“Un gigantesco plató de bajo costo”

House of Lies será la primera serie estadounidense en rodar en Cuba tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países. El elenco se desplazará esta semana a Cuba para rodar en La Habana y los alrededores de la capital cubana el último capítulo de su quinta temporada.

House of Lies será la primera serie estadounidense en rodar en Cuba tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países. El elenco se desplazará esta semana a Cuba para rodar en La Habana y los alrededores de la capital cubana el último capítulo de su quinta temporada.

 

La primera información llegó tan solo tres semanas después del 17D. El titular de una noticia aparecida en un sitio llamado El Boletín rezaba: “Hollywood aspira convertir a Cuba en un gigantesco plató de bajo coste”. Al parecer, el reporte tomaba como punto de partida la revista Variety, y se enumeraban como ventajas de la Isla, además de la cercanía a la Florida y de sus bellezas naturales, la insistente presencia del pasado (las décadas del 50 y 60, sobre todo); “un personal de alta cualificación muy bien preparado, gracias a las enseñanzas de su potente Escuela de Cine” y el trabajo desarrollado “por el Instituto Cubano de las Artes y Ciencias Cinematográficas, el mítico ICAIC”. También, se dice, Cuba “plantea menos problemas relacionados con la seguridad”.

Casi un año después, otras dos noticias semejantes fueron republicadas por algunos órganos de prensa cubanos. En una (del 7 de enero de este 2016) se daba cuenta de que Hollywood vendrá a Cuba a filmar un episodio de la serie House of Lies y planifica uno de Rápido y furioso. De nuevo tomando a Variety como punto de partida, esos despachos afirman que entre las ventajas de rodar series en nuestra Isla están “las playas y montañas, carreteras, ferrocarriles y algo de una infraestructura de transporte. El país también tiene una industria del entretenimiento con profesionales capacitados. La comida es barata y la mano de obra es sustancialmente menos costosa de lo que sería en los EE.UU”.

Un día antes, el 6 de enero, Cubadebate también había incluido una nota bajo el título “‘Santería’, nueva serie de Startz ambientada en Cuba”. A partir de informaciones de Spoilertv y Entertainment Weekly, se dice que “la serie se centra en dos agentes encubiertos que investigan un extraño asesinato relacionado con una guerra entre sectas opuestas de la santería. El dramatizado se sumerge, en gran medida, en la compleja relación entre el pueblo cubano y el sincretismo religioso”.

Quiero pensar, primero, en las ventajas que pudiera tener este interés por que Cuba se convierta en locación de producciones audiovisuales de bajo costo. Hace algunos años se rodó aquí parte de la película El padre (The Cut), una superproducción de época, dirigida por el realizador alemán-turco Fatih Akin. La productora independiente 5ta Avenida fue la contraparte cubana, y el día en que vi la película, en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de 2014, me llamó la atención la enorme cantidad de artistas y técnicos que aparecían en los créditos finales. Más allá de las virtudes estéticas de la película, su producción brindó empleo a muchísimos de trabajadores de nuestro país, y ese es un dato que no puede menospreciarse.

Estamos, además, ante lo inevitable. El restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos reforzará los lazos entre las culturas de ambos países.

Mientras en otros ámbitos de la cultura ha primado el respeto mutuo, estas noticias en torno al audiovisual colocan a nuestro país como una enorme maquila: paisajes, técnicos, seguridad ciudadana y trabajadores a los que se pueden pagar bajos salarios es lo que podemos ofrecer. En el único momento en que la realidad cubana aparece, está deformada hasta lo grotesco. Como algún lector comentó en Cubadebate: “¿Sectas en la santería cubana? ¿Asesinatos por razones religiosas?”

Estas tres informaciones que he reseñado (de las cuales, al menos dos han sido reproducidas acríticamente por un órgano de prensa cubano) manifiestan que, como parte de eso que he llamado “lo inevitable”, está también la expansión del colonialismo cultural.

Al colonialismo cultural hay que oponer una resistencia para la que, ahora mismo, el país está mal preparado. Las ventajas de que en Cuba se rueden series de televisión o películas que proceden de Hollywood o de otros centros hegemónicos estadounidenses pudieran ser mayores si tuviésemos un cuerpo legal que nos protegiera. Por ejemplo, si esas productoras que desembarcarán en la Isla estuvieran obligadas a pagar salarios mínimos decorosos a los artistas y técnicos cubanos. O si existieran comisiones fílmicas encargadas, incluso, de atraer esos rodajes, negociar los pagos por el uso de los espacios y, aún más, si esos ingresos, o una parte de ellos, se reinvirtieran en el audiovisual cubano.

¿Y qué sucederá con la distribución y exhibición de películas una vez que el bloqueo sea abolido y las relaciones comerciales alcancen ese estatus que llamamos “normalidad? Si Hollywood impone sus producciones en las pantallas de todo el planeta, y no pocos países se tienen que defender estableciendo cuotas para el cine nacional, ¿no tendríamos que anticiparnos a ese momento y buscar fórmulas para que la diversidad no desaparezca de las salas de cine, de la televisión y de otros modos que todavía son alternativos?

Por supuesto, al colonialismo hay que oponer una resistencia específicamente cultural, y aquí la debilidad de los medios de prensa y de muchas instituciones es semejante a la desprotección legal que padecemos.

Ahora cuando comienza la carrera por los premios Oscar, veremos a muchos periodistas y locutores de la televisión cubana promover sin medida películas y actores nominados, mientras obras notables de la cinematografía cubana y latinoamericana siguen destinadas a espacios marginales, en el mejor de los casos. Hemos pasado del silencio censor sobre eventos de esta naturaleza, a la apología y el deslumbramiento desmedidos.

Que Natalie Portman visite Cuba es noticia replicada por todos los medios. En el contexto cultural en que vivimos, es inevitable. No es tan celebrado, en cambio, que la actriz cubana Yordanka Ariosa gane la Concha de Oro en San Sebastián. Importantes cineastas vienen a impartir clases en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños y su presencia en Cuba no parece relevante. Incluso, mientras la Portman u Ozzy Osbourne caminaban por las calles de La Habana, Milcho Manchevski, director de Antes de la lluvia, película merecedora del León de Oro en Venecia y nominada a los Oscar en 1994, impartía un taller de dos semanas en la EICTV. Pero Manchevki nació en Macedonia. Es un director tercermundista, como lo fue Tomás Gutiérrez Alea, quien fundamentó su identidad en el reconocimiento de esa condición “marginal”.

La nominación a los Oscar de una cinta como El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra, añade complejidad a este asunto. La inusitada celebridad de una película de aliento carpenteriano (subestimada por el jurado del Festival de Cine de La Habana), que trata, justamente, del choque de la cultura occidental con culturas originarias de una zona de América, es un acontecimiento a celebrar y atender. En esta obra colombo-venezolana trabajaron egresados de la EICTV. Por fortuna, esa “potente Escuela de Cine” enclavada en San Antonio de los Baños no solo forma técnicos muy bien calificados, sino artistas con una visión compleja y descolonizada sobre el arte y la realidad de sus países.

La resistencia al colonialismo hay que construirla de muchas formas. Una de ellas debería ser la promulgación en Cuba de una Ley de Cine que, por su naturaleza, no sería solo un instrumento jurídico sino sobre todo una vía para hacer política cultural. Otra forma, el estímulo al pensamiento crítico, y el amparo y la difusión de las obras que se dedican, angustiosamente, a descifrar las difíciles realidades en que vivimos.

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