Sandra Rossi Brito (La Habana, 1967) es, además de fotógrafa, filóloga, licenciada en Letras Clásicas y editora de textos literarios, oficio que practica de modo independiente. Fue profesora auxiliar en la Universidad de La Habana, donde impartió Gramática española y Redacción y estilo.
Ha recibido en La Habana cursos y talleres de introducción a la fotografía digital (2023), historia, técnicas y géneros de la fotografía (2023), la fotografía de aves (2024), ensayo fotográfico (2024) y fotografía con celular (2024).
Entre las más de veinte exposiciones colectivas en las que ha participado, destacan La imagen olvidada, Centro Provincial de Artes Plásticas y diseño, 2023; XVII Salón de arte africano Wemilere, Galería Concha Ferrant, 2023; VII Salón de fotografía del cuerpo Herman Puig, Galería Mariano Rodríguez, 2023; Pensamientos en La Habana, las calles de Lezama, Pabellón Cuba (2024); Descoloquen, Galería Instantánea Prisma (virtual), Gijón, España, 2024; y IX Salón de fotografía de arquitectura y patrimonio construido, Unión de Periodistas de Cuba, 2025.
Así Sandra Rossi se cuenta y nos cuenta:
“La fotografía, de algún modo, ha estado presente en mi vida: mi padre biológico fue fotógrafo; un casi tío, Ángel Herrera, hizo siempre de mis fotos de cumple y excursiones una fiesta; en la historia familiar hubo varios amigos fotógrafos, como José Luis Llerena, historiador de Guanabacoa. Con uno de esos amigos, por cierto, tuve mi primer acercamiento a términos algo técnicos cuando yo tenía apenas doce años. Puedo decir, entonces, que crecí escuchando la palabra foto con bastante frecuencia. Todo esto parece haber condicionado que buscara en el lente la manera de canalizar un rasgo de mi personalidad que debo reconocer es obsesivo: compartir con los demás todo lo que observo a mi alrededor.
“Sin embargo, durante mucho tiempo no tuve a mi alcance una cámara con la cual capturar esos momentos efímeros. Un móvil ‘asequible’ y con buenas prestaciones vino a salvar esa carencia hace tres años. Casi al unísono, los azares de la vida hicieron que estrechara vínculos con el excelente fotógrafo Enrique Bejerano, lo que dio inicio a una importante etapa de aprendizaje que perdura y traduce la pasión por el clic y la naturaleza en una búsqueda más seria y orientada a otras narrativas.
“Hoy, ya con cámara y la convicción de que todos los días hay un mundo por aprender y aprehender, la fotografía se ha convertido en el medio de expresión esencial de mis vivencias, recuerdos y cuestionamientos. Es el lenguaje que me permite contar historias, experimentar, mover los gustos, propiciar rupturas de sistema, provocar y sentir emociones, susto, asombros, disfrute, reflexión, inquietudes… Veo en ella la forma de movilizar mis pensamientos y los de otros. Es un código que me funciona al máximo para poner de manifiesto la relación entre contexto, entorno o realidad ‒como quiera decirse‒ con el mundo interior, introspección o subjetividad, tanto mías como de los actores presentes en rostros de mis instantáneas o sugeridos en conductas reflejadas.
“Por lo pronto, no me defino por un género específico, quizás porque todavía falta mucho por andar y descubrir(me); pero sí tengo claro que no quiero encasillamientos en un tema particular. Necesito sentir con la misma intensidad tanto aquellas imágenes que documentan mi realidad: las que me regalan la calle, la arquitectura, el retrato, la naturaleza; así como las que me ofrece la experimentación con lo infinitamente pequeño de la macrofotografía, con las abstracciones que se generan de texturas, formas, contrastes de luces y sombras, o con la línea más conceptual, cuya puerta abierta agradezco al proyecto Mujer Sociedad y a Alay Fuentes. En todos estará, de alguna manera, mi mundo interior inmerso en el entorno.
“He hecho muchas y buenas amistades gracias a la fotografía y he participado en varias exposiciones. Todo ello ha contribuido a mi formación y crecimiento. Pero la mayor satisfacción radica en ver cómo otras personas disfrutan y piensan mis fotos.”
Mostramos aquí una selección apretada de su sus fotos más reciente. En cada caso, ella nos da las claves para la mejor comprensión de su trabajo.
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Esta foto juega con esa ambigüedad que resulta de nuestras eternas contradicciones, con el desamparo de un vacío que tratamos de llenar compulsivamente y que nos engulle a nuestro pesar desde cualquier dirección, con la eterna ansiedad de saber qué hay detrás de ese fino borde que es nuestro límite. Por ahí va también mi sensación, que a ratos busca asidero en la ilusión de seguridad de una escalera sin principio ni fin.
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Pertenece a la serie del mismo nombre, y constituye un importante punto de partida para una narrativa más seria en mi camino artístico.
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Sugiere desde la imagen de un árbol la representación de Osaín: dueño absoluto del monte, portador de los misterios naturales y fuente de vida. Fue premio en el salón de artes visuales del Festival de Raíces Africanas Wemilere.
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También es una fotografía de naturaleza con el uso de la modalidad macro, y desde esta experiencia se alude a un discurso sensual. Fue mención del Salón de arte erótico.
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Fotografía conceptual que pertenece a la serie “Continuidad”.
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Cogito ergo sum es una serie en proceso. La conforman autorretratos nacidos de esos instantes de introspección necesarios y en los que partes del cuerpo o sus reflejos se erigen en desencadenantes visuales de la experiencia reflexiva y su resultado, suave o catártico, pero siempre enfocado en el camino.
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Ciudad Maravilla es una serie no cerrada, y cuenta con el mayor número de imágenes que responden tanto a fotografía callejera como a temas de arquitectura o retratos. Todas dedicadas a mostrar una Habana maravillosa aún por sus valores y belleza, en contraste con la ruina material y espiritual cada vez más galopante. Forma parte de esta serie el ensayo fotográfico dedicado a Riomar.
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Candor y pimienta es una serie también abierta que está dedicada a los niños, tanto en retratos como interactuando con su entorno. Su alegría, ternura, naturalidad e inocencia.
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Todo el que cree, también piensa es una serie cuyas fotos intentan atrapar la devoción y espiritualidad de los que, de una u otra manera, cultivan alguna creencia religiosa. Fueron tomadas en procesiones, en el Santuario del Rincón y en las calles de La Habana. En ellas están representadas todas las generaciones y aluden a la diversidad y la fe como eje de unión.
Muchísimas gracias a OnCuba y a Alex Fleites Rodríguez por esta gentileza. Dedicar un espacio en su columna a mi labor fotográfica me llena de alegría y constituye un incentivo para seguir trabajando.