El disparate ha ganado tanto terreno, las hordas caen de una forma tan desquiciada contra artistas o cualquier persona que esta semana el músico Willy Chirino tuvo que hacer una directa para explicar asuntos que en cualquier lugar del mundo no tendrían por qué ser explicados.
“Es la última vez que lo voy a hacer, soy muy viejo para estas cosas”, dijo en un video.
Chirino, autor de más de cuarenta discos, y quien, además, desde el exilio se impuso como una de las voces más reconocidas de la música cubana, quiso aclarar algunos puntos sobre su carrera, y sobre todo en relación con la actitud que ha mantenido contra el gobierno de la Isla y su ideología.
Eso lo sabe todo el mundo, Chirino, como cualquiera, no tendría que explicar sus razones si no fuera porque sintió la presión de quienes le siguen en las redes después de su encuentro con un artista radicado en Cuba. Cree que quienes le critican son “cubanos pagados por la Revolución que tratan de atacarme por la derecha y otros recalcitrantes que lo hacen con muy buena voluntad, y funcionan”.
Con quien se encontró fue con Michel Mirabal, artista plástico que expone hasta septiembre en el Kansas City Museum su trabajo “The History Behind the Sheets”. Mirabal también desde las redes había anunciado que el pasado 23 regaló a Chirino una de sus peculiares obras que parten de la interpretación personal de la bandera cubana.
Según Mirabal, en 12 años que lleva visitando Estados Unidos, siempre llevaba consigo una pieza por si se encontraba al sonero, hasta que al fin, gracias a “muy buenos amigos este ir y venir de la obra se termina”. Y agrega: “con todo el respeto que merece, que con ella llegue todo el amor que te profesa tu pueblo, amén de cualquier diferencia de cualquier índole”.
El encuentro sucedió, según cuenta Chirino, en el Flamingo Theater Bar, a donde había asistido para disfrutar un concierto del intérprete cubano Kelvis Ocha. “Ahí fue que antes que yo me subiera a ver el show decidimos que Michel Mirabal me diera la obra”. “Eso fue lo que pasó”.
Willy Chirino, como cualquier persona, tienen el derecho de conversar con quien le plazca. No es necesario que, por ser una figura pública, se vea obligado a dar cuentas a cada momento de a quién recibe; y si esto ocurre, no es más que el resultado de intereses políticos y radicalizaciones.
Recuerdo aquella anécdota de Omara Portuondo al encontrarse con Olga Guillot en República Dominicana hace unos años. Ambas se habían quedado medio paralizadas; y cuentan que Omara, o las dos a la vez, tuvieron que preguntarse si no se iban a saludar. Y después se abrazaron y cantaron.
El propio Chirino volvió a evocar cuando en 1987 se encontró con los Van Van en Panamá. “Les dimos una lección de humanidad”, dijo refiriendo el encuentro, y “cuando nos fuimos nos abrazamos, lloramos inclusive”. Y agrega: “Aquí acabaron conmigo cuando se enteraron que hice eso. Me crucificaron”.
Lo que cuenta Mirabal de la admiración que existe en Cuba por Willy Chirino es tal. Yo lo escucho desde hace mucho tiempo, cuando siendo un niño alguien puso en una fiesta de la que participaba su “San Zarabanda” (Zarabanda, 1985). Aunque, fue después, con el discazo que es Oxígeno (1991), cuando de verdad su voz y su canto, creo, quedó conectado con los cubanos, quienes no han parado de seguirlo desde entonces. No hay una fiesta a la cual yo haya ido en la que no se escuche al menos una canción suya.
Son pocos quienes rechazan la obra de Chirino, y ya es cuestión de sentimientos lo que nos mantiene unidos a sus melodías y letras donde quiera que esté uno. Algunos encuentran en sus historias el recuerdo de un viejo amor, de una época; otros amplificando sus temas han encontrado la forma de expresar en la Isla lo que no pueden decir desde una bocina. Los hay quienes precisamente evitan de él esos temas que aluden directamente a la política.
Estaba en una fiesta una vez en Cuba. Un amigo y compañero de estudios cumplía años. Nos ambientaba la música de Chirino cuando el reproductor sacó aquello de “Nuestro día (Ya viene llegando)”. El padre de mi amigo, hombre bueno y de convicciones, lo escuchó. Se puso de pie y dijo muy tranquilo: “Ese no”. Nos sonreímos, porque es profesor y además tiene una bis cómica impresionante, pero siempre pensativo ante esos casos vi cómo el tema era pasado de largo. Luego, la música de Chirino siguió sonando para todos.
Hay un tiempo que condiciona a la gente. Hay circunstancias, pasiones, ideas, conceptos y miedos. La obra de un artista será, como quiera, indestructible.