Julio Cortázar valoraba tanto un disco de Benny Moré que podía contraponerlo a cualquier obra ensayística del momento. Pare él, a la hora de desentrañar la vida en Cuba, la cultura del cubano, sus pasiones y sentimientos no había distinción entre su música y un análisis académico. He tomado de una carta suya a Cabrera Infante la cita que sigue: “Un disco de Benny vale por muchos tomos de Portuondo” (1967).
José Antonio Portuondo fue de los catedráticos cubanos impuesto por el momento. Sin embargo, la comparación puede referirse igualmente a otros muchos intelectuales impuestos por otros muchos momentos, sin que esto niegue el aporte en caso de que lo hubiera.
Siguiendo la idea cortazariana habría que escuchar un disco del Benny para experimentar el pálpito de la isla, su bohemia y criolla melancolía. Se me ocurre hacer el experimento de otra manera: busco en Spotify, escojo una carpeta.
En lugar de encontrar el reflejo de un país en las letras que se me vienen encima, imagino lo que de él me trae cada melodía. La sensación se asemeja a la de observar por un visor de diapositivas: ¿qué recuerdo de la isla, pista sobre pista?, ¿qué emerge de ella desde mi subconsciente?
Pista 1: De amor, canción suave, un ritmo agradable en noche cubana, olvidada y profunda de un barrio cualquiera. No sé decirte como fue, no se explicarme qué pasó, y veo algo de pronto: no hay más nada que ropa colgando de un gancho y dos cuerpos en una cama que apenas se distingue porque el único bombillo encendido es de bajo voltaje, de luz naranja, y llega desde la otra habitación para la cual no hay puerta. Faltan puertas en la mayoría de estas casas y su ausencia se supera con cortinas. Solo cortinas preservan la intimidad de un hombre y una mujer demasiado jóvenes en una cama demasiado vieja. Un radio que mal se oye, pero se oye mientras los niños juegan al coge-coge en la calle, y allí dentro, en la tiniebla… fueron tus manos o tu voz, fue a lo mejor la impaciencia de tanto esperar…
Pista 2: Cocina pequeña de azulejos grandes y una ventana que sale a otra casa desde donde una familia debate sobre el estado de la educación, porque alguien llamado Igor quiere dejar la escuela. De este lado una mujer habla, más que hablar se lamenta mientras un hombre la escucha en silencio y cabizbajo. Para qué perder el tiempo, para qué volvernos locos… Por la calle pasa un camión anacrónico como el Halcón Milenario y la mujer tiene que callarse. El ambiente huele a café recién colado y tengo el alma hecha una roca y mi corazón partido, y tengo fe en que tú comprendas como yo lo he comprendido que nuestro amor se ha perdido como una estrella fugaz… La cafetera está en sus últimos estertores.
Pista 3: Quieres mentir ahora que ya conozco tu corazón… ¡Ah!, las viejas vitrolas, la vitrola a la que alguien, siendo muy joven para disfrutar de ella en la era de los CDs, se mantenía atento como sus amigos una tarde laboral, no en La Habana sino en Guantánamo, y la canción rebotaba entre paredes de ladrillos pelados y allí todo olía a ron, y la calle trinaba con el sol, y el vapor azuzaba el tufo de los soldados perdidos y desolados en la ciudad atravesada por el río y la maldición de tener adherida una base yanqui. Era el Benny luciéndose por una moneda de un peso; sí que se lucía por tan poco, cantando quiero que tu comprendas que esto no es odio, que es confesión…
Pista 4: Como en el documental donde en la barra un hombre negro escucha a Vicentico Valdés con otra canción, ahora se impone la voz del Bárbaro avisando que no me vayas a engañar, di la verdad, di lo justo. Entonces la mesa vuelve a la pantalla y sentado delante de ella aflora un hombre trajeado y luego una mujer que le habla a su pareja o a su amigo, quién sabe, con los brazos abiertos e inestables ya padeciendo el efecto del ron o la cerveza, quién sabe, pasada la medianoche cuando otros dos conversan y Hatuey imperturbable escucha no me vayas a decir que no te has dado ni cuenta y el cantinero limpia con su paño la barra así como el vendedor de fritas va cerrando su quiosco al tiempo que alguien muerde un inmenso pan y otro fuma y más allá una mujer parece exigirle a su amante mientras otro hombre padece la soledad de la hora y otro se sube a una lancha en tanto esta música la seguimos escuchando Hatuey y nosotros: no digas lo que no sientas de mí, di siempre la verdad…
Pista 5: Había unos pocos discos editados por la Egrem que eran mejor que las aspirinas y el Tylenol. El dolor de lo que fuera lo calmaban aquellas voces cuando los discos se ponían en la noche en que tuviéramos la fortuna de la electricidad. Había quien miraba la televisión, o no veía nada más que a otros vecinos buscando en dirección a las ventanas desde donde miraban ellos a ver si encontraban allí algo que les sacara de su aburrimiento. Cualquier año, cualquier mes, cualquier día de esa época dilatada era lo mismo, y uno de esos discos surcados dejaba oír alma mía, qué te hace pensar que no te quiero, si tu amor es la fuente que me inspira, a vivir y sentirme tan feliz.
Tema 6: Llegaban a la bodega y no había lo que iban a buscar. En su lugar, siempre encontraban a la misma persona detrás del mostrador, con un lápiz en la oreja y humor para cantarlo. Hay que darse cuenta que todo es mentira que nada es verdad… Y esa persona, como todos los bodegueros, algo siempre masticaba en su boca, lo que fuera; así que no había lo que se buscaba, pero la realidad es nacer y morir, y masticaba, porque llenarnos de tanta ansiedad, y masticaba, el mundo está hecho de infelicidad y masticaba.
Tema 7: A media noche empieza la vida, a media noche empieza el amor. Qué más puede agregarse si es media noche y el auto va comiéndose la carretera, abriéndose paso en una ciudad que no es la que parece porque en la noche nada es lo que parece, todo huele a “Di tú”, a “Casa de la Trova” a botella a medias. Incluso los que están de guardia en el escalón del edificio, viendo cómo la máquina se detiene, y él sale y camina dando tumbos, se ríen al escuchar cómo tiene la lengua trabada al saludar a media noche...
Tema 8: Ya ninguna orquesta suena con ese ritmo, el mambo ya no es más que un recuerdo y las letras de ahora no son como las de antes. Faltan las trompetas parapapán, parapapán, y el Tú, solo tú, eres causa de todo mi llanto, de mi desencanto y desesperación…, linda música para un balance nervioso y una mujer que fuma y mira en la televisión el reporte de la noticia de una inspección y la mujer da una bocanada, y sin que venga al caso, en lugar de mantenerse en silencio canta parapapán, parapapán, tú, solo tú…
Tema 9: Ya no queda nadie junto a la gran olla, solo ese hombre, que es un poco obeso tal vez por los años, y no son pocos los que tiene. Parece dormitar y por eso unos muchachos bromean con su cuerpo derramado; aunque no deja de mirar al frente, a la olla, a las brasas que se consumen dando lugar a la ceniza mientras él no duerme. Tampoco está despierto. Ni muerto. Cuál es su estado mientras no escucha más que la música que lleva por dentro, su música lejana y personal. Me muero…no sé por qué pensar en ti si ya no puedo volverte a querer…
Tema 10: Ese señor no usaba barbas, pero un día se la dejó crecer. Ese señor no se vestía de verde, pero un día se uniformó con boina y estrella y botas y todo lo demás. Ese señor no era amante de las fotos, pero de anciano se sienta al pie de la casona tal vez de los marqueses y para los turistas sonríe y fuma su tabaco y ellos lo fotografían para luego dejarle monedas o billetes dentro de la jaba. En tanto, la música de un grupo de seis o siete saca ensoñaciones a otros turistas de La Habana Vieja. ¿Por qué debo llevar esta obsesión por ti? ¿Por qué debo pensar que todo lo perdí, si sé que tu cariño por siempre será de mí?, ¿por qué debo pensar así?
También es cierto que Cuba hoy parece haber cambiado tanto como para no encontrarla en los discos de Benny Moré. Supongo que solo su esencia, el espíritu que mantiene encendida a su gente permanece en el alma de cualquiera de sus canciones.