En el ejercicio de zapeo nocturno al que puede llegar uno algunas veces me encontré hace muy poco con el filme Thelma y Louise, aquel guion de Callie Khouri dirigido por Ridley Scott, ya legendario para la fecha de estreno de la película por otros filmes como Alien, El octavo pasajero, o el aún más clásico, también de ciencia ficción, Blade Runner.
Este, su octavo filme, lo había visto yo hacía mucho tiempo, pero la imagen de Susan Sarandon y Geena Davis, entonces en los cuarenta y los treinta años, encima de un auto que pasa supersónico por sobre las autopistas del oeste estadounidense, dejando detrás de sí nubes de polvareda y siendo perseguida luego por manadas de patrulleros policiales, es siempre seductora.
Me conecto rápido con esas historias de personas que van de un lado al otro, Roadmovies es el término para clasificar los filmes que a su vez se conectan entre ellos. Ahora mismo me viene a la cabeza aquel otro memorable de Richard C. Sarafian: Vanishing Point, un guion de Cabrera Infante que, contrario al de Khouri, trata de un hombre empeñado en llegar a un lugar determinado por un tiempo justo y por eso va a toda prisa durante el filme, cuyo final es también inesperado.
Por el estilo andan Rebelde sin causa, de Nicholas Ray y guion de Stewart Henry Stern, o incluso nuestras Guantanamera, de Juan Carlos Tabío y Tomás Gutiérrez Alea, que escribieron junto a Eliseo Alberto Diego, o la casi olvidada Boleto al paraíso, de Gerardo Chijona, guionista además junto a Francisco García González y Maykel Rodríguez Ponjuán.
Son filmes que me resultan interesantes quizá porque parte de mi infancia tuvo que ver con interminables viajes por las carreteras cubanas; aunque, en el particular de Thelma y Louise, porque las protagonistas siguen ejerciendo sobre mí la misma atracción que cuando vi la cinta hace años, además. Su gracia, sensualidad y belleza enganchan con el suspense que mueve su huida.
No entiendo cómo la guionista, Callie Khouri, considera hoy que “fue muy divertido poder hacer algo que emocionó a las mujeres”, según trascendió del encuentro que protagonizaron ella, Davis y Sarandon hace poco, a propósito del treinta aniversario del filme y con el objetivo de recaudar fondos para el Banco Regional de Alimentos de Los Ángeles y el Instituto Geena Davis de Género en Medios de comunicación, como ha publicado la revista Variety.
Para muchos hombres esa historia es emocionante también, Callie Khouri, y lo sigue siendo, digo yo; aun cuando alguno haya advertido en ella cierta misandria, alegándolo por la presentación negativa de los personajes masculinos. Aquí tenemos a un Michael Madsen en la piel de Jimmy, el músico escurridizo novio de Louise; a Christopher McDonald, el alcohólico esposo de Thelma; y a un ratero seductor, el amante de Thelma llamado J.D e interpretado por Brad Pitt, quien por esas escenas en el filme se ganó para siempre la fama de sex symbol y buen actor.
La verdad no le veo animadversión por los hombres y considero que quien lo creyó así, o acaso lo crea a estas alturas, solo teme encontrar ciertos rasgos propios en dichos personajes. Respecto a las emociones, me sucede lo que a otros. O no sé si es “emoción” la palabra correcta para describir lo que sigue despertando el conflicto que nos plantea y la solución que la guionista encontró para él, y que Scott mantuvo, tal como lo repiten ahora, para darle ese cierre contundente.
Tal vez sea una mezcla de consternación y tristeza, de alegría y admiración lo que nos mantiene frente a la pantalla en se momento final, cuando ambas están ante el Gran Cañón preguntándole eso de “Louise, no nos dejemos atrapar”, a lo que Louise responde: “¿Qué quieres decir con eso?” y observan la planicie allá delante.
Aún cuando sepa uno a dónde llevará esa conversación se mantiene expectante, y predomina también, cierto orgullo que tiene más de alegría que de tristeza. Al fin de cuentas es el canto a la libertad de las protagonistas.
Hace treinta años, porque el filme es de 1991, también sirvió para visibilizar los conflictos de muchas mujeres. ¡Pero qué digo! La situación para la mujer, aunque ha cambiado gracias a la propia lucha que sostienen junto a no pocos hombres, no se ha transformado lo suficiente como para que algunas no sientan la necesidad de escapar hoy día de sus circunstancias opresivas.
Recuerde las razones que impulsan este viaje en un clásico Ford Thunderbird: la búsqueda de libertad, el machismo imperante que las hacen entender que no serán comprendidas luego de cometer un crimen en defensa propia. Hay interpretaciones de todo tipo en la película, el filme sirvió como bandera en su momento para movimientos como de de derechos sexuales o lésbicos.
Hoy, como buena historia bien contada, Thelma y Louise es capaz de mantenernos cautivos ante una pantalla. Uno se queda allí siguiéndole la pista a estas dos mujeres y tratando de pensar si la situación para ellas ha cambiado después de su muerte.
Canción “Dos días en la vida” (Thelma y Louise) de Fito Páez