo incluida. Registro desde mis memorias ese proceso, su muerte y el significado que tuvo para mí el trágico suceso.





Alegorías de una infancia es, posiblemente, el conjunto mas personal, y el que más me llena de satisfacción. Está concebido como un ejercicio creativo a largo plazo para documentar la infancia de mi hijo y la vida de los seres que lo rodean.


In-yo es una colección que desarrollé para la muestra colectiva Tiresias, espejo y sombras, de la mano del proyecto “Mujer y sociedad”. Indaga en las identidades y las problemáticas sociales, sobre el género y las diversas expresiones de la sexualidad que se reconocen en la actualidad.

Virago marca el inicio de mi carrera. Es lo primero que expongo en una galería y en la que mi trabajo fue cobrando un enfoque mas personal. Trata la temática de género, pero no solo desde las sombras y el desconsuelo, sino también desde la fuerza interior y la resiliencia. La serie surge durante la pandemia de la COVID-19, en pleno proceso de gestación de mi hijo.




Cuba, La Habana, la fe y su gente es un work in progress. Es resultado del trabajo desarrollado durante la beca Witness en la documentación de las procesiones de la Virgen de Regla, la Caridad del Cobre y el Cabildo de Regla. Mi aspiración es continuar indagando en esa dirección, la espiritualidad y las creencias de la gente, en Matanzas y en tantos lugares del país como sea posible.










 
			 
                                                                                                                                                                                                            
 
		














