Los finales de 2022 estuvieron marcados por el regreso cinematográfico de un personaje literario que, también gracias al cine, nos acompaña desde la infancia. Forma parte de nuestra memoria. Cuando renegábamos del conocimiento en la edad escolar nos amenazan con ciertos pasajes que incumben a Pinocho.
La voz popular se ha adueñado de su simbolismo. Su nariz ha recibido varias interpretaciones. Una de las más extendidas es la que refiere directamente a la propensión a mentir que, para evadir determinadas consecuencias, tenemos los seres humanos. La nariz y el grillo, dos símbolos potentes de la historia.
Pinocho sigue siendo ese gracioso muñeco de madera, pero también ha sido la marioneta que lucha por cumplir el deseo de otro; la de su creador en este caso. Todo lo que hace y vive parece tener en sí la finalidad de conquistar la felicidad ajena. Su padre, Geppetto, lo merece. Pero, en principio, sin ese deseo del padre, ¿habría querido ser un niño verdadero?
Pinocho podría personificar a todo aquel que, dado su alto sentido de gratitud, es capaz de olvidarse de sí para transitar una vida que busca satisfacer a quien cree debe su realidad o existencia.
Los tiempos cambian y el relato experimenta transformaciones que al mismo tiempo lo conectan con sus orígenes. Las historias infantiles han sido “limpiadas” con el tiempo. Los niños recibían antes las verdades de manera tal vez más directa y sórdida.
Dicen que el Pinocho primigenio ideado por el italiano Carlo Collodi (seudónimo del periodista y escritor Carlo Lorenzini) no era tan afectuoso como lo conocemos, sino que por su comportamiento parecía poco agradecido, dado a los traspiés propios de la ignorancia, propenso a la burla. Por ello termina ahorcado de un árbol.
Después, ante la invitación de continuar por mejores caminos la narración que había sido publicada en un periódico, surgió el gracioso personaje que conocemos hoy. De Storia di un Burattino (Historia de un títere) emergió el clásico: Le avventure di Pinocchio (Las aventuras de Pinocho).
Para la idea que tenemos tanto de la historia como del personaje ha sido fundamental la recreación cinematográfica y, en especial, la apropiación producida por Walt Disney en 1940. Fue una adaptación de Aurelius Battaglia, William Cottrell, Otto Englander, Erdman Penner, Joseph Sabo, Ted Sears, y Webb Smith.
En el filme, correspondiente a los años iniciales de la II Guerra Mundial, una noche, después de que Geppetto se hubiera dormido con el deseo de que su última creación cobrara vida, aparece el Hada Azul. Cumplirá el deseo del amable y sacrificado hombre que duerme.
Al muñeco, delante de un grillo que de forma casual pasará a fungir como su consciencia, le dice: “El que Geppetto sea feliz dependerá solo de ti. Prueba que eres bueno, sincero y generoso y llegarás a ser un niño de verdad”.
¡Vaya responsabilidad le ha dejado a este trozo de madera! A partir de ese momento deberá discernir entre el bien y el mal si pretende la felicidad para la persona que le ha dado la existencia.
Disney actualizó la historia el año pasado gracias a la versión de Robert Lee Zemeckis, director del clásico Back to the Future. Tenemos a Tom Hanks como el carpintero y a Cynthia Erivo como el Hada azul.
El Hada, interpretada por una actriz negra, llega con principios similares, y cuando Pinocho pregunta si lo convertirá en niño real, repite que hacer realidad el deseo de Geppetto de tener un niño verdadero dependerá de él. Y le dice: “Tienes que probar que eres valiente, sincero y generoso”.
En otra versión, también del año pasado, las cosas cambiaron de manera considerable. Se trata de la de Guillermo del Toro (El laberinto del Fauno). Después de diez largos años (tiempo que se aprecia en la fantástica realización animada en stop-motion) encontramos una variación que, de alguna manera, parece conectar la historia con las intenciones originales de Collodi.
En principio Collodi imaginó una rama parlante; ahora Del Toro ha sacado al personaje de un árbol crecido sobre la tumba de un niño víctima de la guerra, particularmente del fascismo. El fascismo nos lo presenta con sus consignas, su sistema de adoctrinamiento de la juventud y a través de su fundador, Benito Musollini.
“…me parece —dice Del Toro— que la desobediencia es la verdadera virtud. Y quería hablar de eso, de cómo se puede ser amado sin que te quieran transformar, te deberían querer o dejarte. No se trata de una fábula en la que Pinocho obedezca y se transforme sino una historia en la que Pinocho desobedece y el mundo se transforma”.
Esta vez el Hada, que en verdad es “una guardiana de las cosas pequeñas y olvidadas, de las cosas perdidas” y que recuerda al fauno del famoso filme de Del Toro, le habla al grillo, cuya casa había estado en el árbol talado y luego en el corazón del muñeco.
El árbol lo había sembrado el carpintero con una semilla seleccionada por su hijo muerto. Lo plantó en medio del dolor y lo taló, otra vez obnubilado por la furia que le causa el recuerdo del hijo muerto. Se propone tallar la madera y de esa forma recuperar a su hijo.
Cuando la marioneta está lista, de pronto el grillo se encuentra ante una responsabilidad que no había previsto. Él, quien solo se asume “escritor dispuesto a escribir sus memorias”, debe guiar a Pinocho y hacerlo “bueno”. Si logra el cometido, le será materializado un deseo.
De este modo, el grillo, que es la consciencia, se verá al final de la historia con el compromiso de elegir. Es su decisión la que nos dice que los tiempos no son los mismos. Creo que Del Toro lo quiere enfatizar. Y no digo más; ya he dicho suficiente.
Desde que el escritor italiano diera a conocer la fábula a finales de 1881 en el semanario florentino Giornale per i bambini (Periódico para los niños), la historia de la marioneta renace con cada interpretación. Ahora, llega de nuevo cuando los tiempos exigen alejarnos de superficialidades, en una época en la cual los hijos tendrán la posibilidad de conquistar un mundo distinto al que sus antepasados se siguen aferrando.
Es también la fábula que habla del poder de la memoria; porque, además de ser consciencia, el grillo escribe. De sus manos, de su talento y capacidad, dependerá el relato que se lea en el futuro.