Esta semana, el lunes, vimos al escritor nicaragüense Sergio Ramírez (1942) gracias a un acto en el Instituto Cervantes de Madrid, hasta donde llegó con el legado de su coterráneo y paradigma del modernismo, el poeta Rubén Darío, que hubo de depositar en la Caja de las Letras; iniciativa de ese centro de cultura para prestigio de la memoria y el arte.
Como era lógico, Ramírez tuvo que referirse a la situación de “exilio forzado” que atraviesa, “la peor circunstancia que alguien que ya viene de vuelta tiene que atravesar”, dijo. Se trata de una orden de encarcelamiento emitida por la Fiscalía de Nicaragua mediante la cual las autoridades bloquean un viaje que planeaba a su tierra natal (vive en Madrid y está nacionalizado español), para presentar el más reciente de sus libros: Tongolele no sabía bailar.
En esta novela, que la revista Caratula considera parte de una trilogía integrada por El cielo llora por mí (2008) y Ya nadie llora por mí (2017), refiere directamente la represión vivida en su país hace tres años, cuando múltiples manifestaciones populares contra el gobierno de Daniel Ortega fueron reprimidas por las fuerzas policiales dejando más de 300 muertes y miles de heridos.
El libro de Ramírez había sido retenido por la dirección General de Aduanas en Nicaragua (DGA), y el escritor, según ha contado, averiguaba qué pasaba con todos aquellos ejemplares cuando le pusieron al tanto también de la orden de la Fiscalía, justificada en la acusación de que realiza “actos que fomentan e incitan al odio y a la violencia”. Junto a ello se le culpa de recibir dinero de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro (FVBCH), a través de la Fundación Luisa Mercado, tal como puede leerse en los diarios.
La protesta de la comunidad intelectual mundial ha sido grande desde entonces, y va en aumento la lista de personalidades que consideran “un atentado a la libertad y un insulto a la inteligencia” la persecución de la cual es centro Ramírez, que además de novelista y cuentista ha cultivado el ensayo y por esa obra tienen distinciones como el Premio José Donoso 2011, el Cervantes del año 2017 o el premio de Narrativa José María Arguedas, de Casa de las Américas, institución que por cierto y por lo que se sabe no se ha manifestado hasta la fecha en referencia a este incidente.
Sí han respaldado al escritor, cubanos como el poeta Felipe Lázaro o el narrador Leonardo Padura, quien, excepcionalmente como declaró el lunes junto a Ramírez, ha sumado su nombre a la larga lista de intelectuales y artistas que no dudan en señalar el gobierno de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo como una “dictadura cuya escalada represiva está lejos de terminar”.
Pero no es la primera vez que Sergio Ramírez, autor de obras como Margarita está linda la mar (1998) recibe una embestida de Ortega, quien fuera su compañero político del Frente Sandinista de Liberación Nacional, tanto en la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, coalición formada tras la caída de Somoza, como durante su primera presidencia, en 1985, momento en el cual el escritor fue vicepresidente hasta 1990.
A partir de esa fecha, y alternando su oficio literario que había comenzado con la publicación en 1963 del libro de relatos Cuentos, mantuvo una participación activa como jefe de la banca sandinista en la Asamblea Nacional, donde lideró lo que se conoce como una tendencia “renovadora” en el sandinismo, grupo que impulsó la reforma de 65 artículos de la Constitución Política de 1987 y a lo cual se opuso el poder ejecutivo, acusando a los “ramiristas” de haber pactado con la derecha.
Ya en 2008, Ortega valiéndose del Instituto Nicaragüense de Cultura (INC) se opuso a que Ramírez prologara una antología poética de Carlos Martínez Rivas impulsada por el diario El País en su colección de Poesía. Este mismo periódico, informaba que buena cantidad de escritores e intelectuales habían firmado un manifiesto de “protesta ante un acto de censura oficial” en el cual, figuras como Carlos Fuentes o Gabriel García Márquez ratificaban que “ningún gobierno puede arrogarse la potestad de vetar o prohibir la palabra de un escritor, y un acto semejante no puede calificarse sino de totalitario”.
En 2017, cuando Sergio Ramírez agradecía la concesión del Premio Cervantes, se refería a los hechos violentos que sucedían en su tierra natal y que ahora ha inmortalizado en una novela cuya entrega está por verse en Managua, donde el conflicto entre el gobierno y los intelectuales que un día formaron parte de él o estuvieron con él parece no terminar. Poco antes de la muerte del poeta y sacerdote Ernesto Cardenal un asunto similar fue debatido en la opinión pública. El propio Cardenal acusó al gobierno de la persecución de la cual estaba siendo víctima.
“Yo no estoy siendo perseguido como dirigente político, que no lo soy”, dijo este lunes en el acto del Instituto Cervantes Sergio Ramírez: “Tengo años de no participar en política activa en mi país. Estoy siendo perseguido porque escribí una novela que desnuda los atropellos y la violación a los derechos humanos, el asesinato de decenas de jóvenes desarmados en las calles de Managua y otras ciudades del país en el año 2018. Esta es la verdadera razón de que primero el libro haya sido prohibido en Nicaragua y después que se haya ordenado esta prisión contra mí, en la cual se enlistaron todos los delitos posibles que caben en la invención, de todas maneras mediocre, de una dictadura, porque las dictaduras, dichosamente, no tienen invención y responden a la mediocridad”, dijo el lunes.