El trabajo artístico de Villalobo 1 plantea a la crítica normativa no pocos problemas. Pareciera que su obra aspira a una atemporalidad inasible, aunque se inscribe en la más reconocida tradición artística, desde las cavernas hasta hoy. Parodia, cita con reverencia, asume códigos codificados de antiguo, en un arranque de modernidad liberadora. El caso es que cada día Villalobos, según sus propias palabras, “juega a ser pintor”. Un juego en el que vale todo en cuanto a técnicas, temáticas, estilos y propósitos que, si bien no siempre se cumplen, son el impulso inicial para un hacer que emprende con la disciplina de un monje y la irresponsable alegría de un niño.
Villalobo es un cosmos, un torrente, una expresión fragmentaria que participa del gozo del dibujo minucioso y el color restallante de cada momento. Es, a mi modesto entender, el más posmoderno de los artistas cubanos. Y esto se da desde los inicios de su carrera, cuando la posmodernidad ni siquiera era un concepto evanescente.
Para el poeta gallego Méndez Ferrín, Villalobos está “impregnado de verbo y traspasado de discurso”. 2 El catalán Pere Gimferrer destaca en su obra el acto perenne de situar “lo ceremonial frente a lo profanatorio”. 3 Mientras que el cubano Rufo Caballero pensó que nuestro entrevistado “comparte con Picabia la locura de levantarse cada día con una proposición estética distinta.” 4
Villalobo ha dicho de sí mismo: “Creo por una necesidad espiritual. Porque el arte, como las matemáticas, son las más bellas y poderosas creaciones del espíritu del hombre. Y porque cada forma limita lo ilimitado y enmarca la inmensa complejidad de la percepción de la realidad y de su estructura. Porque como escribió Lao Tse: ‘todas las cosas en el mundo se originan en el ser, y este viene del no ser’ y ‘la existencia se abre de maravilla en maravilla’. Porque la belleza no se puede separar de lo eterno es que procuro crear.” 5
Con más de cuarenta exposiciones personales repartidas entre Cuba, España, Canadá, Francia y Alemania, en noviembre próximo el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, de La Habana, acogerá la muestra antológica de Villalobo “El misterio del eco” (título provisional), la más completa exhibición que se haya hecho nunca de su obra, pues abarca piezas creadas desde 1975 hasta la actualidad. Una ocasión para no dejarla pasar. Y, mientras tanto, vamos avanzando fragmentos de una conversación que seguirá nutriéndose con nuevos proyectos, nuevas ensoñaciones, nuevos encuentros.
Eres de Cumanayagua, modelo 1956. ¿Cómo, cuándo, dónde comenzaste a relacionarte con las artes visuales?
Desde la infancia me gustaron siempre las ilustraciones de los libros y revistas; me pasaba el tiempo recortando y pegando esas imágenes en mis libretas, las que por desgracia no he conservado. También desde niño he mantenido un asombro y admiración constante por la naturaleza: me evadía en la contemplación de los árboles, los animales, las aves, las personas y, sobre todo, los espacios, las distancias; el espacio siempre ha sido un misterio que me persigue. Pero la fuente de la que ha germinado todo lo que soy es mi madre. Crecí escuchándola hablar de mis abuelos, del rosal y del jardín de la abuela. Soy toda su voluntad, necedad, sacrificio, arropado por la sencillez y humildad en lo cubano.
¿Qué representó La Habana de tus años de formación?
La Habana fue y sigue siendo para mí esencial, me emociona, me fundamenta, vibra en mí cada esquina, cada atardecer en el malecón, que contiene los ecos visuales y todos los misterios entre el mar y la isla. En el malecón comienza y culmina una parte de mi ser capitalino en los años en la ENA y en el ISA 6. Esa época fue la mejor de mi vida. Entonces, todo —música, danza, teatro, ballet, pintura, escultura, grabado, poesía, filosofía— era uno.
Vivía en la capital, pero era como si estuviera en Topes de Collantes. Esas manifestaciones eran la unidad de una significación que para mí fue poética y original. Me deslumbró la arquitectura del conjunto donde se impartían las especialidades, y el entorno, la flora, con su río. Hice amistades con otros estudiantes y con algún que otro profesor, pero siempre fui un activo huidizo, errante en el sentido de ser libre. En la ENA encontré esa amplitud creativa, esa inmensidad donde desplegar mi libertad y mi creatividad, siempre procurando estar en el anonimato. Fui libre y estuve rodeado de otros errantes. Juntos compartíamos nuestras visiones de la vida, nuestras maneras de entender y ser, mientras me iba quedando prendado del canto del modelado, del dibujo y del color.
Describe brevemente tu paso por la enseñanza artística. Profesores y alumnos memorables.
Me matriculé en la ENA, en la especialidad de escultura. Tuve buenos profesores, sobre todo recuerdo a Osneldo García, Pancho Antigua, Moret, Armando Fernández, Sergio Martínez y a Nodarse.
Con Osneldo, al principio fue difícil, pero luego nos hicimos amigos, hasta sus últimos días. En la ENA trabajábamos con una maestra americana que impartía clase de danza. Nosotros éramos los que realizábamos las escenografías y los trajes del grupo. La profesora se llamaba Lorna Burdsal. Tenía un tablado en su casa, donde hacíamos parte de los ensayos; y cuando no se podía, ensayábamos en casa de Osneldo. Fue una época muy linda, que me llevó a un encuentro conmigo mismo. Con Ángel Trenard y Carlos González, formé parte de un trío muy acoplado y querido por los profesores. Trabajábamos mucho. Después apareció otro gran maestro, Sergio Benvenuto, que dejó una huella profunda en los alumnos de pintura y grabado.
Por aquel entonces, comenzó mi obsesión de dibujarlo todo; guardo cada una de las libretas de apuntes, que son muchas, y las que también utilizaba como diarios, algo que todavía continúo haciendo.
También comencé a ir a las clases de pintura que impartía Antonio Vidal, otro grandísimo artista, maestro y, sobre todo, amigo. Muchas veces me escapaba para asistir como espectador a sus clases, en las que participaban alumnos como Ricardo Brey, Emilio Rodríguez, Eduardo Ponjuán… Comencé así mis primeros trabajos de pintura. En aquel momento vivíamos en residencias magníficas del reparto Siboney. Me las arreglé para tener un cuarto para mí solo; ahí pasé horas trabajando.
Trabajaste como docente en los tres niveles de las artes plásticas en Cuba. ¿Es esa una labor que te complementa como artista? Señala dos o tres artistas notables que hayan recibido clases de tu parte.
Ejercer de docente es una necesidad, pero no una necesidad continua, porque lo primero es mi obra, la realización de mi obra; en eso siempre he sido egoísta. Pero la docencia me permite transmitir, modestamente, lo que he aprendido, tanto de teoría como de práctica del oficio. Creo que es la necesidad de la comunicación lo que me mueve, no solo de mí hacia los alumnos, sino también de los alumnos hacia mí; los estudiantes siempre me aportan. También soy el que aprende de ellos. De entre mis alumnos puedo citar a Carlos Cárdenas, Glexis Novoa, Kcho, Waldo Saavedra, Segundo Planes, Ricardo Silveira, Sandra Ramos, Alejandro Alexis García, Aldito Menéndez, Ivone Ferrer, Jorge Mata, Carlos Quintana, Abdoulaye Konaté y Tania Bruguera.
Es difícil agrupar tu obra bajo un rubro o corriente estética específica. Revisando tus catálogos uno llega a pensar que se trata de un artista diferente en cada uno de los períodos. ¿Es el eclecticismo estilístico resultado de búsquedas? ¿Te molesta que te llamen ecléctico?
Mis obras publicadas en catálogos son el resultado de muchos dibujos e investigaciones, bocetos e ideas; cada serie tiene tras de sí el misterio oculto de abundantes libretas de apuntes. No me interesa el eclecticismo. Carracci, por ejemplo, es continuador de Antioco de Ascalón, vivió en los cambios entre el manierismo y el incipiente barroco y mezcló varias fuentes, pero no creó un estilo, a eso me refiero al hablar de eclecticismo.
Me identifico filosófica y poéticamente con Fernando Pessoa, creo en su poética y en su manera de ver y reflexionar sobre la existencia. Pessoa dice: “El poeta es un fingidor” y personalmente no veo diferencia entre la poesía y la pintura. Todo es una simulación, una ficción sobre uno mismo. La pintura es una revelación de mi carácter fragmentario. En esas ficciones están todas mis circunstancias visibles e invisibles.
Me gusta mantenerme a cierta distancia para poder abordar la realidad desde otras dimensiones; eso es parte esencial de mi búsqueda artística, donde está todo el espacio de mis metáforas y símbolos, es el mestizaje del intelecto con mi alma, es ese “yo es otro” de Rimbaud, son los heterónimos de Pessoa. Lo primordial es la resemantización, no el eclecticismo, ni el reciclaje. En el año 1990 redacté mi primer manifiesto, donde me dividía en un grupo compuesto por cuatro heterónimos: Nelson, Villa, Lobo y el Otro, que crean el grupo Ruptura, en el cual lo primordial es pintar y pintar bien. Más adelante, en 1993, redactamos un segundo manifiesto de R, firmado por Nelson, Villa, Lobo y Ferrer. El grupo, hasta el momento, se ha mantenido con estos últimos heterónimos.
¿Cuáles son tus motivaciones para hacer arte? ¿Cómo te acercas al hecho creativo? Alguien dijo que los poemas no se terminan, sino se abandonan. ¿Cómo sabes cuándo una obra está lista para salir al mundo?
Estoy atrapado por el color, por el diálogo y el volumen. El arte es un juego peligroso, poblado de un exterior de fatalidad, y te puede llevar a ser víctima del mercado. Es, entonces, cuando se marcha de tu hombro la otredad creadora, te quedas sin nada, sin territorio y sin ti mismo.
Por eso trabajo todos los días con el entusiasmo del niño de Cumanayagua que recortaba y pegaba imágenes. Mis fracasos son míos, los he escogido yo, son lo que quise y quiero vivir, nada me pesa. Sigo pintando, instalando, esculpiendo y, sobre todo, dibujando, como también sigo corriendo, paseando, amando, queriendo como esposo, padre y amigo. Incluso, cuando el arte no me lo permite, tomo el sol.
No tengo motivos, tengo sueños; esos sueños tienen un orden u otro, en ellos las imágenes ocurren a una velocidad vertiginosa, de ahí mis maneras fragmentarias.
A la poesía o a la pintura uno nunca las abandona, es totalmente lo contrario: son ellas las que te abandonan. Si el canto de la imagen y del verso te dejan es horrible, llega la angustia, se termina la hazaña… Eso le pasó a Rimbaud. Pienso que hay que hacer como Huidobro: “digo siempre adiós y me quedo”. Y en ese quedarse están todos los universos, es como el centro de todo lo que se mueve, se está en todas partes. Estoy en todas partes, con mi ironía, con mi humor, con mi imaginería y mis fragmentaciones.
Hablemos de algunas exposiciones tuyas que consideres muy relevantes dentro de la lógica de tu trabajo.
La primera: Retrato, en la Galería L, enero de 1984. Para esa muestra retraté a lápiz, carboncillo y pastel a los amigos de la beca. Era mi propuesta como dibujante. Recuerdo que me preguntaban si yo había estudiado en la antigua Unión Soviética, porque en 1981 y hasta finales de los 80 solo se hablaba del Grupo Volumen 1. Fue criticada e incomprendida, y también ignorada por la crítica; pero, como siempre, hice lo que quise y cuando quise, como sigo haciendo ahora lo que quiero y cuando quiero.
La segunda: Asemblajes y dibujos, marzo de 1991, en la Galería de los Vitrales, del Fondo Cubano de Bienes Culturales, dónde se mostró por primera vez parte de los ensamblajes realizados entre finales de 1984 y comienzo de 1985. Las considero piezas importantes, adelantadas para lo que se estaba realizando en la isla en esa época. Creo que esos ensamblajes son la continuidad de los ensamblajes de Ñica…7
Mientras todo el mundo miraba hacia Joseph Boys y Jonathan Borofsky, no se fijaban tanto en los maestros de la Isla como Antonio Vidal, Osneldo García, Umberto Peña, Wifredo Lam, René Portocarrero, por sólo citar algunos. Yo me preocupé por sus obras y por ser amigo de algunos de ellos. De estos maestros recibí lo mejor del alma cubana, un todo que a su vez se mezcló con lecturas de poesía y filosofía, en especial del poeta Ángel Escobar, a quien corresponde el primer ensayo sobre mi obra. Fue Ángel el que entendió mi propuesta en el arte como concepto de quehacer cambiante.
La tercera es Pinturas, 2007, en el Museo Casa de las Artes, en la ciudad de Vigo, España. A lo largo de 20 años he mostrado mi obra tres veces en este excelente museo. Me da la posibilidad de introducirme en el espacio e improvisar. Fue en este momento, cuando cumplía 50 años, en que me sentí pintor. Alcancé la meta que desde niño me había propuesto. Además, fue mi introducción al color. Desde entonces, es el color quien predomina en mi obra. La muestra estaba formada por cuadros de gran formato.
La cuarta es Blanquísima su presencia, 2020, en el Museo del Mar de Galicia. Fue mi primera muestra después de la pandemia. Además de la primera exposición artística en inaugurarse en España después del covid. Aquí, por primera vez, hicimos un recuento de mi recorrido desde 1995 hasta la actualidad, con lienzos, papeles y escultura. La exposición estuvo dedicada a la memoria de mi madre. En el centro de la sala, cinco obras de gran formato tituladas “El jardín de mamá”, llenas de color, se enfrentaban a otras cinco de mi serie de cabezas en el mar, dedicadas a la emigración, éstas en blanco y negro.
¿En qué momento está tu obra? ¿Por dónde andan tus búsquedas? ¿Cuáles son los proyectos que te planteas para los próximos años?
Como dijo de mi obra Pére Gimferrer, citando a Juan Larrea: “Lo imposible poco a poco se vuelve inevitable”. Es de esa sensación creadora, de constante caminar en lo imposible hasta hacerse visible, donde surge mi amor a la física y a la ciencia en general, con la que me identifico.
Como proyecto en los próximos años, no tengo si no la idea continuadora de seguir trabajando, creando en este único hilo que une la vida y la muerte. Las exposiciones que estoy planteando desde hace unos años, son de grandes dimensiones, y abarcarían varios períodos de creación con obras actuales.
En algún lugar has dicho: “En la poesía descubro misterios y reflejos de lo oculto. Para mí, pintar es poetizar, no veo diferencia entre la pintura y la poesía.” ¿Puedes abundar sobre este concepto? ¿Cómo llegas a la poesía? ¿Cómo ha sido tu frecuentación con los poetas? ¿Cuáles son los poetas a los que vuelves siempre? ¿Has “cometido” alguna vez poemas?
El pintar y el poetizar, usando las palabras del poeta Carlos Oroza, son “mi condena y mi salvación”; la pintura y la poesía me liberan de esos fardos insoportables que son la envidia, el odio, la hipocresía, la mezquindad, el rencor, todas armas de la frustración más categórica. Estoy unido a la pintura y a la poesía como lo estoy a mi sangre, me nutren, me salvan y me atrapan
El primer encuentro con la poesía fue en la ENA, en la clase de literatura con el maestro Orlando Alomá, que nos leyó “El hombre invisible” de Pablo Neruda. Y más tarde proseguí esos encuentros poéticos con mi hermano Ángel Escobar. En aquella época en la ENA yo era sobre todo oyente, quería empaparme de toda esa riqueza. Ángel era un gran lector. Recuerdo que Ricardo Brey me orientaba en novelas; Emilio Rodríguez, en lecturas sobre arte, y Escobar lo hacía en la poesía, me leía a Vallejo, a Neruda, a Hölderlin, Rimbaud, Lezama, Martí, Rilke, Borges, Darío… Y podría seguir y sigo, porque Ángel y yo leíamos y pasábamos mucho tiempo juntos; me descubrió a Lao Tsé, Juan Ramón Jiménez, Jorge Manrique, Blaise Pascal, Nietzsche, T.S Eliot, Quevedo, Poe, Walt Whitman, Benedetti, Kierkegaard… Todas estas revelaciones instauraron en mí el amor a la literatura y a los libros. Hoy día tengo una biblioteca con unos 6000 ejemplares. El primero de ellos es un diccionario que me regaló mi madre y al que Ángel nombró “Lomo de buey”, y que todavía conservo.
Cuando compré mi casa en la Habana, a finales de los 80, Ángel venía los fines de semana y nos encerrábamos en la biblioteca a leer y conversar, de sus propios poemas y de otros poetas; fueron momentos enigmáticos, que surgían de la forma más natural en nuestros encuentros.
Al viajar a España 8, el puente que me mantuvo en contacto con la Isla lo formaban Rito Aroche y Caridad Atencio, y el grupo de poetas de aquella época.
La de los poetas siempre ha sido en mí una presencia importante, diría que más importante que la de los artistas plásticos. En España realicé ediciones de algunos poetas, entre ellos Ángel Escobar, Caballero Bonald, Carlos Oroza, Ignacio Gómez de Liaño, X. L. Méndez Ferrín, Antonio Fernández Molina… y he tenido como amigos a todos ellos y a otros más, como Enrique Juncosa, Pere Gimferrer, Francisco Ferrer Lerín, Fernando Arrabal… Y cada uno ha escrito sobre mi obra, lo que me honra y enorgullece.
Desde hace muchos años vivo a caballo entre Cuba y España, y sigo con los encuentros habaneros con los poetas y artistas. Como dice Borges, ahora más que leer, releo y vuelvo a disfrutar de la poesía una y otra vez; algunos de los poetas a los que más regreso son Fernando Pessoa, José Lezama Lima, Ángel Escobar, José Martí, Pablo Neruda, Francisco de Quevedo, Carlos Oroza, Octavio Paz, Paul Valery, Virgilio Piñera, Friedrich Hölderlin, Rainer María Rilke, Arthur Rimbaud, Luís Rosales, Antonio Machado, Omar Khayyam, San Juan de la Cruz, Vicente Huidobro, Jorge Luis Borges, y tantos otros. Incluso, en este regreso a la isla, también he conocido, de la mano de mi amigo y poeta Javier Villaseñor, a la poesía mexicana, aunque siempre fui un enamorado y lector de Juan Rulfo.
De vez en cuando me asalta la inspiración poética y escribo algunos versos en mis diarios, también con mi hija, la poeta Daisy Villalobos Leal, jugamos con la poesía, leyendo versos como un cadáver exquisito literario. Con ella he realizado hace poco un poemario que hemos llamado “Vuelo sin fin”, ha sido un proyecto muy lindo, realizado a distancia: ella desde Vigo y yo desde la Habana. Estamos en búsqueda de una editorial para publicarlo.
Llevas muchos años viviendo entre España y Cuba. ¿Cuánto te ha enriquecido el ambiente cultural de nuestra antigua metrópolis, cómo te has insertado en el sector artístico? ¿Qué vínculos mantienes con el arte cubano?
Realmente mi vida ha transcurrido entre Cuba y España. Tengo en estos momentos 65 años, los primeros treinta los viví en la Isla y los otros en España. Aunque durante estos últimos 7 años estoy mucho más tiempo en La Habana.
No puedo hablar solamente de lo que me ha aportado el arte en España, pues he tenido la posibilidad de visitar y revisitar muchos museos en Francia, Inglaterra, Alemania, China, Rusia, Portugal… Todos estos lugares (museos, centros de arte, colecciones particulares) me han dado una identidad incorporada al diálogo fecundo y fragmentado que tengo de ver y sentir el arte. A partir de estas visitas se ha creado en mí una complicidad de felicidad entre los museos que convocan mis maneras fragmentadas en un “ordenamiento de lo invisible”. Comencé a cobrar una sorprendente claridad que se dilataba más allá de mis fragmentos. Esto ha sido la mayor riqueza que debo a Europa.
En cuanto a mi postura en el sector artístico, sigue siendo la de un solitario curioso.
Los vínculos con el arte cubano siempre han sido y seguirán siendo permanentes. La isla es el gran camino, el sonido, la forma, el ser espiritual que soy. La energía, la naturaleza y la tranquilidad humilde en lo cubano, en mí.
Sabemos que la identidad es una construcción permanente. Háblanos de tu identidad. ¿Quién es Nelson Villalobos hoy? ¿Cómo crees que te perciben los espectadores y la crítica? ¿Cómo te gustaría que te percibieran?
La identidad en mí es fragmentaria e incesante. Es en el fragmento donde he experimentado los más intensos e inquietantes pensamientos como fingidor creativo. Son mis circunstancias rituales y ceremoniales en que germina la luz del cambio constante. Sigo siendo ese niño de Cumanayagua, pero con una obra sobre la espalda llena de silencio, de familia, de viajes, de imágenes, de poesía, de amigos, de mitos, de reflexiones, de ironía, humor y, sobre todo, de una eudaimonía imaginaria de formas caleidoscópicas.
Más que me perciban los espectadores y la crítica, prefiero que perciban la obra. Es en la obra que he desarrollado donde está todo mi sentir como creador.
***
Notas:
1 El apellido es Villalobos, pero él firma Villalobo, sin la ese final.
2 Fragmento de un texto inédito que aparecerá en el catálogo de la exposición antológica de noviembre en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam.
3 Ídem.
4 Caballero, Rufo. “El fin del canon”. En catálogo para la exposición de igual nombre en Galería Arte 7, La Habana, 1991.
5 Tomado del statement de su dosier de artista.
6 Escuela Nacional de Arte (ENA), Instituto Superior de Arte (ISA). En el primer centro de enseñanza estuvo entre 1975 y 1979; en el segundo, entre 1979 y 1983. En ambos, además, laboró como docente.
7 Se refiere a Antonia Eiriz.
8 Se establece en ese país con su familia en julio de 1991.