A lo mejor mi amiga Yindra no se acuerda de esto. O a lo mejor esto no pasó con Yindra y soy yo el que tiene mala memoria. El caso es que un día, a finales de los noventa, veníamos caminando por La Rampa hablando de las boberías que suelen hablar los estudiantes de periodismo de los primeros años (boberías con pretensiones de trascendencia, deliciosas boberías) y hablando y hablando terminamos en uno de nuestros temas preferidos de aquellos tiempos: ¿cómo lidiaríamos con la fama cuando fuéramos periodistas célebres, grandes figuras públicas? Cuando le preguntas a un estudiante de periodismo por qué escogió la carrera lo más seguro es que te haga un encendido alegato sobre el servicio a la comunidad y la responsabilidad de informar… Algo así le contamos a nuestro profesor Rolando Almirante cuando nos hizo la pregunta en su clase. Almirante nos miró socarrón: “No se engañen ni quieran engañarme, la mayoría de ustedes escogieron esta profesión porque querían ser reconocidos”. De eso estábamos hablando Yindra y yo; a los veinte años uno cree que el mundo será el escenario para triunfar. Llegamos a la calle O y tuvimos que esquivar un molote. Un rubio algo fornido entró en un carro de alquiler y saludó por la ventanilla. La gente aplaudió. Yindra se entusiasmó: “¿quién sería ese?”. Yo le dije que a mí se me parecía a Leonardo DiCaprio. Pero se lo dije medio en broma: ¿qué iba a hacer Leonardo DiCaprio en una esquina de La Habana? “Un día tú y yo nos bajaremos de un carro y habrá un público aplaudiéndonos” —sonrió Yindra, soñadora. “Ni que fuéramos a ser estrellas de cine” —respondí yo con cierto sarcasmo. “Vamos a ser estrellas del periodismo, ya lo verás. Talento y juventud tenemos para eso” —siguió Yindra. “Mejor vamos a comprar una pizetta en la esquina” —concluí yo. Debo aclarar que la pizetta era para mí, Yindra no era de comer pizettas en la calle.
¿Quién les dice que cuando llegué esa noche a la beca alguien me dijo que Leonardo DiCaprio, efectivamente, estaba en La Habana? Y que se estaba alojando, no faltara más, en el Hotel Nacional. Al otro día se lo comenté a Yindra. “¡¿Ese, tan gordito y mal vestido, era Leonardo DiCaprio?!” —se resistió a creerlo. La verdad es que el individuo que vimos montar al carro no parecía una estrella de Hollywood. Más bien lucía como un turista contento y sin afeitar. “Ya ves, Yindra, los famosos son también de carne y hueso. Leo tuvo calor y se puso una camisetica y unas sandalias. ¡Y mira lo contento que estaba!” Yindra seguía pensando que la fama implicaba determinadas responsabilidades. Pero llegó la profesora y se acabó la conversación. Ahora creo recordar que Yindra, que ya colaboraba con el canal CHTV, intentó entrevistar a Leonardo. No sé si lo logró o no, me parece que el actor insistió en el carácter privado de su visita. Pasaron los años y vinieron otras celebridades a pasar sus vacaciones en La Habana. Yindra, siendo todavía estudiante, era ya una reportera de la televisión local y hay que decir que era una de las más bonitas y elegantes del equipo (no es que fuera muy difícil serlo, ya se sabe que nuestras reporteras no se caracterizan precisamente por su glamour). Entrevistó a mucha gente famosa y ella también alcanzó cierto renombre en los medios. Pero en algún momento nos dimos cuenta de que el periodismo era mucho más que figurar. Y comprendimos también que muy pocos periodistas pueden disfrutar alguna vez el privilegio (¿el privilegio?) de la celebridad. No tengo ni que contarles que yo preferí el más discreto de los medios. Adoro el relativo anonimato del reportero de la prensa escrita. Mientras vivió en Cuba, Yindra siempre salió a la calle muy bien vestida. Yo me visto como quiera, total. Si Leonardo pudo, ¿por qué no iba a poder yo?
Estuvo también en el ISA con Alanys Morriset
No para nada me gusta el articulo, por lo general cuando uno se pone a leer un atrtuculo periodisco busca al final recibir un mensaje… cual es el de este periodista? !por favor!
el placer de leerlo… ¿quiere más?
Yuris…… No podrás salir totalmente del anonimato contando “supuestos sueños de discretas ambiciones”, los cuentos / historias / reportajes etc, pueden ser reales o irreales, insidiosos, mentirosos, incluso son mejores con una mezcla de verdad y de mentiras (total, que ninguna de ellas será totalmente cierta)…. El asunto fundamental es que “logres un debate” que perdure por algún tiempo…. Bandos opuestos, siempre lo encontraras, solo tienes que elegir el tema más caliente y hablar sobre él.
Claro, tienes que elegir “el bando” que defenderás y tus verdadera intenciones… Ejemplos de periodistas famosos los hay a montones, muchos de ellos niegan su subordinación al dueño de los intereses económicos sociales que los sostiene “en el aire” (no importa el partido o la causa SIEMPRE, estarán obligados a alguno de esos intereses) Si quieres tener éxito en esa rama, tienes que armarte bien y correr los riesgos correspondientes a lo que deseas defender, sin miedo, con valentía y con una buena razón interna. Suerte
Evidentemente, a estas alturas, mucha gente ha perdido parte del sentido del periodismo. Me explico: el periodismo es debate, orientación, polémica… Pero también es placer, entretenimiento. Todo tiene su espacio, su tiempo. Yuris Nórido, en esta columna, no quiere fomentar ningún debate. Quiere simplemente contar, por el placer de contar. Y siempre tendrá lectores que querrán leerlo, solo por el placer de leerlo. Ya hay mucha discusión por ahí, con todo el sentido y con toda la legitimidad. ¿Por qué siempre hay que esperar “un mensaje” o “una moraleja”. Esta es una crónica, señor Antonio Ramírez. Si usted prefiere los textos más reflexivos, abundan en la red. Para bien y para mal. Lo que no abunda en nuestros medios es la estampa bien escrita, sin muchas pretensiones.
Y, por cierto, amigo Guillermo, Yuris Nórido sí opina y corre riesgos… Sus críticas de televisión están entre las mejores que se publican en Cuba, es también un excelente crítico de danza y teatro, dice que lo que piensa, lo argumenta y no teme represalias.
Yo saludo con mucho entusiasmo estas crónica deliciosas, sencillas y poco arrogantes. Al que no le gusten, que sencillamente no las lea. ¡Saludos!
Mi querido amigo, gracias por hacerme recordar de esos tiempos en la Universidad, donde la rebeldia y el sueño eran parte de nuestra existencia. Un grupo de estudiantes de diferentes ciudades y muchas verdades por compartir. Te quiero y admiro, te idolatro por toda ser parte de momentos que hicieron de mi una mejor mujer. Con mucho cariño Yindra, la periodista
MUY GRACIOSA. SIEMPRE ME PASA CON LAS CRÓNICAS DE YURIS. LAS QUE NO SON HERMOSAS, SON GRACIOSAS. Y LAS HAY HERMOSAS Y GRACIOSAS…
A ver, Antonio Ramírez Rguez, permítame ayudarlo a encontrar el mensaje. Además del placer de leer, como dice mi amigo Charly, esta maravillosa crónica de uno de los periodistas de prensa plana que mejor escribe en este país, y no lo digo yo solo, usted puede percibir el mensaje bien clarito desde el título hasta el punto final.
El mensaje está en puntualizar el amor y la profesionalidad que un periodista debe tener por su profesión, en el medio que sea.
El mensaje está en concentrarse más en hacer bien el trabajo de uno, sin basarlo en nimiedades y superficialidades como la fama o la popularidad.
El mensaje está en que se debe tener ética a la hora de realizar una profesión, no solo el periodismo.
El mensaje está en que uno no debe perseguir el éxito solo por el mero hecho de tener un mejor estatus, sino en cumplir con el deber de tu profesión con el único fin de ser útil a la sociedad.
El mensaje está que una cosa es soñar y la otra poner los pies sobre la tierra.
El mensaje está…, en fin, que las celebridades son de carne y hueso, exactamente igual que cualquiera de nosotros.
Crónica simple, pero agradable de leer. Ahora bien, si la Yindra de la historia es Yindra Ayube, muy mal de niñas estaba ese grupo si esta era de las más bonitas y elegantes, con esa cara de longitud equina y esa mirada a media asta.
Quien dice que no hay toda una polemica detras de esta deliciosa cronica? Lo que pasa es que no esta a simple vista. Me rei mucho con tu relato Yuris y si, coincido con los demas, siempre entregarse a la lectura de este cronista por excelncia, es despojarse de lo panfletario y comun.