El actor Serafín García Aguiar se encuentra en Buenos Aires. “Mucha gente no creerá que yo regreso… pero tengo pasaje”, advierte, agarrando un tabaco que consume en la exclusiva terraza de la tabaquería Vuelta Abajo Social Club, situada en el piso 15 del edificio Comega, impresionante construcción brutalista erguida en la intersección de Leandro Alem y Corrientes. Desde aquí se atisban Puerto Madero y la costanera sur de la ciudad, que se diluye en el río en esta tarde de agosto.
Pese a su amplia carrera actoral, pocos lo identifican por estos lares. Puede darse el lujo de, pensativo, soltar humaras en un sillón o caminar por la calle Corrientes junto a su mujer y a su hijo sin que una persona se quede mirándole o vocee un saludo en el cual le identificarían por el nombre del personaje que interprete para la serie de turno en la televisión.
“Esa es otra”, me dice: “La gente nunca me llamó por mi nombre. Ni los compañeros. Me llamaban por el nombre de los personajes: cuando era Muñeco, con Alina Rodríguez, en La cara oculta…, fui Muñeco; el otro era Planchet, el otro Berrichón. La gente me dice: Sera, Serafinito, Benjamín… otros, Agustín. Todo el mundo me cambia el nombre. La actriz Natacha Díaz me dice Rafo y Fidel Pérez Michel me llamaba, imitando un acento francés, Serafán”.
El actor puede encarnar muchas vidas. Goza de la popularidad como pocos, como aquel momento cuando, recuerda él, fue Serafín parampampín.
—¿Ha podido hacer algo acá en estos meses, insertarse en algún ambiente profesional? —pregunto.
—Yo he tenido que hacer aquí alguna que otra actuación, porque mi hijo se mueve mucho. Tiene un grupo musical. He tenido que hacer, digo, porque tú estás mirando aquí lo que queda de Serafín. Si aparento otra cosa es porque es mi trabajo. Toda la vida me gustó estar por encima del nivel, y aunque me esté muriendo no será en público. Eso lo aprendí de los grandes.
Tiene 76 años y es unos de los profesionales de la actuación con gran presencia en espacios televisivos, radiales y cinematográficos de la isla. Tal es su experiencia que sabe cuándo sacarle los mejores registros a la voz si hace falta enfatizar una idea: “Yo hice mucho protagónico cuando empecé”, advierte en un tono firme, porque le he preguntado por qué se mantuvo haciendo ese tipo de personajes más bien secundarios, aun cuando su ritmo de producción haya sido brutal, al punto de grabar al mes unos 80 programas radiales, sin contar los compromisos televisivos o cinematográficos.
“Déjame decirte una cosa: el protagonista no es simplemente el héroe que está al frente de la serie. El protagonista también es el cómico de la serie, y con una importancia mayor, y con una popularidad y una respuesta mayor que el mismo héroe. Porque, aparte de ser bueno, aparte de ser un héroe, es un cómico, el que lleva el mensaje del humor. Y el humor todos sabemos que es muy consumido por la población nuestra, por su ascendencia. El cubano hace humor de la tragedia que vive”.
Antes me había estado contando de sus inicios en la televisión, en los años 60. “Empezaron a buscar por toda la isla muchachos jóvenes de las Fuerzas Armadas, fundamentalmente de los grupos de aficionados, para integrarlos a la televisión con la idea sustituir a los grandes que se habían ido. Como tenían el apoyo de los grandes que se quedaron fue un momento único, de oro, de la televisión cubana, que surge con la Revolución”.
—Hacen una selección. Éramos más de sesenta. Le dieron el encargo de elegir, de probar y preparar a los actores a un gay gigantesco que se llamaba Roberto Garriga. En el primer corte éramos nueve; tres llegamos a los primeros planos de la actuación.
—¿Quiénes fueron?
—Rogelio Blain, Manuel Porto y yo; el único vivo. Nosotros éramos el hombre nuevo, ya que estábamos escogidos por la Revolución y llevados para los medios masivos de difusión, que era un organismo eminentemente ideológico. Y eran cuidadosísimos en eso. La gente un poquito anterior a nosotros era considerada el capitalismo. Fíjate que ingratitud, gente que eran estrellas y se quedaron en Cuba por simpatizar con la Revolución.
En esa época, por esa mentalidad, Serafín tuvo problemas por los cuales casi lo devuelven a la unidad militar de la que había salido antes de quedar enlistado como actor. Una relación amorosa con Maritza Rosales y su entrañable amistad con Julito Martínez fueron de los asuntos que lo pusieron en entredicho. Si pudo superar esos escollos fue gracias al entonces director de la televisión, el comandante Jorge Serguera. “Miren ustedes, para que vean, con todo lo que se ha hablado; era tremendo hombre y tremenda gente”.
“La [producción] que me puso de verdad en los primeros planos fue Ulises, que fue la primera que hice”. Serafín está convencido de que “Aventuras” fue el espacio más conocido, divulgado y con mayor rating de la televisión cubana. “[Las aventuras] fueron creadas después de la Revolución, porque las que se veían eran Los jinetes de Mackenzie, Bat Masterson, esas cosas enlatadas en 16 mm”.
—¿Fue una intención que fuera de esa manera?
—Fue una idea. Hay tantas ideas de Fidel que luego se ha ido demostrando que fueron meteduras de pata, como la hidroeléctrica súper genial esa que se iba a hacer, como millones de proyectos… pero esa fue una buena idea; igual que la de la alfabetización. Eso fue una cosa antológica. Hizo crecer a la televisión cubana. Los que no se fueron en el 59 se siguieron yendo. Había otras estrellas, tanto como las que se fueron, que se sintieron enamoradas por la televisión, como Maritza Rosales, Aurora Pita, Gina Cabrera, toda esa gente, y se quedaron. Pero ellos pensaron que ese espacio de “Aventuras” iría dando educación y abriendo las puertas a la literatura clásica a los niños. No había un espacio que compitiera con las aventuras; ni siquiera el noticiero, que en aquella época sí se veía; no como después, con los años, cuando pasaron a decirle “menticiero”. Las aventuras lo tumbaron todo…
Trato de hacer memoria y recordarlo en una de aquellas series y me viene a la cabeza alguna en la que se bate a espadazos con otro actor. Trabajó en Los Tres Mosqueteros, Los viajes de Ulises, Enrique de Lagardere, El Halcón blanco, Rebelión, El cautivo del Rey; producciones estas que tenían estrellas en la dirección, como fueron los casos de Erik Kaupp, Miguel Sanabria, Antonio Vázquez Gallo. “Yo era como un actor fetiche de Eric Kaupp. De todas las aventuras que hizo, que fueron alrededor de treinta, o un poquito más, yo participé en diecisiete”.
“Nos jugábamos la vida, literalmente. Porque cuando había que andar con los caballos, corriendo, tirando tiros por arriba de las orejas del caballo, con los arcabuces aquellos, fajados… de noche, de madrugada, al sol que rajaba las piedras en aquellos montes. Oye, mi hermanito, ahí no se pagaba peligrosidad, ni había dobles. Aquello fue heroico. Es algo que no se le ha reconocido de verdad a nuestra generación”.
También se le recuerda en telenovelas como La séptima familia, Salir de noche y Polvo en el viento. En la bien valorada El naranjo del patio debutó su hijo Maikel. “Es el hijo de Zaida Castellanos y mío”, dice: “Yo no dije nada, hicieron un casting y escogieron a otro muchachito. Pero el muchacho se enferma y ahí mismo les dije: Bueno, puede ser mi hijo”.
“Yo ensayaba en la casa con él”, apunta Maikel, que está también en la conversación, y me cuenta cómo luego tuvo un pequeño papel en Miel para Oshún. Hace dieciocho años reside en Argentina gracias a su relación con el tango desde que vivía en La Habana.
“Ya tengo la residencia permanente en Argentina”, apunta Serafín. “Legalmente me pueden contratar. El otro día me llamaron para un casting, pero todavía no se ha concretado. Es para la segunda parte de una serie. Pero como tenía pasaje para Cuba… Si me eligen tendré que volver para trabajar. No puedo dejar de trabajar aquí, porque aquí sí se paga”.
Un vulgar problema vecinal que no ha podido resolver debido a la apatía de las autoridades del municipio donde vive lo han mantenido por años atrapado en un desgastante asunto burocrático. “La mafia de Marianao”, les dice. Necesita la intervención del Gobernador de La Habana para superar el litigio con unos vecinos invasores que han ido rodeándole la vivienda y le han hecho la vida imposible. La situación fue tan asfixiante para él y para su esposa, quien ya pasó por dos infartos, que decidió abrirse un canal de YouTube para explicar el caso. “Me lancé a las redes y comencé a hacer capítulos denunciando, con papeles y con pruebas. Metí quince capítulos de eso hasta que me cansé. Ni así ha pasado nada”.
En medio de ese problema vino a Argentina; “a relajarme”, dice.
“Hay que gente en Cuba que cree que yo no voy a regresar; hay gente que se ha despedido de mi con ataque de llanto y todo. Yo le pedí una maleta para el viaje a Natacha Díaz, y cuando me la entregó en la puerta de su casa, porque tenía un auto esperándome, me dijo: ‘Te vas a quedar, Rafo’”.
Serafín habla con vehemencia de todos los temas, incluso de los argentinos. Cree que el economista y cabeza del movimiento La Libertad Avanza, Javier Milei, será el próximo presidente, algo que a él le parece fascinante: “Eso de Milei es inédito, por eso tiene que salir. Si no sale es porque lo mataron o porque hicieron la cochiná más grande, y él no se doblega”.
—¿Y por qué regresa? —quiero saber, ya que se ha referido tanto al tema.
—Yo he salido varias veces, pero la situación de Cuba no es la misma. Ha cambiado mucho, pero todos los pasos de cambio han sido para peor. Y la situación fundamental es esta: allá tengo la casa que fabriqué con mucho sacrificio.
Buen actor, lo recuerdo de las aventuras
Y todavía hay cubanos que defienden esta metamorfosis demostrada y vista a través del tiempo transcurrido, gracias Serafín por sus memorias.
Se ha convertido en un admirador de Milei, deberia quedarse en Argentina para que lo disfrute
Muy interesante entrevista. Muy buenos criterios.
Qué pena Serafín que caigas en eso. Artistas que han construido una imagen y luego se dejan llevar por el momento.
El pobre, no da pie con bola. Un réquiem para Narciso antes de mirarse en la fuente.