Este fin de semana fui al concierto de Ivette Cepeda en el teatro Mella. ¿Qué les voy a contar? Me pasé medio espectáculo con lágrimas en los ojos, por pura emoción. Sentimental que soy, qué le voy a hacer, algunas canciones me remueven algo allá dentro y no puedo contener el llanto. Pero en mi defensa debo decir que no solo me pasa a mí, en ese concierto lloró más de uno, y no es para menos, Ivette sabe muy bien escoger un repertorio y lo interpreta como si cada canción hubiera sido compuesta para ella.
Ivette Cepeda (sé que voy a llover sobre mojado, esto ya lo ha dicho mucha gente) es la intérprete total. Canta una canción y la hace suya, la convierte en un mensaje personalísimo. No es solo una voz bien entonada y hermosa (y es una voz realmente hermosa), es un modo de sentir. Es comunión con el público, es compenetración con el universo de cada autor, es placer de cantar.
Y eso que nunca la he escuchado en su espacio habitual del hotel Telégrafo. Me dicen que ahí Ivette es mucho más Ivette. Es una cantante para ámbitos más íntimos, reducidos. Pero igual, en un gran teatro sabe meterse al auditorio en el bolsillo.
Yo conocí la obra de Ivette Cepeda relativamente tarde, cuando ya muchos de mis amigos la idolatraban. Uso el verbo idolatrar con toda la autoridad del mundo: algunos de mis amigos en serio idolatraban (idolatran) a esa mujer. Noel Bonilla (que puede llegar a ser muy enfático, pero casi siempre justificadamente enfático) me dijo que no había otra como ella en esta ciudad, en este país. Me pareció demasiado absoluto, pero no tenía elementos para juzgar.
Después Ahmed Piñeiro (que decididamente es muy enfático cuando habla de las cosas que le gustan) me comentó que era una cantante sin igual, que ejercía un hechizo peculiar sobre sus admiradores. Me dije: tengo que conocerla.
Tuve que esperar algunos meses, hasta que los organizadores del Festival de Teatro de Camagüey la invitaron a dar un concierto en el teatro Principal de esa ciudad. Todavía no era una cantante muy conocida fuera de los predios capitalinos. Para muchos camagüeyanos fue una revelación, hasta el punto de que ahora es la preferida de otros tantos amigos míos por allá. Uno me dice de cuando en cuando “cuando la veas, dale saludos míos”, sin saber que yo no soy amigo personal de Ivette y poquísimas veces hemos cruzado alguna palabra.
Pero después de esa noche, las pocas veces que he asistido a conciertos de Ivette Cepeda (es que yo no soy de asistir a muchos conciertos) siempre se me hace un nudo en la garganta, porque ella ha escogido algunas de las canciones que forman parte de la banda sonora de mi vida (Pablo, Silvio, Marta Valdés…) y las ha dicho con una sensibilidad tan exquisita que es como si me las dijera a mí solo.
Yo no voy a decir que Ivette Cepeda es mi cantante “de cabecera”, porque cantantes de cabecera las tengo por legiones, pero alguna que otra interpretación suya me ha abierto una ventana luminosa, me ha descubierto mundos antes apenas vislumbrados. Ya sé que suena más elogioso de la cuenta, pero van viendo cómo opera el hechizo del que hablaba Ahmed.
Me encantó ver en el concierto de este fin de semana a un público tan disímil: desde niños de primaria hasta ancianas que pasan trabajo para levantarse solas de sus butacas y sin embargo se levantan para aplaudir a Ivette. Yo tenía a Lester sentado al lado (como tantas veces) y solo atinaba a apretarle la mano. Él me conoce como pocos, él sabe que ese es el homenaje mayor que puedo rendirle a un artista. Lástima que yo sea un cronista tan mediocre. Ivette merecía un escrito mejor (las cosas que tengo en mi mente y no sé concretar en palabras), aunque la emoción que despierta en mí, en tanta gente, resulte en definitiva inefable.
Veamos a Ivette Cepeda en esta magnífica interpretación del tema “Alcé mi voz”, del autor Roly Rivero. Video musical dirigido por Alejandro Pérez, con la participación de bailarines del Instituto Superior de Arte, La Habana.
https://www.youtube.com/watch?v=HHjqGomUosw?t=7s
Me leí lo de lagrimas en los ojos y no pude seguir. Me gustan mucho tus artículos pero esta necesidad de dejar explícito eres un tipo sensible choca un poco.
Coincido contigo. Me quedé fascinado cuando escuché por primera ve escuché a esa mujer, por su bella voz y por los sentimientos que despierta en el público. Coincido también con aquellos que la tiene como la mejor cantante cubana de esto tiempos. En lo que no coincido en esa calificación de mediocre que das a tu crónica. Cada uno en su ámbito: Ivette Cepeda y Yuri Nórido son geniales.
Me pasa algo con esta crónica de mi querido Yuris Nórido. Está muy bien escrita, pero creo que se quedó a medio camino. El tema daba para más. Me da mucha gracia que Yuris, que se sabe que no es para nada un cronista mediocre, se declare incapaz de concretar algunas ideas… ¿Falta de tiempo? ¿Falta de impulso?
Ivette se define con una sola palabra: ella es MÁGICA.
Yuri, tranquilo, quizás sea cierto eso de que hay momentos que son solo para vivirlos, que son inaprensibles en el mundo de las palabras. Al menos eso experimenté hace algunos años cuando conocí a la excelente cantante (también de la mano de un amigo) en El Gato Tuerto. Todo fue mágico esa noche y me convirtí de golpe en su adicto. GRACIAS IVETTE POR TODA ESA MUSICA!!