Cuando escucho, muy adolescente, La Burke canta de punta a cabo, surco a surco, pienso: vaya, qué intrincado va a ser esto del amor. Para cimentar tal sospecha ahí están letras, melodías, y la enorme Elena: “Ni llorar puedo ya” de Ela O’Farrill; “Nuestro mundo” de René Touzet; “Torpeza” de Vicente Garrido; “Hastiada del amor” de Eligio Valera; “Qué infelicidad” de Meme Solís, y “Tú no sospechas” de Marta Valdés: y aunque no ha habido intención en ti de provocar lo que siento, te vas a enterar de una vez… te vas a enterar de una vez… Desde entonces me dediqué a buscar todo lo suyo.
En un disco de 45 revoluciones, arrancan unas cuerdas repentinas, y enseguida la extraña voz de Vicentico Valdés, que viene desde el son montuno y la guaracha, para cantar Palabras, quisiste con palabras engañarme, / fingiendo comprender mis sentimientos… Luego encuentro “Tú dominas”, también por Vicentico: Me inspiras emociones ardidas / que otras veces amor me negó, y “Deja que siga solo” con una frase colosal de desamor: y olvidar todas las cosas tristes que tú eres.
Aprende, escucha, me digo otra vez cuando termina o comienza cada disco: Hoy estoy pensando que tal vez existas… Quién serás que así me invitas a amar. ¿No va uno, solitario, hacia el hallazgo de un semejante, siempre? Ella lo supo pronto y lo compartió para advertírnoslo “En la imaginación”. Y era entonces solo una muchacha. Pero eso lo supe mucho después.
Busco y encuentro más y más canciones de Marta Valdés en los centenares de long plays que hay en mi casa: Fernando Álvarez con la orquesta de Bebo Valdés (Para qué rectificar / si hoy es más fuerte nuestro amor… No me quieras enseñar tu corazón, / no te vayas a forzar… No te empeñes más en inventar razones…); Lucy Fabery o Bobby Jiménez (Demasiada soledad me hará buscarte…); Freddy (Tengo lleno de nostalgia todo lo que siento…), y Omara con el grupo de Julio Gutiérrez en “Tú no hagas caso”, que algunos que conozco prefieren entre cuanto bolero se haya escrito: Traigo una verdad para que calme lo triste que estás…
Un día pregunto ¿y qué se hizo esta tal Marta Valdés? Se habrá ido, ¡tanta gente se ha ido o ha presentado para irse! Familia: casi toda, y montones de amigos que recibieron o esperan por años la llegada del “telegrama” que los conducirá por fin donde tú no sospechas, y apenas se sabrá de ellos a partir de ese momento: entonces era así. ¿Se habrá ido? Creo que sí, me dice alguien, se habrá ido.
Pero una tarde –sería el año 78–, en un programa el canal de los documentales, la veo sentada en una silla de mimbre con su guitarra y su pequeña voz: Aves de madera, organizando la primavera. Por primera vez, su cara y un montoncito de canciones inesperadas: a las piñas del Templete, a los ángeles danzoneros que fundaron Matanzas, a La Habana tan mía que no sabes mirar, a Plácido –cuánto me hubiera gustado celebrar un 31 con usted con usted–, a José Jacinto –no sé si usted me reconoce entre los vivos– y al amor, claro, al gran amor: quiero navegar contigo por un mar infinito / y llegar a esa tierra donde todo está escrito.
El muchacho que soy atiende, intenta comprender por qué casi inexplicable razón la acera de sombra y la acera sol se quedan, y lo cierto que hay en cantar por el amor aunque tal vez no es lo mejor, / llorar con una música, vengar mil muertes al oír tu voz. Lleva a un amigo pianista la partitura de “Llegabas” que compra en la calle Neptuno: Dime cómo suena esto, por favor: Todas las cosas que quise cuando a mí me tocaba esperar.
En algún lugar de los primeros ochenta Jaime Almirall me lleva ante ella: Esta es la gran Marta Valdés. Le doy un beso en la mejilla y advierto que sus ojos tienen color del tiempo: castaño claro, miel, a veces verde suave. De mi boca solo salen tonterías. La radio toca, por esos días, camino cuadras y cuadras cantando en voz alta, nadie se explica lo que me pasa… y también al compás de un bolero bien lento cantaré victoria.
En una fiesta que celebra cumpleaños de la Burke y del pintor Portocarrero la vuelvo a ver, esta vez con su guitarra y su gran silla de mimbre: Que cumplas cien años, que encuentres amigos / y dichosos los ojos que al cruzar una calle / tropiecen contigo. Me encanta verla, al final, haciendo coro al son nuevo de Portillo de la Luz: mi tierra linda porque te quiero… mientras los homenajeados “echan un pie”.
Soy de los que va a buscarla los domingos a la calle 11, debajo de un árbol de zapote, en El Vedado: conozco a Gema y Pável, a las muchachas de Gema 4, al dúo Cachivache, a Pepe del Valle. Allí encuentro también a Elena, a los amigos de Matanzas, a pintores, músicos, artesanos, compositores nuevos y actores de todas las edades posibles. Toma esta flor, dime tu nombre… Yo me hallaba sin amores y el amor de pronto vino… La gente canta bajito, con ella. Todavía encuentro en la calle alguien que me dice: “¿poeta, no te acuerdas que nos tropezábamos en la peña, en el patio del mamey y el camino de hierro?”. Y es que Marta Valdés llegó sin avisar / como quien tiene que llegar hasta muchísimas personas.
En un poema temprano usé una línea de su “Canción desde otro mundo”, texto que me alumbró en momento grave y con el cual dialogo todavía: Voy a morir sin ver la nieve. A esa letra pertenecen estas frases:
Bajo este sol, aunque haya sol
en todas partes, vivo.
Frente a este mar, aunque yo sé
que hay otros mares, sigo.
Nunca me han parecido difíciles sus canciones. Al menos no menos difíciles que entenderme los amores viejos que nombró en “Llora”, la noción de amar no para el hastío, no para el reproche, / no para el torpe anochecer de “Por si vuelves”, o por qué tus aguas me esquivan allí donde el mar nace de esa “sencillez” descomunal que se llama “Como un río”.
Cuando oí su reciente “Orden del día” –que dice como tengo apuntalado el corazón y los minutos están contados– deseé vivamente que a Marta Valdés le sea dado conquistar todavía algo de este día y de muchos otros días por venir para que continúe con su canción ilustrando a gente como uno a amar y a desamar. Así será, así es, lo estoy viendo. Enhorabuena.
Gracias, Sigfre, por tan bello homenaje! La Señora Valdés merece la reverencia más grande, y tú, con tu bondad, contribuyes. Y de qué manera no callada! Un beso, querido memorioso.
Ay, Sigfre, tus textos siempre tan llenos de poesía aunque sean crónicas, artículos, como quieras llamarlos. Y más este con lo de Marta, incalculable. Ambos me encantan!
Excelente recorrido por casi la inabarcable Marta Valdés a través de la relación del que escribe con las canciones y con la compositora misma. Vaya lujo de leer a alguien que está tan cerca de lo que escribe. Seguro que la pifia de Menéndez en vez de Méndez, en uno de los pies de foto, se arregla pronto.
MAGISTRAL TU ESCRITURA, BELLO HOMENAJE PARA LA ADELANTADA COMPOSITORA MARTA VALDES, TAMBIEN PARA EL RECORRIDO Q LOGRAS POR SUS CANCIONES, SIN OLVIDAR A CADA UNO DE ESOS INTERPRETES Q HICIERON GRANDES SUS COMPOSICIONES, POR SUPUESTO Q NI A TI, NI A MI SE NOS VA DE LA MENTE A ELENA “SIN IR MAS LEJOS”, JAMAS OLVIDO Q NO PODIA FALTAR EN TUS PROGRAMAS EN LAS MADRUGADAS Y YO PEGADO AL RADIO, GRACIAS SIGFREDO ARIEL
Me hubiera gustado que tuviera más datos y fechas sobre la artista y menos cosas y gustos personales del autor. Es un vicio muy común ahora hacer autobiografía.
Rara y contagiosa poesía la de Marta Valdés. Poesía que supiste trasladar a este bello texto.
Gracias por dibujar con PALABRAS, las sensaciones que se sienten al escuchar la música de esta enorme hacedora del amoroso idioma, de las melodías inolvidables, de la profunda frase.”soy para estar a tu lado,
PARA NADA MAS
“Y aunque no ha habido intención”… Faltó un “ha”.